A día de hoy conviene señalar el personaje de Harry Palmer como manera de reformular y descontextualizar la figura del espía, ese concepto de individuo cuya ejecución profesional se basa en la obtención de datos e informaciones aparentemente confidenciales y ocultas. Nacido a partir de las novelas de Len Deighton, la primera película del ya icónico personaje interpretado estoicamente por Michael Caine es Ipcress, un film que se origina con la idea ajustar la ejecución del espionaje lejos de los estrafalarios procedimientos de la saga de James Bond, subgénero en sí mismo dentro del spy e iniciada justo tres años antes de esta con Agente 007 contra el Dr No. A pesar de que Ipcress comparta con Bond la figura del productor Harry Saltzman (y ya puestos, al compositor John Barry y al director de fotografía Otto Heller) su premisa clara era la de alejarse del carácter heroico y folletinesco del personaje creado por Ian Fleming para crear un espía mucho más cotidiano y cercano. No es casualidad entonces que lejos de los efluvios de elegancia y de entusiasta aventura con los que es habitualmente presentado Bond, aquí la introducción al personaje se hace mostrando a Palmer como un tipo ordinario, que en los créditos de inicio se presenta preparando su desayuno y enfundándose su indumentaria de trabajo. Su profesión se exterioriza en el personaje como un oficio aburrido, tedioso y envuelto en unas localizaciones comunes y frías; es en estas donde la película centra su intriga y suspense, con monótonos despachos y oficinas, nada que ver con las evasiones exteriores de ese James Bond que recorre medio planeta en sus misiones. Harry Palmer es un protagonista común, anónimo y semejante al espectador.
La trama postula en su premisa cómo un científico es secuestrado en extrañas maneras; así, se contará con un primer acto muy diferenciado que compaginará ligeros avances en la historia para presentar progresivamente a Palmer: trabajador cansado de lo ordinario y amante de la música clásica, es un tipo que añora su ambiguo pasado y ejerce un disimulado sarcasmo en sus acciones, dentro de las labores de un trabajo que parece odiar pero que no le impide responder profesionalmente a todo aquello que se le requiera. Caine se enfunda las gafas de pasta para exteriorizar la frialdad y resignación de Harry Palmer; algo que haría por primera pero no última vez, ya que Ipcress sería a la postre el inicio de una saga de películas que seguiría con milimetrada estructura formal las características intrínsecas de Palmer y un universo, que como decimos, responde con opuestas maneras a la corriente fílmica de espionaje que parecía continuar el cada vez más estrambótico calado de la saga Bond. La dirección corre a cargo del canadiense Sidney J. Furie, antiguo artesano de la narración vendido posteriormente a la versión más desprejuiciada del entertainment americano. Este propone una realización con ciertos aires vanguardistas en su cuidado sentido del plano o medida composición del encuadre y la panorámica, además del atrevimiento de contar con unos ángulos de ejecución rebuscados y calibrados, proponiendo en el film una elegancia quizá inesperada. Furie se deja imbuir de la frialdad de las localizaciones inglesas para inspirar un sentido autóctono al universo de Harry Palmer, en unas formas mucho menos complacientes que la saga Bond y apoyando ese sentido de la cotidianeidad y la indiferencia. Al mismo tiempo Ipcress expresa un medido suspense en muchos de los valores comunes del cine de espionaje (persecuciones, conspiranoia, desconfianzas, traiciones…), donde la ejecución del ritmo por parte del director se convierte en primordial, notándose ciertas maneras predispuestas hacia el drama, donde la relevancia de la paulatina descripción de Palmer con su inherente carácter y universo llevará al film a ubicarse en una posición realmente singular en su género.
Paralelamente, Ipcress desarrolla una imaginería de trasfondo muy destacable y atractiva: su ambientación en el clima denso, desafiante y desconfiado de la Guerra Fría, la mordacidad con la que nuestro (anti)héroe responde a muchas de las situaciones o incluso ciertos devaneos psicodélicos en su traca final, que rompen de manera armoniosa el tono previo pero en una naturalidad inesperada. En la Gran Bretaña de los años 60 nacía con Michael Caine un nuevo prototipo de actor británico; al mismo tiempo, Harry Palmer originaría un peculiarísimo nuevo estandarte del espía británico: natural, cercano, inteligente y sarcástico. Nacía Harry Palmer.