El tremendo impacto cinematográfico que tuvo el estreno de una película como El exorcista de William Friedkin allá por un ya lejano 1973 derivó en la explotación de su trama y argumento en una serie de producciones que amasaban sin sonrojo alguno los esquemas arquetípicos de la obra de culto del terror. Ya fuera en ‹mockbusters› de serie como ese Exorcista turco dirigido por un tipo de prestigio como Metin Erksan, como en otras cintas del ‹eurotrash› principalmente erradicadas en Italia y España.
Uno de los ejemplos más claros de cine de explotación del tema fue La endemoniada, película española producida dos años después de la de Friedkin y dirigida por uno de los padres del fantaterror patrio como fue el coruñés Amando de Ossorio, aclamado y respetado cineasta español venerado fundamentalmente gracias a su tetralogía de los caballeros templarios zombies que es objeto de estudios y reposiciones en medio mundo.
Ossorio fue uno de esos niños que fomentó su cinefilia tras el visionado de los clásicos del terror de la Universal como Drácula, La momia y sobre todo Frankenstein y su novia, películas que le perturbaron hasta el extremo de dejar una tranquila y estable carrera de banquero para abrazar el arte cinematográfico como profesión.
Esto le llevó, tras un inicio de aprendizaje en rodajes de muy diversa índole, a especializarse en la puesta en marcha de proyectos pertenecientes a un género de terror que empezaba a abrirse camino en la España franquista siempre enmarcados en los esquemas de la serie B de bajo presupuesto que precisaba de rodajes draconianos y muy ajustados tanto en lo económico como en lo referente a tiempo de rodaje.
La endemoniada se integra en la etapa de madurez de Ossorio como cineasta, siendo especialmente evidentes las señales de su adscripción al cine de explotación comercial que buscaba como principal objetivo recaudar el máximo dinero posible en taquilla para poder seguir aprovechando el filón de la mina hallada, y así continuar exprimiendo el bolsillo del espectador con nuevas vetas. Uno de los puntos que denotan este hecho es que para el papel de la niña endemoniada el gallego eligió a la debutante Marián Salgado, inquietante niña del fantaterror español recordada por su presencia en otra obra de culto del terror hispano como ¿Quién puede matar a un niño?, infante que había prestado su voz a Linda Blair en el doblaje para España de El Exorcista de Friedkin, punto que evidencia las pretensiones de aprovechamiento de los vientos mercantiles favorables del film estadounidense que guardaba la producción patria.
A pesar de que sus claras ambiciones mercantiles pudieran ser un aspecto muy negativo del producto analizado, la cinta de Ossorio cuenta con no pocas virtudes que resultan encantadoras y desde luego muy interesantes. A la añadida oportunidad otorgada a una presencia tan inquietante y fascinante como Marián Salgado, se añade una muy meticulosa fotografía (punto siempre muy cuidado por Ossorio que a la vez que cineasta era un apasionado del mundo de la fotografía) y una adaptación del molde argumental de la cinta estadounidense al universo patrio con curas católicos con importante influencia en los asuntos políticos y sociales de la comarca, políticos autoritarios, supersticiones gitanas, brujas cañí, institutrices entrometidas y prostitutas que han elegido la profesión después de un desengaño amoroso que más parecen vinculadas a los folletines hispanos que a una historia situada en la literatura del mundo anglosajón.
La cinta arranca mostrando a una anciana irrumpir en una iglesia católica para destrozar sus símbolos e invocar a Lucifer en una especie de ritual satánico. Acto seguido descubriremos que en la comarca (parece que británica) donde se ubica la historia están teniendo lugar una serie de raptos de niños que parecen fruto de una secta que busca sacrificar infantes en nombre de pérfidos objetivos. Conoceremos al padre John (excelente Julián Mateos cuyo parecido físico con Jason Miller es cristalino), un cura católico que esconde ciertos tormentos del pasado y a Mr. Barnes (Ángel del Pozo) el político encargado de mantener el orden y la calma de la región quien impone su política de mano dura con los delincuentes sin ningún tipo de tapujo.
