La alternativa | Padres e hijos (Mario Monicelli)

Mario Monicelli fue sin duda una de las figuras más esenciales del cine italiano. Considerado el progenitor del estilo particular y de gran popularidad que se conocería como ‹commedia all’italiana›, muchas de sus comedias, encuadradas o no en esta categoría, se recuerdan hoy en día como grandes clásicos del cine de su país. En la que fue sin duda su década más prolífica, los años 50, realizó algunas de sus obras más celebradas, y también otras, como la que ocupa este texto, que han pasado a la historia de una forma más discreta. Y es que Padres e hijos, pese a contar con dos actores emblemáticos en su reparto, como son Marcello Mastroianni y el también director Vittorio de Sica, parece inevitablemente asentada en un costumbrismo de intenciones más modestas que algo del calado tragicómico de su posterior La gran guerra.

El eje central de Padres e hijos es la relación entre dos adolescentes que se saltan las clases para verse a escondidas, y las reacciones de sus padres; uno un médico de prestigio, de mentalidad más estricta que su acción, y el otro padre soltero, que tiende a consentir a su hija y a sentirse culpable cada vez que le grita. No son, sin embargo, los únicos elementos de una trama que consiste en una maraña de historias más o menos conectadas, siempre desde diferentes perspectivas de la paternidad, y que conforman un cuadro global, que explora diferentes aristas de este concepto en la clase media de una barriada cualquiera. De este modo, también se nos proporciona el punto de vista de un padre experimentado de cinco hijos, el de un padre incipiente que trata de consentir a su esposa embarazada, o, en probablemente el episodio más tierno de la cinta, un hombre que comienza a establecer un vínculo afectivo con su sobrino derivado de la frustración por no poder tener hijos.

La intención de Monicelli con esta cinta es claramente satirizar usos y costumbres de la sociedad italiana, en este caso con la temática de la relación entre padres e hijos; pero su sátira es en todo momento bienintencionada, casi blanca y sin rasgos de acidez, como una forma de reírse del absurdo y de las contradicciones cotidianas de sus personajes desde la complicidad, poniéndose siempre a su altura. El estilo ágil, naturalista y esencialmente dialogado de todas sus escenas contribuye a generar esa cercanía, y en las escasas ocasiones en la que las conversaciones no ahogan los silencios o la comunicación no verbal, el resultado demuestra la elocuencia empática de la película hacia sus personajes.

Esta propuesta funciona, en gran parte, gracias a unas interpretaciones que, a pesar de su enfoque casi plenamente cómico, se hallan asentadas en un cierto nivel de expresión natural, que no entorpece la exaltación del absurdo y de lo ridículo pero que mantiene a sus personajes con los pies en la tierra. Una dirección de actores muy eficiente hace que ningún miembro de su reparto coral flojee y comprometa esa ilusión de cercanía y naturalidad; pero es probablemente Mastroianni quien se lleva la palma en un rol más rico en capas emocionales, y curiosamente de menor expresión verbal que los demás, como el tío que descubre el lado dulce de la paternidad cuando pasa tiempo con su sobrino.

Sin embargo, pese a sus grandes aciertos a nivel de ritmo y expresión cómica, a su observación en todo momento empática, y a sus momentos ocasionales de emotividad genuina, Padres e hijos es una experiencia tan agradable como liviana, que más allá de la simpatía que genera verla y disfrutar la cotidianeidad de sus personajes durante hora y media, no está destinada y no parece siquiera importarle permanecer en la mente del espectador por mucho tiempo. Es un cine bien realizado, que demuestra, de una forma más discreta y que pretende llamar menos la atención sobre sí misma, cualidades admirables de la dirección y de la capacidad, mediante el humor, para analizar y exponer su sociedad contemporánea de Monicelli. Por ese motivo, encuentro complicado establecer una relación emocional duradera con ella; configurándose como un esfuerzo modesto en una filmografía como la suya, de una importancia nada desdeñable en el conjunto y cohesión estructural de la misma, pero que no tiene la fuerza ni tal vez la intención de convertirse en una obra de referencia, sino, más bien, en una perfectamente funcional y eficaz demostración de su fondo de armario.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *