Con la llegada de la no exenta de polémica, Los 4 Fantásticos de Josh Trank, a nuestras carteleras, quizás resulta oportuno rescatar, o cuando menos dar visibilidad a la mal llamada Los 4 Fantásticos de Roger Corman, ya que este último ejercía en funciones de productor. En el fondo no deja de ser irónico que las dos producciones arriba mentadas adolezcan casi de los mismos problemas: ser conocidas por el nombre de un director que en realidad no lo es (otorgándoles así una curiosa pátina de autor), ser originales en ideas y fallidas en resultados y traspuar un cierto aire de improvisación.
Desde luego hay más coincidencias, tanto argumentales como en el contexto del desarrollo y motivos de su producción, pero vayamos quizás a lo más importante, las diferencias. O mejor dicho analicemos que hace ser tan especial y recomendable a estos 4 Fantásticos noventeros. Dirigida por Oley Sassone, este proyecto tenía una sola finalidad, que la productora conservara los derechos de los personajes. Ni más ni menos. Con esta simple premisa se entiende que la película no se distribuyera comercialmente, ni tan siquiera en el mercado de video en el que duró apenas 2 semanas.
Sin embargo nos asalta la duda, ¿es esto así o sencillamente fue el espanto sentido al ver el resultado final de la obra? Evidentemente no podemos asegurarlo a ciencia cierta, pero lo que si es constatable es la infamia cometida en dicha producción. Y ojo ahí, que el planteamiento, amén de original, no deja de ser ciertamente atrapante. Una idea a desarrollar que funciona porque aunque no es 100% fial al cómic sí sabe cómo respetar el espíritu esencial de los personajes. Es decir hay una preocupación tanto por el desarrollo de personajes como para contentar al target obejtivo del film.
Y hasta aquí lo positivo, porque más allá de este incio prometedor asistimos a aunténticos desvarios argumentales, a unas interpretaciones amateurs, sin ganas, sin objetivo, y a unos pasajes en modo casi aleatorio que hacen pensar más en un comedia psicotrópica que realmente una película de superheroes. Es precisamente el humor el clavo ardiendo donde agarrarse para seguir visionando la cinta. Sí, hay que reir o se puede acabar o bien apagando o bien durmiendo debido, además, a la morosidad en el devenir de los acontecimientos. Sí, tomarse su tiempo en presentar está bien, pero no a costa de ocupar 3 cuartas partes del metraje y fiarlo todo a la traca final.
El desenlace merece capítulo a parte, no sólo por crear una puesta en escena y acción digna de Austin Powers, sino porque llega el momento de asistir a la exhibición de los efectos (no tan) especiales. Un momento histórico por la lamentabilidad de lo visto, esencialmente en los que concierne a la antorcha humana y esencialmente a la resolución de los poderes de Reed Richards. En fin, nada que un croma barato y unos brazos largos de porexpan no puedan solucionar.
Mejor no extenderse en semejantes vericuetos visuales y dejar que la gocen por ustedes mismos. Sí, una película que hará felices a los fans de lo bizarro, del garrafismo más extremo y poco exigente. Un desastre sí, pero a recuperar casi como si de un clásico (maldito) se tratara.