Hoy, 10 de noviembre, podríamos decir que llevamos oficialmente nueve días en la cuenta atrás de la Navidad, y a los cinéfilos fanáticos del terror nos cuesta un poco dejar de lado Halloween, tenemos que aceptar el ideal comercial de esta fiesta y asumir que ya no es necesario abrir el Calendario de Adviento para regodearnos en luces, lazos y pensamientos positivos.
Algunos cineastas, conocedores del vacío legal de la temática navideña y también fanáticos del extremismo, también disfrutan a veces torciendo emblemas festivos para el disfrute ajeno. Paz y amor para unos, sangre y despropósitos para otros, en algunas películas hay espacio para hermanarnos a todos. Aunque ahora sea Art The Clown el que acapare miradas con su disfraz de Papá Noel ensangrentado en Terrifier 3, y unos pocos no podamos olvidar al Claus robótico que creó Joe Begos en Christmas Bloody Christmas, todas hijas del coloreado Santa Claus de Coca-Cola, nos centramos en esta ocasión en la fuente original del relato, porque los nórdicos son los que tienen todo el derecho a recalibrar el relato a su antojo.
Así nos encontramos con el afamado debut de una mente ególatra y disparatada como la de Jalmari Helander, que de un corto donde reírle la gracia a la Laponia finlandesa por parte de una productora de cine pudo alargar su oscuro sueño sobre los orígenes de San Nicolás. Rare Exports: Un cuento gamberro de Navidad (título comercial español con el que acercar a familias enteras hasta la película que ganó en 2010 el Festival de Cine Fantástico de Sitges contra todo pronóstico) tiene niños, fantasía, tipos duros, rusos dispuestos a liarla y la sombra de un Papá Noel resucitado que podría ser más que peligroso. ¿Acaso no hay debut en el cine más ambicioso que este?
Rare Exports aprovecha toda esa mitología nórdica que alimenta a los monstruos más feroces con el humor más seco marca de la casa para enfocar a una gran corporación rebuscando entre glaciares al Santa Claus original con un niño todavía aferrado a la infancia enfrentándose a sus propios miedos. Así que, entre aventura juvenil que se va transformando en ‹coming of age› y fantasía épica enfocada en el terror, la película va encontrando su propio ritmo en esta cuenta atrás hacia la Navidad. Para ello aprovecha la presencia de Jorma Tommila, ahora convertido en su actor venerado, pues protagonizó posteriormente Sisu, donde no había criaturas mitológicas pero sí nazis atontados.
En el film que nos ocupa tanto padre como hijo tienen espacio para crear su propio arco de personajes y, mientras el niño madura a la fuerza (para ello Helander le proporciona un peluche de compañía con el que interaccionar) el padre suaviza el trato con su hijo, acercándose a él mientras el pequeño afianza su lugar en el mundo. Aunque todo esto suene idílico y proporcionado, no podemos olvidar el gusto del director por el desbarre, por lo que el ideal de cine familiar navideño queda más que alejado de la propuesta. Más bien nos encontramos en una tierra de nadie donde solo los más fuertes sobreviven, un espacio no apto para mujeres, donde la testosterona juega un papel principal frente a un supuesto mal. A través de los conocimientos que va adquiriendo el pequeño, descubrimos otras posibles imágenes de San Nicolás, uno más infernal que odia a los infantes y está dispuesto a reinar en el más absoluto terror. Helander juega con la anticipación y también con la imaginación al proponernos un posible Papá Noel con radar interno para localizar niños malos, siendo simplemente esto la punta del iceberg de lo que ocurre en su propia mente.
Nos conformamos entonces con una Rare Exports combativa, con espacio para heroísmos y violencia en una Navidad atípica, más allá de la magia y las galletas de jengibre. Un cuento de terror con un final divertido, más referencial al corto original que a otra cosa, donde se siguen todas las pautas de una Navidad reconciliadora si nos saltamos lo mollar: Papá Noel es poco más que un genocida de niños. ¿No lo sabías? Jalmari Helander está dispuesto a contártelo.