Este fin de semana se ha estrenado en nuestras carteleras The Interview (Evan Goldberg, Seth Rogen, USA, 2014), un film en tono de comedia interpretado en sus roles principales por James Franco y Seth Rogen, no exento de polémica ya que intenta funcionar como una parodia sobre el dictador coreano Kim Jong-Un y su sistema político radical. En ella, el productor y presentador de un programa de noticias norteamericano viajan a Corea del Norte con objeto de entrevistar a Kim Jong-Un. Sin embargo, La CIA aprovecha el encuentro para pedirles que asesinen al dictador. Como alternativa a The Interview, proponemos en esta ocasión la comedia Los suegros (The In-Laws, Arthur Hiller, USA. 1979), con la que posee algunos puntos en común.
Pero hablemos un poco de su director, Arhur Hiller, realizador norteamericano, que empezó su carrera en la televisión a mediados de los 50, dirigiendo episodios para La ley del Revolver, Alfred Hitchock Presenta, Perry Mason, El hombre del rifle, Ruta 66 o La familia Addams, y cuyo film más famoso y exitoso fue Love Story (1970), un dramón sentimental interpretado por Ali MacGraw y Ryan O’Neal. A pesar del enorme éxito mundial de este drama, Hiller prefirió enfocar su carrera cinematográfica —que abarca desde finales de los 60 hasta los años 80 básicamente (aunque realizó algún film en el 2006)— hacia la comedia de situación. En ocasiones, Hiller solía mezclar una intriga policiaca con el humor, fórmula infalible que le proporcionó sus mayores éxitos: se trata de unir a una pareja (masculina, femenina o ambas) que sin comerlo ni beberlo se ven envueltos en un enredo con ecos de thriller en el que abundan las carreras desenfrenadas o las persecuciones alocadas en coche, así como los tiros y los “malos” de una pieza (El expreso de Chicago, No me chilles que no te veo, Increíble suerte, Los suegros). También aborda con igual soltura la comedia de situación (Prométele cualquier cosa, Eso del matrimonio, En íntima colaboración, Los encantos de la gran ciudad, ¡Autor! ¡Autor!), el musical (El hombre de la Mancha), el film policiaco (El hombre de la cabina de cristal, Anatomía de un hospital) o el terror (Alas en la noche), estos últimos con resultados más bien discretos.
Al igual que en The Interview, en Los Suegros, dos personajes dispares —un dentista (Alan Arkin) y un presunto agente de la CIA (Peter Falk)— se ven obligados a viajar a un país dictatorial, en esta caso situado en Honduras para cumplir una misión: desenmascarar una estafa a nivel mundial organizada por un dictador bananero. El vínculo común que une a ambos es que sus hijos (la hija del dentista y el hijo del agente) van a casarse pronto y de ahí el título del film, que en planteamiento y estructura recuerda bastante a esas comedias francesas de Francis Veber (La cabra, Los compadres, Dos fugitivos, Qué te calles) o Eduard Molinaro (El embrollón) en la que dos personajes dispares y que funcionan precisamente por contraste se ven envueltos en una trama policial o de thriller. Esta mezcla entre humor y película policiaca tiene una cierta ventaja y es que si falla la comedia, al menos habremos visto un film entretenido y trepidante.
Esto sucede en Los Suegros, una película que no nos ofrece demasiados gags (en el sentido clásico de la palabra), sino que el humor hay que buscarlo en las situaciones surrealistas o absurdas a las que el dentista, interpretado magníficamente por Arkin, se ve obligado a protagonizar junto a su consuegro (un Peter Falk sublime), en un principio por hacerle un simple favor. Lo divertido es la transformación que el dentista va experimentando a lo largo del film, cuyo “careto” cada vez más desencajado y sobrepasado por tanta persecución y tiroteos, resulta uno de los puntos más jocosos y sobresalientes de la película. De igual modo, la creación de Peter Falk de ese presunto agente de la CIA, cuya personalidad peculiar y sus disparatas ideas nos hacen sospechar que no se encuentra muy bien de la cabeza, resulta también una de las bazas importantes de una película que como comedia resulta más bien discreta, más entretenida que divertida.
El viaje al país hondureño, cuyo dirigente es un sujeto desequilibrado y megalómano (toda una creación del desconocido Richard Libertini) y que puede recordar un poco a Fidel Castro, nos regala también algunos momentos bastante divertidos, aunque sin llegar a la acidez o la genialidad de Bananas (1971) de Woody Allen. Lo que sucede es que el encuentro con el dictador se produce en el último segmento del film; antes, la pareja tendrá que pasar por situaciones peligrosas, que pondrán en riesgo sus vidas y de la que conseguirán salir airosos con ingenio, habilidad y mucha suerte. La crítica a las políticas bananeras hispanoamericanas de la época queda un tanto diluida por la trama vertiginosa y repleta de peligros que ambos se ven obligados a protagonizar.
Por eso, Los suegros resulta un film eficaz ya que está narrado con buen pulso y la agilidad adecuada por Hiller (director maldito reivindicable al cien por cien), pero básicamente por la magnífica interpretación de la pareja protagonista, cuya disparidad de caracteres se complementa a la perfección, dando lugar a un film si no demasiado hilarante, sí al menos lo suficientemente entretenido y bien contado como para aconsejar su visión, así como su reivindicación inmediata, habida cuenta los derroteros gamberros y de mal gusto por los que se decanta la comedia norteamericana actual.