Los juegos alimentan la fantasía, pero también el peligro. Lo que está claro es que un juego en manos de Curtis Harrington puede ser tan atroz como adictivo. El cine de Harrington está plagado de señoras magnéticas que con su sola presencia dominan la situación. Las mujeres son el eje de sus historias y antes de hitos prácticamente desconocidos como ¿Qué le pasa a Helen?, ¿Quién mató a tía Roo? o Ruby, planteó la jugada perfecta en Games, o la siempre explicativa versión española La muerte llama a la puerta —“el cadáver a la hora de la partida de brisca” les pareció demasiado obvio, deberíamos suponer—.
Este juego nace del joven y descaradamente rico matrimonio formado por Paul y Jennifer, dos guapos y desafiantes personajes que interpretan deliciosamente James Caan (que no se quita la cara de canalla seductor y a la vez amoroso marido en todo el film) y Katharine Ross (pequeña y sensible, sobrevuela etéreamente y sin preocupaciones sobre su dinero mientras afirma el papel de la perfecta amabilidad). Harrington decide para ellos una vida llena de excentricidades, pues además de coleccionistas de arte, alegran su aburrimiento ante sus pocas preocupaciones jugando. Literalmente, jugando.
Dentro de esta familia de dos, donde el dinero de ella es un bien común, aparece esa señora regia y elegante, capaz de seducir a cualquiera con su paladar a partir de un casual encuentro que convierte la casa del matrimonio en un único escenario donde construir todo este castillo de naipes. Aparece en escena Simone Signoret en el que sería probablemente su único paso por el celuloide norteamericano y se come la pantalla con su presencia y su saber estar. Una pobre mujer necesitada de una ayuda momentánea se convierte en la eterna invitada para un matrimonio que necesita de más juegos en su vida, algo en lo que, casualmente, la señora Schindler puede ayudar. Comienza así, gracias al ‹atrezzo› que aporta la nueva inquilina, una apuesta que no deja de subir, donde unos y otros son cómplices de jugarretas varias que implican armas, violencia y sexo, todo de un modo insinuante y aparentemente inocente, que cargará las tintas hasta que el error llame a la puerta y un leve soplido de viento desmorone ese castillo en el que todos se divertían.
La muerte llama a la puerta es un perfecto thriller psicológico que no tiene ningún pudor en utilizar engaños, recurrir a lo sobrenatural e incluso reconstruir su historia a voluntad con la simple excusa de haber titulado la película como “juegos”. La soltura con la que actúan sus tres protagonistas nos ofrece una historia donde querer perderte y asumir todas las mentiras que sean capaces de ilustrar para mantener con firmeza este trío accidental. Ese escenario ocasional en el que se convierte una simple casa llena de arte moderno, contrastando con una decoración de antaño que le da un aspecto señorial y ajeno a sus habitantes, se convierte pronto en una especie de cárcel donde la culpa lleva a los personajes a sus forzados desenlaces, no sin antes promover escenas llenas de tensión e intriga para fortalecer lo que un sólido matrimonio no ha podido conseguir. La lealtad tiene muchas lecturas en esta película, donde el miedo es capaz de alimentar, no con pocas ayudas, la sensación de que lo que mal empieza, solo puede acabar con todo.