Cuando Juli empieza a trabajar en una fábrica, el capataz Janós se fija inmediatamente en ella y comienza a perseguirla de manera insistente, declarando que quiere casarse con ella y que es la persona que lleva esperando diez años. Esta enorme incomodidad, que Juli expresa de manera cristalina, no es obstáculo para que Janós continúe acosándola. Finalmente, decide darle una oportunidad y da comienzo un romance, tortuoso y complicado como poco, entre ambos. Pero en medio de la relación hay un elemento de fondo, que Juli mantiene en su vida y que claramente incomoda a Janós: ella tiene un hijo de una relación anterior no formalizada, a quien no quiere renunciar.
Narrada enteramente desde la perspectiva de Juli, Nueve meses, el que sería el sexto largometraje de la directora húngara Márta Mészáros, ofrece una introspección en la toxicidad plenamente normativa de la sociedad patriarcal, mediante una historia con la que muchas mujeres han podido identificarse al menos en algún punto de sus vidas. La incomodidad que genera la actitud de Janós, al insistir en casarse con ella sin apenas haber cruzado palabra, plantea muy bien el tono; pero lo que hace la película al establecer una relación entre ambos personajes es si cabe más audaz y confrontativo, porque muestra ya no que la causa del estrés puede ser un tipo raro obsesionado con ella, sino que termina estando presente en sus afectos cotidianos. Y ella quiere a su novio, como él la quiere a ella; pero eso no define la felicidad ni la estabilidad de una relación viciada de inicio y marcada por el trasfondo rancio y controlador de Janós, quien no acepta las implicaciones de que Juli tenga un pasado, un presente y unas perspectivas que no giran por completo en torno a él.
Tal vez resulte difícil entender cómo una persona de emociones claras y expresión proactiva como la protagonista puede acabar en una relación de estatus tan complicado, en la que una y otra vez se encuentra violentada por las inseguridades y el carácter celoso y acaparador de su pareja, sobre todo después de haberse presentado como un acosador sin escrúpulos; pero creo que es importante hablar en estos términos para reflejar la dificultad de escapar de los prejuicios y las expectativas alrededor de ella, y también para rechazar ese concepto de la víctima como alguien que no toma decisiones erráticas para evitar que se invalide su condición de víctima. Juli es un personaje complejo, que no siempre decide de la mejor manera para preservar sus intereses; pero no por ello la cinta abandona su compromiso emocional con ella. La película confronta, a través de esta historia, la losa patriarcal mediante una perspectiva feminista que no tiene reparo en adentrarse en una relación asfixiante en su cotidianeidad y en lo contradictorio de las emociones y afectos resultantes.
Resulta muy llamativa la forma en que Nueve meses plantea desafíos a la estructura moral y emocional de su audiencia. En el propio Janós podríamos citar un ejemplo, como alguien que personifica todos esos rasgos negativos y estresantes que sufre Juli, pero que, al fin y al cabo, cree ser comprensivo con su situación y muestra constantemente una intención de aceptarla con sus complejidades y trasfondo que en último término no llega a nada. Declara que viviría sin problemas con ella y su hijo, pero en cuanto se encuentra con esa realidad huye celoso e indignado. Menciona que acepta el pasado de Juli, pero lo oculta a su familia y no puede soportar que esta tenga una relación cordial con su ex; otro rasgo, por cierto, muy poco común en este tipo de narrativas y que enfrenta los prejuicios inherentes a las mismas: la antigua pareja de Juli no es un individuo siniestro de fondo que la ha destrozado emocionalmente, sino una amistad muy presente en su vida y un apoyo laboral y emocional, y Janós no es capaz de asimilar ese esquema. Estoy seguro de que hay sinceridad en sus expresiones y declaraciones de intenciones, pero es una sinceridad infructuosa, que no se traduce a un respeto real por la independencia y recorrido emocional de Juli.
Pero, aún con todo, lo más desafiante de Nueve meses, a nivel conceptual y en su forma de mostrarlo, sucede con el embarazo y parto de Juli; en particular con la manera, directa y sin adornos, de rodar este último. La actriz que interpreta a la protagonista, Lili Monori, estaba embarazada durante el rodaje y lo que vemos en esa secuencia es el nacimiento real de su hijo, en un plano que no se preocupa de esconder ni estetizar nada. Si bien el tema del embarazo y el parto en el personaje no ocupa la mayor parte de la película, sí ofrece una síntesis radical y elocuente de la misma, de su perspectiva plena y consecuentemente femenina y de una naturalidad en ella que, en un contexto viciado por el sentido de orden machista y patriarcal, se convierte en un manifiesto contracultural activo y una de las escenas más memorables y contundentes que reflejan este punto de vista femenino y feminista frente a un entorno que lo reprime. Este momento del filme, que logra naturalizar lo que sucede y forma parte de millones de realidades pero no está naturalizado en la ficción, se convierte aquí en un hito expresivo esencial que confirma y pone en valor el espíritu contestatario de la cinta, presente durante todo su metraje pero que se halla aquí en la forma más chocante y carente de filtro.