Realizada en plena Segunda Guerra Mundial, la película de episodios independientes Saludos, amigos tiene un trasfondo marcado por sus circunstancias históricas, al producirse como una suerte de gesto de buena voluntad hacia Latinoamérica en un momento en el que Estados Unidos se disputaba su influencia en la región con la Alemania nazi. Sus segmentos, inspirados en viajes realizados por los propios animadores a distintos países del continente, se caracterizan por sus retratos de los paisajes y manifestaciones culturales locales. Uno de ellos, Pedro, es el único que no está protagonizado por uno de los personajes clásicos de Disney, y narra la historia de un avioncito que debe completar su primera misión: sustituir a su padre enfermo y partir del aeropuerto de Santiago de Chile para recoger un envío postal de la ciudad de Mendoza, en Argentina, cruzando los Andes y desafiando a la temible e imponente montaña de Aconcagua.
La decisión de centrar el protagonismo del cortometraje en un personaje nuevo, y que este personaje fuera un avión antropomorfizado, es bastante curiosa y hasta cierto punto arriesgada. Hay mucha inventiva en la idea, y también una cierta fascinación técnica por el mecanismo del vuelo que se traslada tanto a la aventura principal como a los golpes de humor; llama la atención en este sentido la presencia de una voz en ‹off› que narra todos los acontecimientos a la manera de un cuentacuentos y juega constantemente a interactuar con su protagonista, quien es completamente mudo, como si la obra quisiese mantener un cierto tono didáctico hacia el espectador, a la par que lúdico. Sin embargo, estos elementos no quitan que nos encontremos ante una aventura muy sencilla de superación, en la que la creatividad está amoldada a una narrativa clásica que reproduce estereotipos comunes, y que remarca un cierto sentido del deber y del honor por realizar una tarea asignada que no puede leerse de manera totalmente inocente en los tiempos de guerra que corrían por entonces.
Otro aspecto bastante discutible del corto es su carácter representativo. De entre los segmentos de Saludos, amigos, este parece ser el que tiene una relación más superficial con los elementos culturales locales a los que pretende homenajear, y en mi opinión la idiosincrasia chilena apenas tiene un peso en la historia, dando una cierta importancia en el plano paisajístico a los Andes, pero conformando una narración que no se sentiría fuera de lugar ambientada en cualquier otro punto del planeta. En ese sentido, y como el personaje de Pedro no trascendió en exceso a la cultura popular, tal vez sea lícito considerarlo fallido en su propósito; y lo cierto es que parece inexplicable que un corto inspirado en experiencias directas de los animadores en el lugar, como el resto de la antología, tenga una relación tan vaga, de referencia casi plenamente nominal cuando no inapreciable, con la cultura y entorno que representa.
La cuestión es que Pedro es, a pesar de todo, un cortometraje bastante resuelto y divertido, animado con la pericia habitual de Disney y con la habilidad de siempre para caracterizar a sus personajes, con un protagonista simpático y una voz en ‹off› que juega muy hábilmente con la expectativa, logrando por momentos incluso una cierta tensión genuina. Asimismo, es también una obra de cierto riesgo conceptual, al estar centrada no solo en personajes completamente nuevos en el universo de Disney, sino en objetos antropomorfizados. Por ello, aunque su contexto histórico y sus pretensiones representativas no pueden soslayarse, y me generan en ocasiones un cierto desconcierto y la sensación de que no cumple del todo con su objetivo, en último término creo que el corto funciona a un nivel menos sofisticado, como un entretenimiento perfectamente aceptable que se ve siempre con agrado.
