El veterano director británico Michael Winterbottom, quien a lo largo de su carrera se ha caracterizado por explorar temas de gran calado político y social internacional, obtuvo el Oso de Oro en la Berlinale con una demostración de sus inquietudes temáticas y que, además, era bastante hija de su tiempo y lugar; ubicada en el contexto de la invasión estadounidense de Afganistán. Narrando una historia ficticia pero en un formato semi-documental, In This World trata de la representación del largo y tortuoso recorrido que realizan Jamal, un adolescente afgano, y su primo Enayat, a lo largo de miles de kilómetros desde el campo de refugiados de Peshawar, en Pakistán, hasta Londres. Durante su camino, se topan constantemente con la persecución de las autoridades locales y la dudosa ayuda de traficantes sin escrúpulos y estafadores, pero también con personas en situaciones similares, con quienes se hermanan.
La urgencia social y política de lo que cuenta es más que evidente, narrando no solamente una historia paralela a las muchas que estaban sucediendo, sino además obteniendo una triste clarividencia sobre el futuro cercano: Jamal está interpretado por un adolescente refugiado afgano real, y su complicada situación migratoria posterior a la filmación queda patente en la nota añadida a los créditos finales de la película. In This World es toda ella ficción, pero su base en la realidad está ahí y es tan íntima que en muchas ocasiones resulta ambigua. Empleando actores no profesionales, varios de ellos interpretándose a sí mismos o grabando en localizaciones reales en todos los países que se visitan a lo largo del recorrido, y en ocasiones encontrando resistencia de las autoridades locales, la producción de esta cinta es toda una odisea comparable al viaje que retrata y ello le permite, también, describirlo con una cercanía y una complicidad emocional impecables.
Existen, por supuesto, algunas reticencias a este esfuerzo. Hay una tendencia a comprimir los hechos de una forma que, en mi opinión, no es en nada favorecedora a la escalada dramática de la historia. Por ejemplo, usa con frecuencia elipsis frente a sucesos tensos o dramáticos que los deja aislados, sin una contundencia adecuada ni una resolución natural o gradual; asimismo, al recorrer diferentes lugares en relativamente poco tiempo de metraje, los cambios de localización constantes, señalados mediante carteles, se sienten bruscos y siguen una línea temporal muy irregular, en la que lo mismo dan 24 horas que dos semanas. Creo que el intento de dar una apariencia documental a la película es muy entendible en esa imagen de cercanía que pretende transmitir Winterbottom, y que sin duda obliga al espectador a mirar de una forma distinta; pero al fin y al cabo esto sigue siendo una ficción y puede utilizar los mecanismos de énfasis de la ficción para que, como mínimo, transmita menos frialdad o destaque mejor las secuencias emocionalmente más impactantes de su metraje. Otro aspecto que no termina de convencerme es su forma de rodar las escenas de pánico y confusión; con la identidad visual que imita dicho estilo documental, el resultado es una cámara temblorosa y borrosa, en la que apenas se alcanza a ver lo que está pasando. La idea de dar autenticidad o apariencia de grabaciones reales es menos eficaz, en mi opinión, de lo que pretende su director, y muestra la necesidad de mantener un equilibro entre enfoques radicalmente distintos para que uno no se coma al otro por completo.
A pesar de estos peros que no puedo dejar de encontrarle por su propia forma de estructurarse y la dificultad de compaginar ambiciones tan diferentes, considero que la cinta es no solamente una experiencia que merece mucho la pena, sino que pudo aportar una claridad de ideas brutal y, particularmente al público europeo, sobre la situación dramática y extrema que se vive en los campos de refugiados literalmente a la vuelta de la esquina. Es una película muy dura y que transmite una desazón constante, que se introduce sin ningún tipo de romanticismo a la vida cotidiana en esos entornos y también al drama de la inmigración, de no pertenecer a ningún lugar, tener que esconderse para sobrevivir y encontrarse en mil situaciones precarias antes de llegar a un destino y constatar que la incertidumbre no termina tras el largo viaje. Es, también, una crítica a numerosos aspectos plenamente normalizados en las sociedades que visitan, desde la frialdad desdeñosa europea frente a las personas con necesidades humanas básicas hasta el vigilantismo autoritario de los gobiernos de Oriente Medio, en un permanente estado de militarización por sus circunstancias históricas y geográficas; pero en toda esa hostilidad, hay en cierto modo un hueco para destacar cómo personas de diferentes lugares y orígenes se hermanan culturalmente, destacando entre todas estas cosas una visión de las sociedades islámicas de la zona que, sin poner un filtro romántico, sí comprenden el carácter identitario y comunitario de las mismas de una forma mucho más empática de la que se acostumbra a tratar en ficciones occidentales sobre estas.
In This World demuestra atrevimiento y contundencia al enfocarse en un tema que no por recurrente deja de ser urgente, y lo hace con una cercanía que golpea con fuerza y sacude esquemas. Tiene sus problemas y debilidades, derivados de las complicaciones de elaborar un formato mixto y hacer de ello una unidad coherente; pero, al mismo tiempo, ofrece puntos de vista muy valiosos y la suficiente dosis de empatía y esfuerzo por comprender y transmitir esas realidades a fondo.