Otra nueva colección de cuentos infantiles con moraleja de adultos ha llegado a las puertas de Hollywood. Lo de ponerle mallas al macizo de turno o una verruga a la actriz de Oscar siempre vende, y rememorar gratos momentos de ayer y hoy es el reclamo elevado a la enésima potencia. Ante la imposibilidad de elegir un único cuento, se elige un remix de grandes éxitos de los hermanos Grimm y se pule con una extensa amalgama de canciones acordes al bosque.
En resumen, es día de pasar por caja, y nosotros aprovechamos para revisitar la cara oscura de la luna y traer la contra-oferta, porque menos es más de vez en cuando. Los hermanos Grimm son unos asiduos a la fantasía con carga emocional profunda, siempre sacándole punta a la realidad, y por ello son elemento básico de adaptación cinéfila: crítica social, drama, animación, musical… un lenguaje que se aplica a cualquier generación o punto geográfico. De todas las posibilidades, me decanté por holandeses fuera de lugar —los checos ya estaban cogidos, no dudéis en visitar el texto de Nacho Villalba sobre La dama de las nieves—. Al fin y al cabo… ¿se ha diseccionado ya suficientes veces la historia de Hansel y Gretel? Probablemente yo sí, con películas como Amantes Criminales de François Ozon o —esto me lo cuestionaría cualquiera pero mis argumentos son irrefutables— en la «pluricuentil» Rabies de Papushado y Keshales. Pero la culpa es de los directores, no mía, ese toque incestivo que se le aplica a dos «hermanos» sumidos en la pérdida resulta muy tentadora para todos.
Analicemos la seleccionada pues, que no es otra que Grimm (el nombre no podría ser más ideal) obra de Alex van Warmerdam del 2003. YO que tras ver su debut decidí no emitir opinión alguna de tan complejo autor, ya voy por la segunda aproximación a su universo paralelo en un mes.
Con su implacable situación de la adultez en el epicentro del cuento, dos hermanos son abandonados de un modo triste y rastrero en pleno bosque, encontrando pronto, hambrientos, una casa de chocolate en la que alimentarse, con un nefasto resultado, claro, las brujas siempre están dispuestas a pervertir a cualquier alma cándida, y si son dos, mucho mejor. Aún comenzando con el cuento básico, aquel que todos conocemos, Warmerdam consigue zafarse rápidamente de convencionalismos y dar un punto más complejo a la moraleja, prolongando el desenlace estipulado hasta un punto de no retorno.
Porque la historia tiene un fin, que remite al inicio una y otra vez. Esto les lleva un viaje hasta España, una árida que poco a poco va despertando unas claras reminiscencias western, que les acoge entre chocolates más suculentos y envidias más pronunciadas. Los hermanos: ellos tienen una relación marcada por la sobreprotección, sí, pero los celos siempre preceden cualquier consensuado enlace familiar. Este toque de atracción física más allá de lo fraternal (el director nos hace verla a ella con los ojos del hermano, deseando su cuerpo, y a él con los ojos de la hermana, deseando ser su única propietaria), se ve quebrada por la presencia de Carmelo Gómez, una sombra que acecha como un lobo a los dos abandonados.
Es hora de desestructurar familias y convertir el espionaje y las preguntas inoportunas en una idílica trampacon semblantes detalles donde el peligro no es tan consecuente. Warmerdam se salta elementos esenciales y va trasladando la historia a la puntualidad en la que mejor se acomoda su narración, un efecto que atemporaliza su desdicha y que retrata su intención: la supervivencia sobre todas las cosas.
Los personajes, pocos pero esenciales, son pilares ligeramente extravagantes que les permiten dar pasos en falso a los dos protagonistas. Nada es fácil, la vida no es un camino de rosas, y los jóvenes holandeses, lejos de casa, tienen un futuro poco esperanzador. Las brujas se convierten en cazadores, y dejan de succionar esencias para querer cazar trofeos.
En el fondo están la religión, la burguesía y los llaneros solitarios, pero en primera línea aparchecen aquellos que dan nombre a la película, los hermanos Grimm, que aleccionaron a todo cineasta dispuesto a tergiversar sus palabras al gusto. Hansel y Gretel, aquellos indefensos huerfanillos con los que se debe tener mucho cuidado, se pueden revolver y ganar su lugar. ¿La comparativa con Into the Woods? Allí tal vez canten, pero en Grimm hay un baile esencial con una mujer de las que abandera Alex van Warmerdam.