La alternativa | La maldición del hombre lobo (Terence Fisher)

Terence Fisher es uno de esos directores que se asocian inmediatamente al género. Uno de esos artesanos implicados en hacer exactamente las películas que le apetecen sin necesidad de explorar otros territorios. Alguien a quien el prestigio (aunque lo tuviera a posteriori), los premios o las grandes producciones le resultaban algo ajeno mientras estuviera en su zona de confort que, en este caso, podríamos circunscribir a la Hammer. Y dentro de esta asociación, quizás lo que resulta más injusto es que sea más recordado por su aproximación un tanto subversiva a los monstruos de la Universal, que por otras joyas como The Earth Dies Screaming (por citar una).

Sea como fuere y dentro de este “Fisherverse” por así decirlo, uno de los casos más curiosos es el de su acercamiento al personaje del Hombre Lobo. No solo por su enfoque sino por ser su territorio menos explorado, centrándose a posteriori más en Drácula o especialmente a Frankenstein. Y sí, puede que La maldición del hombre lobo no sea una de sus películas más brillantes, especialmente por su desenlace un tanto apresurado y en cierta manera facilón dada la red de complejidades multi-textuales que se encarga de tejer en su desarrollo, pero que igualmente arroja una visión interesante y un tanto alejada del cliché habitual.

Y es que no estamos ante un film de orígenes que pivota entorno al accidente, al hecho puntual del hombre mordido por un lobo, sino que más bien le da una pátina social en cuanto a que la bestialidad interior no proviene de un caso particular sino que puede ser despertada por la crueldad y el salvajismo inherente a todo ser humano. Desde luego que no se aparta la mirada de lo sobrenatural e incluso religioso a la católica manera, pero siempre buscando la idea de que no se trata tanto de un castigo divino sino más bien de una prueba a la que solo puede darse solución con el amor. O con una bala de plata, claro, aunque siempre prefiriendo la primera opción.

En este sentido, quizás Fisher peque de romántico, o incluso naíf, pero nada de esto es óbice para dibujar un retrato, esencialmente en lo que podríamos denominar el prólogo del film, repleto de sadismo y brutalidad que actuará siempre como reflejo de los actos posteriores, como un elemento causal que genera un efecto posterior del que no solo no hay escapatoria posible sino que encima no enseña ninguna lección moral ya que acaba repitiéndose en un bucle que descarta el efecto contextual. No importa el país, la época o las circunstancias. Es el hombre siendo un lobo para el hombre, solo que en este caso toma forma literal.

Así pues no hay que dejarse engañar por imagen colorida o su romanticismo exacerbado. Estos son elementos que actúan casi como contrapunto hiriente a una historia oscura, casi desesperanzada y que no da tregua a cualquier atisbo de fe en la humanidad. Todos los personajes son víctimas o bien de su propia maldad, de su propio destino o incluso de una bondad que no tiene cabida. Sí, esta es una película de terror pero fundamentalmente una tragedia en toda regla.

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