Dirigida por el checoslovaco Martin Hoffmeister, Let the Princess Stay with Us (Neberte nám princeznú, 1981) es una producción para la televisión eslovaca en formato de mediometraje, que se inspira en el clásico cuento de Blancanieves y los siete enanitos, trasladando su acción a una barriada moderna en la que Blancanieves es una joven llamada Katka, encerrada en su casa por las presiones de sus padres para que entre en la universidad; el príncipe, un chico del barrio que se encuentra con ella a escondidas de tanto en tanto y que lidera una banda de adolescentes en monopatines que recorren las calles; y los enanitos, siete niños de un orfanato que confunden a Katka con una princesa cuando esta se cuela en su habitación.
Pese a que la referencia más obvia es esta, e incluso la película lo llega a explicitar en una secuencia onírica, lo cierto es que la historia tiene trazos muy notables de otros cuentos de hadas clásicos, con lo que no es una adaptación lineal de uno solo de ellos. Probablemente sea más adecuado hablar de ella como una mezcla de elementos de diversos cuentos que se resignifica en un escenario moderno, con la figura de la princesa en el centro de una narrativa mundana y de trascendencia generacional. Al fin y al cabo, de lo que trata Let the Princess Stay with Us, o como se traduciría su título de manera literal, “No nos quitéis a la princesa”, es el conflicto entre las expectativas familiares y cómo quiere Katka realmente vivir su vida. Katka es, pues, dentro de la lógica simbólica del cuento, un deseo de libertad y de expresión personal que no solo se muestra en ella, sino que se traslada a los otros personajes a través de su mirada. Hay también un elemento de clase, pero lejos de pertenecer a una dinastía real, la protagonista de este cuento es la hija oprimida y hastiada que quiere escapar de los prejuicios y el desdén de su familia venida a más frente a los jóvenes del pueblo, con quienes ella quisiera salir y vivir aventuras.
Todo esto se narra y representa siguiendo la estructura de un cuento de hadas y escenificando sus elementos como tal. Sorprende, en primer lugar y para una producción televisiva, el elaborado trabajo que supone esta obra a nivel visual, tanto en su lenguaje de planos como en la iluminación y paleta de colores, con un acabado que parece algo surgido de una ensoñación; es, en particular, brillante una secuencia en la que Katka pasea por las calles de la ciudad recubiertas por una neblina. Pero, incluso en mayor medida que el apartado visual, el sonido se convierte en el gran y más inesperado acierto de la película. Las canciones, con sus composiciones pegadizas, las voces que refuerzan el tono de ensoñación (los agudos de Marika Gombitová como la protagonista, en particular) o lo inventivo de algunas de sus coreografías, dan cuenta del nivel muy competente que se maneja en este sentido; pero en general toda la edición de sonido de este mediometraje es una maravilla, funcionando perfectamente como musical y además no teniendo nada que envidiar a producciones cinematográficas en cuanto a su puesta en escena.
A pesar de todo, de los aciertos muy notables en cuanto a la forma y de una historia que se sostiene bien entre referencias lúdicas, tono y mecanismos de los cuentos de hadas y su trasfondo universal de choques intergeneracionales, la película puede tener un alcance emocional limitado. En parte por su escasa duración, pero sobre todo porque, pese a estar realizada con actores reales, su base narrativa es una irrealidad cándida e ingenua, que adopta un lenguaje auténticamente infantil y requiere de un estado de ánimo y una expectativa muy concretos para evitar mirarla y juzgarla bajo un filtro adulto que sería bastante inapropiado. Esto, para mí, entrado de alguna forma en su juego, es algo positivo; pero quien entre esta cinta bajo la perspectiva de ver algo que traicione o siquiera cuestione su base inocentona, por mucho que sea una adaptación moderna y resignificada de los cuentos en los que se inspira, se va a terminar decepcionando.
Let the Princess Stay with Us me ha resultado una sorpresa muy agradable. Hay algún momento que no creo que encaje bien —la ya mencionada secuencia onírica que hace referencia directa al cuento de Blancanieves es el ejemplo más claro— y se acaba haciendo un poco corta, percepción a la que no ayuda la manera en que se encadenan las canciones una detrás de otra. Pero, dejando estas consideraciones de lado, creo que maneja sus recursos y elementos con pericia, logrando un acabado que tiene muchísimo mérito dado su formato. Consigue, mediante su labor precisa de puesta en escena, evocar la atmósfera de cuento fantástico, pese a no estar ambientada en bosques encantados ni en castillos medievales; y, en ese sentido, transmite y deja un poso de ensueño infantil que me fascina.
