Ju-On, The Grudge, La Maldición, “la del niño de los polvos de talco”, “lo de Kayako…”, etc. Muchos nombres, muchísimas entregas y productos derivados, como mangas, un ‹crossover› con Sadako y un videojuego de la Wii.
Como es fácil perderse, aquí “Snuff’s How To Ju-On”:
∗ 1998: Takashi Shimizu rueda sus cortos 4444444444 y Katasumi, esbozos muy definidos de lo que sería toda la saga.
∗ La primera entrega de la saga es una directa a vídeo del 2000 conocida como Ju-On o La Maldición y es la película de la que quiero hablar.
∗ Ese mismo año aparece una secuela en el mismo formato: Ju-On 2.
∗ En 2002 y 2003, tras verse el potencial de estas dos entregas, el propio Shimizu hace un remake de ambas, estrenados en cines: The Grudge 1 y 2. Si bien en España “también” se conocen como La Maldición, lo de The Grudge es la diferencia con los títulos anteriores. Esta Ju-On: The Grudge es la película de la que se suele hablar al referirse a la película genéricamente.
∗ 2004 y 2006: Takashi Shimizu rueda los remakes americanos de sus propios remakes japoneses: El grito 1 y 2 en España.
∗ 2009 es un año fértil para la saga: se estrena El Grito 3 en EEUU y dos mediometrajes de una hora para conmemorar los casi 10 años de las películas originales: The Grudge: Girl in Black y The Grudge: Old Lady In White. Hasta ahora, todos los productos de la saga habían sido dirigidos por Shimizu; ninguno de estos tres lo es.
–En 2014 y 2015 se lanza en Japón el ‹reboot› de la saga, compuesto por dos películas dirigidas por Masayuki Ochiai: Ju-On: Beginning of the End y Ju-On: The Final Curse.
-2016: El inevitable ‹crossover› de las dos divas más icónicas del ‹J-Horror›: Sadako vs. Kayako.
–2020: llega el ‹reboot› estadounidense de la franquicia…
Es buen momento para sacar a colación Ringu. Son sagas hermanas, culpables de que en occidente empezáramos a hablar de ‹J-Horror›. Es divertido conocer a una a través de la otra. Ringu, por ejemplo, también fue estrenada al mismo tiempo que su secuela… que no es Ringu 2, sino un curioso aborto llamado Rasen, Ringu 2 sería la enmienda a ésta.
Pero en realidad sus similaridades son más contextuales: fantasmas femeninos, vestidos de blanco, con el pelo suelto, largo y negro en busca de venganza tras sufrir una muerte horrible. Como ya se ha explicado mucho mejor en otros sitios, puramente cultural, el folklore fantasmal japonés está siempre acompañado de esta figura.
La forma de presentar a este antagonista central es lo que cambia, aunque sea mediante un método similar: hay que descubrir el origen de Kayako/Sadako para así, quizá, poder detenerla. En Ringu esto es lo que hace avanzar la trama y será el trabajo de los personajes el que irá deshaciendo este ovillo, adelantándose mucho y en ocasiones de forma liosa al espectador, manejando características propias del thriller. Esto se explotará más todavía en la secuela canónica Ringu 2. En cambio, en Ju-On será el propio espectador el que, a través de una ruleta de protagonistas, tendrá que deducir en buena parte qué fue lo que pasó con Kayako. Todo ello a través de una serie de ‹sketches› terroríficos en los que el susto y ver dónde se le ocurrirá a Shimizu colocar a Toshio, al gato o a Kayako son el eje del interés del espectador. Y esto es lo que tendremos en Ju-On 2 y, en realidad, en toda la saga. En cambio, con Ringu tendremos uno de los más exitosos remakes americanos de una producción japonesa de terror, una precuela más centrada en el drama que en el terror y una serie de experimentos que en la mayor parte de los casos no han llevado a ningún sitio, pero al menos es posible diferenciar uno de otro.
En conclusión respecto a la comparativa de sagas: Ringu es indiscutiblemente la pionera, pero se trata de una obra más autoral y convencional. Ju-On, en cambio, desde su voluntad más guerrillera y explotativa, está proponiendo una nueva forma de disfrutar del terror, una desconstrucción del género. Ahora, Ringu a lo largo de sus entregas, dentro de la convención, ha sido infinitamente más innovadora que Ju-On, que sigue dando vueltas, sobrevolando siempre de cerca su primera entrega.
Ju-On surge como hija del ‹V-Cinema›, ese formato de películas pensadas para el formato doméstico que en Japón arrasó de forma muy particular. Eran (o son, en cierto modo el fenómeno aún vive) frecuentes en esta subcorriente los bajísimos presupuestos y las altísimas dosis de sexo (el ‹pinku eiga› se abrió camino en este formato) y violencia (Takashi Miike también). En una entrevista sobre alguno de los remakes americanos, a Shimizu no parecía importarle demasiado estar sujeto a un PG13: algo que podría ser vital para otros directores no resulta relevante en esta saga. Ju-On sólo tiene en común con esa rama más salvaje del ‹V-Cinema› dos cosas: una gran voluntad de explotación y un presupuesto bajo que será la maldición que ocasionará un remake al que le sucederá otro y al que le sucederá…
Porque ver la primera Ju-On, la que salió directamente a vídeo, podría ser una buena forma de comprender por qué puede ser interesante hacer el remake de una película. Pero es ahora, años después, cuando la película original cobra nuevos significados. Verla como lo que es, como un obvio ‹V-Film› que parece salido de una aguerrida escuela de audiovisuales, le da otra dimensión. Si la Ju-On de 2002 es una evidente mejora de ésta (aunque esencialmente la misma película), es precisamente esa desnudez en las formas la que puede hacer la original interesante para el veterano del terror. Resulta impresionante ver contenidas en una película tan diminuta (no sólo en presupuesto: dura una hora y diez) escenas de un impacto tal que su eco resuena a día de hoy, escenas que de algún modo arcano logran evocar un terror purísimo.