La historia de la religión está llena de mártires: Moisés, Sansón y el mismo Jesús sacrificaron sus vidas en honor a su fe y creencias, y es curioso como en muchos de estos casos los verdugos terminaron siendo personas de la misma comunidad religiosa, las cuales por la incapacidad de tolerar o aceptar la visión de estos profetas o santos elegidos por la divinidad terminan repudiándolos y conspirando en contra de ellos. Bernadette viene a ser otra de estos mártires, una joven e ingenua pastora francesa del siglo XIX que en uno de sus paseos se encuentra con una imagen de la que parece ser la virgen, y producto de este encuentro la vida de todos los que la rodean y se asocian con ella mejora considerablemente.
Bernadette es un personaje extremadamente noble, es una mujer de aquellas que camina por el mundo como si por su mente nunca se hubiese cruzado un mal pensamiento, una figura increíblemente virginal y casta, una doncella dulce y siempre pura, y tal parece que por lo mismo es elegida para llevar a cabo la misión que la virgen le encomienda, pues después del primer encuentro ella deberá continuar visitando el sitio de la imagen. Es aquí donde la duda se instaura, pues junto con Bernadette, muchas personas irán a acompañarla en sus recorridos y para la perplejidad de estos serán incapaces de identificar la sagrada figura con la que Bernadette se comunica ¿Es acaso la experiencia de Bernadette producto de la locura? Al menos la cinta parece sugerir lo contrario, pues el poder curativo de Bernadette así como el de sus obras demuestran la validez de su sacralidad. El gobierno y otros sectores como psiquiatras y curas escépticos serán los enemigos de Bernadette, quienes entenderán sus actos como propios de un culto pagano y harán todo lo posible por desmeritar sus acciones. He aquí la imagen que también sugirió Carl Theodor Dreyer en Ordet con el “creyente que no cree”, pues la institución y sus feligreses, si bien se apropiaron de la fe de Israel, siempre entienden a los milagros como algo improbable de suceder en la realidad, como si fueran conscientes de que lo que promulgan es un mito.
La película se enriquece gracias al desarrollo de sus personajes. A lo largo de esta cada uno de los sectores irá exponiendo el porqué de su incredulidad, hay aquí figuras aún hoy en día recurrentes como el fanático que desprecia su misma fe al verse traicionado por ella o la monja que ataca la postura de Bernadette porque la envidia. También hay ecos de la historia de Juana de Arco, pues Bernadette deberá atravesar juicios en donde se pondrá en riesgo su vida y su libertad que a la vez abrirán nuevos debates teológicos.
Cabe resaltar la participación de los actores, en especial Jennifer Jones como Bernadette, la cual sabrá generar siempre un aura de paz y sacralidad a través de la nobleza de sus gestos y la elegancia de sus pasos. Además, la película cuenta con la participación de un joven Vincent Price que con su característico acento sabrá llenar de altura y arrogancia a uno de los administradores de la región.
La canción de Bernadette es el valioso retrato de un personaje de la historia real de Francia que vale la pena analizar (especialmente por aquellos cercanos a la fe), pues nos permite profundizar en cómo las sociedades de manera quizás inconsciente se han ido haciendo más incrédulas y por esto aquellos “elegidos” por la divinidad son a veces los más repudiados y despreciados por los fieles.