Olviden todo atisbo de carisma, dejen atrás esas emblemáticas coletillas y, en efecto, no intenten encontrar la más mínima diferencia con aquello que un “cazafantasmas” debería suponer. Ellos son los “caça-assombraçoes”, mucho más exótico, en efecto, y poco más que una impostura. Porque Jack, Fred y Caroline no han hecho sin adaptarse a los tiempos que corren, ellos son ‹influencers›, vendedores de humo, en otras palabras, que buscan en la coartada de lo sobrenatural seguir subsistiendo en el día a día, aunque sea a base de visualizaciones de Youtube y del seguimiento de un público que empieza a encontrar otros estímulos.
Fabricio Bittar tiene bien claro el terreno en el que juega, y lo muestra ya desde la secuencia de apertura de esta Los exterminadores del más allá contra la rubia del baño: un ritual a lo Candyman destapará el tarro de las esencias atendiendo a una máxima que no siempre se cumple en el género, saber suscitar el interés necesario para continuar tirando del hilo. No es, en ese sentido, que susodicha secuencia disponga los mejores ingredientes, pero sabe, tirando de la referencia —algo que el brasileño parece saber explotar como pocos—, urdir un arranque lo suficientemente atrayente.
El sobrenatural y el terror encuentran la mezcla idónea en una comedia que por momentos se torna negra —aunque un tanto elemental y tirando por caminos obvios en ese aspecto—, desde la que mezclar el patetismo de esos tres personajes con situaciones comunes en este tipo de propuestas, que si bien no aguzan el ingenio lo suficiente, trazan un trayecto que por momentos se torna inesperado, ya sea por su propensión a un horror por momentos “grandguignolesco”, o por la forma de concebir secuencias donde esa veta fantástica bordea el delirio más absurdo concediendo, de ese modo, al relato un marcado carácter que se antoja de lo más lúdico por más que no siempre funcione del mismo modo.
Los exterminadores del más allá contra la rubia del baño halla en ese baño de referencias, ya sean más directas o se sustenten en lo visual, un filón desde el que reemplazar las babas fantasmagóricas por hemoglobina, apelando de ese modo a un espíritu que acerca la propuesta del brasileño a un título del calado de Posesión infernal pero, mejor todavía, consigue hacerlo con la suficiente soltura como para que nada se sienta artificial o fuera de lugar, pues la gran virtud del trabajo de Bittar es la de saber forjar esa mirada en torno a referentes haciendo que estos confluyan en pantalla con naturalidad.
Puede que el film no encuentre en el aspecto visual su mejor baza, especialmente cuando hace uso de unos efectos especiales que funcionan mucho mejor en su vertiente práctica que en un digital que resta fuerza a sus imágenes, pero lo cierto es que el segundo largometraje del cineasta tiene aptitudes suficientes como para hacer confluir en ese particular marco un puñado de ideas que tan pronto invocan el horror más demencial y pasado de rosca como hacen gala de un esperpéntico sentido del humor donde no hay medias tintas: y es que si por algo se caracteriza Los exterminadores del más allá contra la rubia del baño es precisamente por hacer de la falta de remilgos y la desvergüenza bandera de un cine que quizá presente imperfecciones, pero cuanto menos cumple esa máxima de saber transmitir un divertimento y desparpajo implícitos en uno de esos títulos que bien merecen la pena ni que sea para pasar un buen rato ante la pantalla.
Larga vida a la nueva carne.