Una partida de póker siempre es un regalo como trama en el cine. Hay tensión, mentiras y grandes sumas de dinero por lo que, pase lo que pase, el drama está asegurado. Es una constante narrativa que Pupi Avati supo llevar a su terreno en Regalo di Natale, hasta el punto de regresar a unos mismos personajes dieciocho años después en La rivincita di Natale.
El regalo finalmente no es para el director, ni tan siquiera para estos cinco hombres que se sumergen entre intrigas, es para un espectador que se angustia ante el constante tira y afloja en el que se convierte una simple partida de cartas. Regalo di Natale, como promete, nos sitúa en la noche previa a Navidad, donde cuatro hombres parecen haber pactado sacar todo el dinero posible a lo que comúnmente conoceríamos como un pardillo demasiado rico. La desconfianza no desaparece en ningún momento, pero el dinero siempre es demasiado seductor.
Da igual si conocemos las reglas del juego cuando estamos capacitados para entender las consecuencias. Pupi Avati se toma su tiempo presentando a cada uno de los implicados, todos ávidos de ganancias y sin ser realmente conscientes de las necesidades de aquellos que les rodean. En un ambiente lleno de testosterona nos perfila con calma y de un modo meditabundo a cada uno de los personajes. Cuatro viejos amigos que ya no pasan tiempo juntos y un perfecto desconocido con peculiaridades totalmente intrigantes. Todos tienen su instante de gloria, un modo de hacernos empatizar con las supuestas veleidades que caracterizan a cada uno de ellos, pero son dos de ellos los que nos invitan a indagar en el pasado. Para ello Avati nos transporta a inconexos ‹flashbacks› donde al fin una mujer se apodera de la cámara. La imagen queda apastelada, idílica a la vez que anticuada, convirtiendo la posición del hombre en el objetivo de la cámara.
Pero no es la única intriga que se reconstruye con el paso del tiempo cuando entramos en materia. Una vez iniciada la partida, la tensión se vuelve una tortura para aquellos que padecemos con el inconstante cambio de manos monetario, y esto es algo que se hila con soltura al saber de antemano que todos los allí presentes son unos perdedores en alguna de sus facetas. No se trata de una simple timba de póker, los personajes se sumergen en difusas conversaciones que poco o nada tienen que ver con lo que manejan en sus manos, parecen trivialidades que en realidad acaban enfocando los ideales y la vitalidad de los allí presentes, que se encuentran en una situación límite en una noche muy significativa, apenas ambientada con un triste árbol iluminado en un jardín exterior.
Pupi Avati, que hasta el momento había indagado en todos los géneros posibles, poco importaba si se trataba de terror o musical, era reconocido como uno de los indispensables del ‹giallo› gracias a títulos como Contrato de sangre (La casa dalle finestre che ridono, 1976), pero se centra en la austeridad de un único escenario y en el peso de los diálogos de unos personajes muy característicos que, a base de alcohol, tabaco y fichas, saben desprender un ambiente asfixiante capaz de traspasar la pantalla. Esto ocurre no solo por las cartas y las altas sumas de dinero que iban cambiado de mano, también por descubrir qué unía y separaba a cada uno de ellos cuando, conociendo las trampas del juego, no somos capaces de delimitar la realidad de todos los implicados.
Regalo di Natale se convierte así en un reencuentro oscuro y a la vez ágil, donde la tensión no se ciñe únicamente a lo que apreciamos a través de la pantalla, quizá por mimetizarnos poco a poco con estos hombres que pueden perderlo todo de un momento a otro, utilizando el dinero como una trampa luminosa que no conoce el raciocinio ni el sentido común. Ante el vicio, todo vale, hasta la trampa más imperdonable. Y el dinero es el vicio que acaba idealizando el film.