El fútbol como espectáculo y deporte de masas determina las aficiones, forma de vida e incluso las aspiraciones profesionales de millones de personas en todo el mundo. Resulta casi imposible eludir la mitomanía, la épica y el conflicto asociados a este inmenso negocio que define el juego y la forma de relacionarse de muchas personas desde la infancia. El partido del domingo con los amigos, el participar en una liga de tu barrio en campos de arena repletos de charcos en cuanto llueve un poco, la dificultad para completar una alineación por compromisos laborales o personales, las disputas internas, el retraso del rival para presentarse y mil anécdotas recurrentes… todo esto tiene cabida en Hoy partido a las tres (Clarisa Navas, 2017) como reflejo de la realidad cercana de las jugadoras que componen el humilde equipo de “Las indomables”, a quienes vemos entrenar al comienzo de la película como preparación para un campeonato que forma parte de unas celebraciones con ciertos intereses políticos locales detrás y escasa asistencia de público. Sin una protagonista concreta, el relato se fragmenta en diversos personajes y una perspectiva coral impresionista que registra el paso del tiempo principalmente centrado en la espera del partido. Un partido que es lo más importante para ellas, que se tiene que celebrar sí o sí, cueste lo que cueste, para justificar su presencia y el desplazamiento.
La mirada de Navas está cargada de una ironía palpitante hacia las circunstancias que envuelven el evento y los pequeños grandes momentos que se desarrollan entre ellas y hacia las rivales. Con destellos de incipientes historias de amor o pasión desbordante, la amistad y las rencillas aparecen al mismo tiempo que se observa el juego con una cámara en mano inmersiva muy preocupada por mostrar la naturaleza colectiva del fútbol sin renunciar a destacar las decisiones y actitudes individuales, con sus aciertos y errores, que marcan el desarrollo del juego a través de sus diferentes personalidades. Lo lúdico está tan presente como las tensiones subyacentes, así como la belleza y claridad de una buena jugada contrastada con el barrizal en el que corren y pasan la pelota lo mejor que pueden. Clarisa Navas desvía la atención hacia el fuera de campo (de fútbol) cuando no son sus personajes principales quienes compiten para señalar también toda la cultura creada alrededor del mismo. Desde su interés por los partidos de la liga profesional masculina —y vestidas con las camisetas de ídolos y equipos internacionales favoritos— hasta sus esfuerzos por obtener nuevas equipaciones aprovechando las circunstancias y llevar a competir en sitios de mayor relevancia.
Siendo su relato el de un equipo femenino, la cinta obvia la idea de apropiación de estos espacios por parte de las mujeres. La directora lo da por hecho y es sin duda un signo de nuestros tiempos —aunque pueda detallarse la presencia de algún energúmeno entre los espectadores al que tratan con una merecida respuesta—. Se entiende tácitamente que son sus espacios. Lejos queda ese retrato absolutamente delirante de Las Ibéricas F.C. (Pedro Masó, 1971) donde se cuestiona el mismo derecho de las mujeres y su habilidad para practicar fútbol con discursos que ahora sólo provocan vergüenza. Pero también quedan superados los mensajes sobre la necesidad de oportunidades para validarse, para demostrar que merecen su lugar, en ámbitos eminentemente masculinos como ha sido tradicionalmente el deporte profesional. Era el caso de la magnífica A League of Their Own (Penny Marshall, 1992), donde también se trataba las dificultades del desafío de los roles de género por parte de las mujeres. Algo todavía presente en la más reciente Bend It Like Beckham (Gurinder Chadha, 2002), aunque allí ya se establecía cierta normalización del fútbol femenino, que sólo tenía que superar algunos prejuicios ya considerados como anacrónicos.
Hoy partido a las tres parte del fútbol como fenómeno social para acercarse a lo íntimo de sus personajes desde la sutileza y la ambigüedad del subtexto de la observación de las situaciones dentro y fuera de la cancha con una aproximación naturalista. Esto es lo que define por completo su metraje sin un argumento concreto, más pendiente del ambiente, de las dinámicas internas de los equipos o de las dificultades que deben superar en sus entornos familiares para asistir. Al mismo tiempo logra darle cierto sentido de viaje personal a varias de sus futbolistas como la supuesta estrella del equipo —que siente la presión de estar a la altura de las expectativas que ella misma se impone— o la de una compañera harta de que no le pase el balón y de no salir nunca a jugar salvo si las circunstancias le obligan al entrenador. El fracaso o la derrota dan igual, porque ellas seguirán jugando guiadas por un sentido de lealtad hacia sus colores y, sobre todo, hacia sus compañeras. Se trata de una compleja panorámica de una auténtica comunidad con su propia identidad compartida en la que el fútbol y la vida se confunden y acaban siendo la misma cosa.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.