El cine de género mexicano ha mantenido desde sus orígenes una muy estrecha relación con los mitos folclóricos de su país. Aunque esto pueda ser definido como un rasgo significativo de otras cinematografías respecto a las leyendas y creencias pretéritas de sus regiones de origen, en el caso de México nace una anexión pasional y devota hacia sus fábulas y leyendas, colaterales también a otros ítems (contra)culturales que se mantienen con el paso de los años. La Llorona es uno de los cuentos más populares en México, una leyenda inmortal en el país que trasciende las décadas en su folclore con el encanto de la tradición oral, llegando a traspasar las fronteras de otros países de América latina readaptando y localizando su propia idealización de la fábula. En lo que respecta al país azteca, con diferentes versiones, será la más distendida la que precisamente aborda la versión cinematográfica de René Cardona: una mujer indígena que mantuvo una relación con un caballero español procreando tres hijos; despechada por el abandono de su hombre, quien la dejó por una mujer de alta alcurnia, asesinó a sus tres hijos para posteriormente acometer su suicidio. Muchos dicen que en algunos sitios de Ciudad de México, donde tuvo origen el cuento popular, aún se escuchan los lamentos de la dolida madre…
Adaptada a la gran pantalla en multitud de ocasiones y por varias cinematografías, sería la mexicana donde la Llorona tendría un peso específico, erigiéndose esta versión de 1960 como la más popular. Cardona, primer estamento de una tradición familiar de cineastas que alimentó el cine popular mexicano desde mediados del siglo XX, dirige una adaptación donde predomina esa pasión de recreación folclórica tan característica impartida tanto por él como por otros de sus coetáneos, con la historia de una pareja de clase alta que contrae matrimonio dando a luz a un bebé; pronto un familiar les advertirá de una terrible maldición que podría poner en serio peligro al neonato. Tan pronto descubramos que esto tiene una estrecha relación con el mito de la Llorona, Cardona explicará su origen con un ampuloso flashback repleto del oficio que ha caracterizado su cine y con el que aborda esa implementación escénica del folclore rural, embelesado por el habitual blanco y negro de este tipo de historias. Dicha mirada a atrás dentro de la línea narrativa permite a Cardona abordar el mito desde dos prismas temporales, con especial importancia a la trascendencia de la leyenda a través del tiempo con un eterno legado que, tanto en la ficción como en realidad, da vigor a su peso en la idiosincrasia popular del país.
La Llorona dispone de una conjunción dramática al servicio de un terror sutil que camina con equilibrio en sus dos abordajes temporales, aunque la traslación que hará al pasado, con la historia origen del mito en base al romance entre la mestiza y el conquistador español, será la más interesante del film dada la naturalidad clásica del contexto. Con todo, esta versión de Cardona cuenta con una predisposición no exactamente dirigida a los tropos básicos del terror, aunque derive tanto la evolución de caracteres como el esquema de arquitecturas conceptuales hacia los estamentos estilísticos del cine de género de la época. Dos conceptos manejados de manera férrea son la amenaza latente y la inseguridad por parte de los personajes a una maldad etérea, cimentados ambos en la figura de uno de sus secundarios. Este, una niñera que se erigirá como la reencarnación contemporánea de la leyenda, protagoniza un último tercio resuelto con afinidad a las aristas menos condescendientes de esta tipología de fantástico, que redondea su envoltorio de fábula popular.
Leal a su material de partida y edificada con las líneas más precisas del lenguaje de la Serie B, esta versión de La Llorona se mantiene fiel en espíritu a los estándares del fantástico mexicano a la hora de rescatar e inmortalizar el lado más tradicional de sus mitos y envolverlos en los esquemas cinematográficos no enfocándose en la típica dramatización escénica superflua, sino con el objetivo de explorar toda su relevancia en la mitología popular. Aún no cayendo en el vestigio más terrorífico de la leyenda, del que prefiere rescatar las consecuencias dramáticas de su legado, Cardona es fiel a su escuela y plantea su abordaje con ese sentido para el género que identificó gran parte de su filmografía, de la que la obra en cuestión supone una de sus piezas más dignas de rescate.