Protagonizada por Philippe Noiret y Thierry Lhermitte, dos actores muy reconocidos en el mundo por películas como Cinema Paradiso y La cena de los idiotas, dirigida y escrita por Claude Zidi, el realizador de la igualmente conocida pero menos memorable Astérix y Obélix contra César, y con música de Francis Lai, autor de bandas sonoras como la de Love Story o la de Un hombre y una mujer, cuesta un poco ver ahora Les Ripoux —o Los locos defensores de la ley en español— como una película olvidada, pero, salvo seguramente en Francia, es así.
En Les Ripoux, Noiret interpreta a un policía de París que recibe sobornos y algún que otro soplo de rateros y delincuentes menores durante su jornada laboral y posterior ocio. Al comienzo de la película, su compañero es arrestado por corrupción y él escapa por poco, lo que lleva a que se le asigne un nuevo compañero, un idealista y soñador Lhermitte recién salido de la academia de policía, todavía tierno. Viendo el percal que se le presenta, Noiret se propone corromperle y llevarle por el camino de las irregularidades, evitando una molestia más en sus comidas y paseos. Un argumento que, en manos francesas y en el año 1984, llevará a una trama sin demasiado interés (para el guionista), que pondrá más énfasis en los detalles cómicos del día a día que en un propósito argumental, hasta llegar a una conclusión más seria y explosiva en la que priman los personajes.
Como en Tropa de élite, vaya, pero al revés: quedándose con los que no pasan las pruebas de capacidades. Pero claro, a la velocidad con la que se demuestra que se puede convertir a un a priori incorruptible en un corrupto, las pruebas acaban muy rápido y nos da para más de una hora de guías y trucos, al estilo Training Day pero desde un prisma más bien cómico, para sobrevivir patrullando uno de los peores barrios de la ciudad. Todo está permitido siempre y cuando haya una explicación plausible dada por el personaje protagonista, cuyo encanto, simpatía y maneras dejan con la conciencia tranquila a todo el que le escucha, hasta ensalzar sus decisiones y convertirlas en un acto romántico.
Pensar en cómo debía estar de verdad la Sociedad, o qué se podría encontrar uno en la calle si salía a según qué horas, para que una película como Les Ripoux pueda ser entendida incluso hoy como una divertida ocurrencia, resulta casi tan entretenido como comprobar que quizá no hemos cambiado mucho o tan entretenido, sencillamente, como no pensar demasiado y simplemente ver sus cien minutos de duración, en los que sin duda destaca la química entre Lhermitte y Noiret (aunque este hombre, ya fallecido, parecía tener gran química con cualquier partenaire que se pusiera en frente).
La cinta de Zidi obtuvo cinco nominaciones a los Premios César y ganó los de Mejor película, mejor director, mejor montaje. Además, cuenta con dos secuelas (una de 1990 y otra de 2003) en las que puede ser interesante averiguar cómo evoluciona en el tiempo el soborno, hacer la vista gorda en el barrio y quiénes son los practicantes de la corrupción y de la delincuencia en cada década, a medida que la suciedad evoluciona.