Ambos están convencidos que detrás del sacrilegio de la Iglesia y de la desaparición de un niño se halla una vieja gitana y su séquito de seguidores que parecen ser adoradores del demonio. Sin pruebas fehacientes deciden dar orden al comisario de policía (Fernando Sancho) de detener a la anciana para someterla a un interrogatorio. Del mismo se deducirá que la vieja es la responsable del sacrificio del menor desaparecido con objeto de ofrecer su sangre de ofrenda al diablo, sin embargo la vieja decidirá tirarse por la ventana para evitar desvelar más secretos de su organización.
Al enterarse del deceso de su maestra una joven discípula decidirá convocar a Satán para que el espíritu de la vieja salga del cuerpo y posea al de la bisoña hija de Mr. Barnes (Marián Salgado), una cándida e ingenua niña que de repente pasará de ser un espíritu limpio y puro a ser un diablo que lanzará toda una serie de palabras soeces e improperios contra todo bicho viviente que se cruce en su camino.
La película mostrará a partir de este momento la posesión de la niña por el espíritu de la bruja fallecida (incluido el maquillaje al que se someterá a Marián Salgado para mimetizarla con el aspecto físico de la bruja) como principal eje argumental. Mostrando así sus actos viciados y corrompidos, sus invocaciones al demonio que provocarán movimientos de muebles y puertas sin motivo aparente, el martirio al que somete a su institutriz (Lone Fleming) a la que acusará de viciosa y ramera por su relación con un periodista. En paralelo se desarrollará una subrama amorosa que vincula al padre John con una antigua novia a la que abandonó por el sacerdocio y que acabará de prostituta en la ciudad y asimismo los esfuerzos del padre de la niña y del cura por tratar de curar el alma de la retoña siendo finalmente necesario recurrir al exorcismo en el momento en el que se descubre que es el espíritu de la bruja el responsable del comportamiento febril y achacoso que sufre la niña.
La película es un claro ejemplo de cine de explotación mercantil de terror en toda su dimensión. Esto es, el argumento es simplemente un medio que justifica el fin sintiéndose ello en la total ausencia de estudio psicológico de los protagonistas o en cualquier intento de profundizar en aspectos de crítica social (como podría haber sido el comportamiento bastante totalitario de Mr. Barnes) o de otorgar mayor peso en la trama a personajes secundarios que pasan como meras comparsas a lo largo del metraje del film. Esto no es un defecto en sí mismo, pues habla de la honestidad de un film que no trata de engañar a nadie con subterfugios impostados, sino que apuesta por aprovechar su principal meta que no es otra que la mercantil pura y dura.
Los efectos especiales son especialmente pobres y exiguos como esa sangre de témpera de rojo magenta Pelikan que emana de la cabeza de los muertos o las míticas secuencias de la poseída dando giros de cabeza de 360 grados mientras su cuerpo permanece inmóvil como si fuera un maniquí o la tremenda escena de la niña descendiendo por la fachada de un edificio sin que la fuerza de la gravedad provoque que su falda caiga hacia abajo.
No obstante, el engranaje del film contiene muchos puntos encantadores como una más que correcta fotografía, un montaje bastante funcional y efectivo, unas buenas interpretaciones que funcionan a la perfección para lo que se pretende, una fina ambientación en una comarca inglesa (donde son reconocibles ciertos parajes madrileños como el Parque del Oeste y los muros históricos de la Casa de Campo), unas estupendas secuencias de atmósfera muy sombría como los aquelarres de las brujas y la escena donde la niña mimetizada en la bruja da rienda suelta a toda su maldad contra el novio de su niñera, un homenaje muy sentido y sincero a algunos clásicos del terror siendo especialmente claros los referentes a una cinta de culto como El hotel del terror y un final bastante seco, abrupto y pesimista que deja un impacto tétrico y trágico en el espectador que le sienta fenomenal al conjunto del film.
Todo ello ayuda a calificar a La endemoniada como un clásico de culto supino del Fantaterror español que además de un pasatiempo más que digno, hecho que marca su honestidad y sinceridad en el sentido de no pretender para nada engañar al público, cuenta con una interpretación para el recuerdo de Marián Salgado en su debut en el cine como actriz frente a la cámara, siendo especialmente memorable su maquillaje artesano y esa voz de ultratumba que sigue inquietando al espectador contemporáneo.
Todo modo de amor al cine.