Moon Man es la adaptación de un popular cuento de Tomi Ungerer, producida por el estudio irlandés Cartoon Saloon y dirigido por los alemanes Stephan Schesch y Sarah Clara Weber, que trata de un hombre bajito que vive en la Luna y a quien los niños pueden ver cuando miran al cielo. Sin embargo, un día siguiendo el rastro de una cometa acaba llegando a la Tierra, donde se enfrenta a los planes megalomaníacos del autoerigido Presidente de todo el planeta y a su intento de conquistar la Luna.
Como cuento y moraleja, la película no ofrece dudas. Es muy obvia en su retrato de la ambición desmesurada, en su antagonización de la codicia del villano en comparación con la bondad y la inocencia del protagonista y todos los que le ayudan, y también en su afán reivindicativo del punto de vista infantil frente a la indiferencia adulta. Lo cual, desde luego, no supone ningún impedimento para disfrutar la obra, a no ser que se eche de menos un discurso ambiguo o complejo con multitud de factores y puntos de vista. Moon Man es una fábula infantil, y lo es tanto en la simplicidad estilística de su discurso como en las personalidades y las interacciones. Ciertos momentos rompen ligeramente con esa sensación al incluir referencias más maduras (sirve de ejemplo la escena íntima entre el Presidente y su particular femme fatale), pero son anécdotas frente a su tono mayoritario.
Si bien es disfrutable en esa estructura de cuento, su mayor atractivo para mí no se encuentra en esa faceta discursiva ni en la construcción estricta de la moraleja, sino en cómo llega a ésta y en particular los desvíos que se permite. Donde más brilla esta película es al establecer un tono observador de las reacciones de los personajes a su entorno, en los largos momentos en los que vemos al selenita descubrir las maravillas del lugar en el que acaba de aterrizar o en las conversaciones mundanas entre la niña y el padre que siempre versan sobre lo que ella puede ver y él no. Esos momentos en los que la narración deja de correr con paso seguro en una dirección concreta y se dedica a observar se ven reforzados por la estética de la obra, que es sin duda poco ortodoxa en sus escenarios y su uso del color, y crea composiciones muy hermosas y únicas. No hay que desmerecer por ello lo que ofrece la cinta cuando se centra en avanzar los acontecimientos, pero eso transcurre de una forma más convencional y esquemática.
Por otro lado, a pesar de que estos momentos extraen lo mejor y más memorable de la cinta, también acentúan sus carencias. Si bien el uso del color, la representación imaginativa de objetos y los escenarios son atractivos, no lo es tanto una animación sumamente irregular, carente de fluidez en no pocas ocasiones, y que da la sensación de que nos encontramos ante una obra con pocos recursos que no logra administrarlos del todo bien para crear un tono uniforme. Pero donde se le ven las costuras a esta película, por encima de todo, es en su faceta musical. Su banda sonora compuesta en buena parte de canciones conocidas se utiliza con frecuencia de manera atropellada, sin apenas prestar atención a la comunión entre imagen y sonido, apelotonando las secuencias con distintas piezas que resultan en cambios abruptos de tono. Otro problema, más sutil, está en cómo gestiona ciertos ejemplos de su comedia visual. Un detalle muy característico de esta película es la abundancia de momentos en los que, sin venir a cuento, nos muestra animales con comportamientos antropomorfizados, tratando de crear gags de fondo. Esto a veces se lleva bien y permanece en un segundo plano, pero a veces por contra pasa al primer plano y entonces se siente invasivo e innecesario.
A pesar de lo mencionado, sin lugar a dudas merece la pena ver Moon Man. Si acaso, verla con las expectativas demasiado elevadas por pertenecer a un estudio que ya ha adquirido cierto prestigio es contraproducente para un film que parece cómoda en un término medio. fruto de sus muchos aciertos pero también de sus no pocos fallos. No nos encontramos ante una obra maestra, pero sí ante un cuento sencillo, fácil de disfrutar, con momentos de gran potencia visual dispersos y que deja un buen poso al final.