Dirigida por Lev Atamanov para Soyuzmultfilm, La Reina de las Nieves es una versión del cuento clásico homónimo de Hans Christian Andersen sobre una niña llamada Gerda que busca a su amigo desaparecido. Raptado por la temible villana que da título a la historia, Kai permanece aislado del exterior mientras un hechizo borra lentamente sus recuerdos de Gerda.
Presentada a la manera de los primeros clásicos de Disney, otro personaje de los cuentos de Andersen (Ole Lukøje y sus paraguas capaces de crear sueños o de eliminarlos) es el encargado de introducir a la historia, apelando a una magia ingenua e infantil que será la razón de ser de toda la cinta. De hecho, hay algo en La Reina de las Nieves y su estructura que se aleja de los estándares occidentales, de una forma que también explica la dificultad para aunar distintas filosofías creativas en el mismo medio. Porque la sencillez discursiva con la que aborda el cuento choca con un público más acostumbrado a arcos narrativos con tendencia a expandir la información sobre el mundo que se narra, o a hacer entender de dónde vienen los personajes, por qué son como son. Frente a esto, la película propone reducir dicha narración a su esencialidad. Los trasfondos no se explican, no se pierde tiempo en desarrollar motivaciones. Los personajes son alegóricos, la trama, un vehículo para su mensaje. El resultado es visiblemente diferente, y sin embargo, eficaz de una forma también distinta, pues en la escasa hora que dura, menos incluso si cortamos su introducción, hay una obra fascinante, inspiradora y admirable en muchos sentidos.
Sin ir más lejos, su posición en la historia de la animación está más que consolidada por haber servido de inspiración a Miyazaki, quien dijo de ella que le animó a continuar trabajando en la industria de la animación en un momento en el que estaba a punto de abandonar. Viéndola, uno se da cuenta de a qué se refiere, porque las similitudes no son escasas. La relevancia de sus personajes femeninos como motores proactivos de la narración es sin duda una de las más claras. Desde la heroica y bondadosa Gerda hasta la implacable Reina de las Nieves, pasando por personajes tan interesantes como la chica ladrona seducida por la candidez de la protagonista, es indudable que aquí hay un caldo de cultivo esencial para las heroínas y villanas de su cine. También en su retrato de la antagonista, temible y cruel al inicio, pero finalmente resuelta a aceptar su derrota, en esa típica moraleja suya en la que la bondad siempre gana, pero nunca a costa de alguien. Pero tal vez incluso a nivel más básico, en la aceptación de esa estructura narrativa que difiere de los estándares de Disney y de su filosofía creativa al adaptar cuentos a la gran pantalla.
En todo caso, mencionar la influencia que ha ejercido La Reina de las Nieves en otros autores, así como su enfoque creativo, no debería poner en segundo plano los méritos de una producción asombrosamente sólida, fluida y estética, con una ambientación espectacular, unos diseños icónicos y fascinantes y una animación sencillamente impecable, por la que no pasa el tiempo y permanece como un estándar dignísimo de su época. Utilizando técnicas de rotoscopia, sus movimientos sin embargo captan una teatralidad que los hace si cabe más apropiados para el contexto, en particular con la animación de la villana que da nombre a la cinta, quien es probablemente su creación más memorable a nivel visual. No necesariamente al emocional, pues Gerda es una protagonista estupenda que conmueve por su bondad y convence por su resolución, y los secundarios resultan todos ellos entrañables en una historia que pese a su estructura simple y directa tiene tiempo de sobra para la ligereza cómica y para el drama o la incertidumbre, y para ser efectiva en todas ellas.
Esta joya de Atamanov, aplaudida en su momento y rescatada del olvido por Miyazaki y el Studio Ghibli, no es probablemente una obra seminal de la animación soviética, pero sí es una muestra elocuente de sus virtudes y de su influencia en una parte del mundo que nunca consideró a Disney como su estándar primario en el desarrollo del medio. Y además, es por sí misma una película estupenda. Hermosa, nostálgica e ingenua en el sentido más puro y bello de la palabra, La Reina de las Nieves es sin duda, como su origen, un cuento clásico y atemporal.