El cine ha muerto. ¡Vivan las plataformas!
Este no es el grito de lucha que nos gusta dar desde una página dedicada al cine, sea maldito, clásico o taquillero, pero continúa la deriva del espectáculo en salas que ahora vive a la sombra del contenido en visionados caseros y en dispositivos móviles. El ejemplo es la comparación inevitable de Maternidad, drama hiperbólico dirigido por Tatsushi Ōmori, todo un especialista en el género trágico con más de una decena de largos estrenados en cine y televisión, allá en el país del sol naciente. En el pasado 2020 llegó a occidente su último trabajo, retitulado aquí Maternidad a partir del original Mother: Mazâ, gracias a la producción de Netflix. Mientras tanto, esta misma semana llega una película norteamericana de temática similar, aunque distinto tratamiento genérico y formal, a los estrenos de Movistar+. Lo que sucede con el trabajo de Ōmori es más cercano a un telefilme de atrocidades familiares característico del medio catódico. Mientras el segundo largo de Aneesh Chaganty, Mamá te quiere —Run en su título norteamericano— es un ejercicio de suspense, cercano al terror, como sucedía con su primer largometraje, Searching.
Maternidad sigue las andanzas de Akiko, una joven soltera, madre de Shiei, de apenas diez años. El carácter de Akiko se fundamenta en su inmadurez, irresponsabilidad, egoísmo, vagancia y la posesión de su hijo por interés personal y económico antes que por amor o cariño. Por contraste, la personalidad del niño es la de un infante tímido, resolutivo, maduro a pesar de su edad temprana, lleno de ternura y lealtad hacia su madre. Un amor no correspondido en él ni en su futura hermana, Fuyuka. El abultado metraje de dos horas narra las penurias, desgracias y amantes de la madre, sobre todo con Ryo, un delincuente maltratador, padre de la niña, que martiriza a la familia. Por otra parte tampoco sirven de ayuda los padres y la hermana de Akiko, odiados por esta y temerosos de ella. Indignados por la deriva vital de vagabundeo, pobreza y pequeños hurtos a los que somete a sus hijos.
Maternidad no presenta rasgos audiovisuales que la alejen de producciones similares del subgénero trágico social tan característico de la parrilla de fin de semana y días festivos, propia de los canales de televisión generalistas. El sello de Netflix en la producción parece ser una garantía de calidad que rara vez se cumple ahora que se les ve el plumero en su ansia de colonizar la exhibición audiovisual. Una estrategia con la cual han reclutado grandes cineastas como Martin Scorsese o David Fincher por citar solo un par. Pero el resultado son films interesantes, solventes, prestigiosos aunque sin la fuerza original de las producciones cinematográficas de aquellos. Tal vez porque suenan a películas ya vistas que lucen muy bien dentro del catálogo de la multinacional del entretenimiento.
La película japonesa destaca por el reflejo del país, sus ciudades, la sociedad y familia. Aunque estos elementos solo sean un telón de fondo en una historia con desarrollo truculento, efectista y poco sutil en la caracterización de los personajes. Género chico de la tragedia, podría llamarse. No significa que su metraje sea lento, puesto que la profesionalidad del director ayuda a que el ritmo fluya. Pero la planitud de la protagonista se contagia en la bondad y apego del hijo, como dos caras de distintas monedas en las que la frustración, el odio y las ganas de que Shiei abandone a su madre, la persona más venenosa, tan nociva e injusta para el crecimiento de él y su hermana. Un túnel sin salida en el que se dan solo giros argumentales que vuelven al punto de partida. La dominación de un ser inhumano con su progenie. Maternidad podría ser una obra a la altura de las ficciones de su compatriota Hirokazu Koreeda. Pero Tatsushi Ōmori ignora la mirada de su propio protagonista Shiei para conducirnos a los espectadores más allá de la repulsión hacia su madre, sin llegar a contagiarnos nada de su devoción por ella. Confunde la progresión narrativa con la sucesión de escenas, sin ofrecer desarrollo dramático, solo secuencias de impacto. Tampoco sabe manejar la elipsis temporal por medio de la imagen, supeditada a esos letreros sonrojantes que indican que han pasado algunos días, meses o años, sin confiar en el trabajo de los actores —quizá lo mejor del film— o del equipo técnico y artístico con las caracterizaciones de los personajes, o mediante la dirección artística.
Maternidad es una alternativa diferente al estreno de esta semana, una producción acorde a la de un telefilme de sobremesa con más profundidad dramática tal vez. Una variante ficcional propia del medio televisivo con reglas genéricas que se analizan con desparpajo también en webs y cuentas de twitter como las de Peli de tarde.