Apoyándose en los cimientos del entonces emergente cine de espionaje, y bajo la batuta de una industria italiana en crecimiento aquí con el apoyo logístico de todo un Dino de Laurentiis en co-producción con Yugoslavia, en el año 1969 llegaba a las pantallas Fräulein Doktor, un film con un guión basado ampliamente en algunas de las vicisitudes de la vida de todo un icono par la historia alemana reciente como Elsbeth Schragmüller. Conocida como “la espía de acero”, bajo su penetrante mirada azul escondía una personalidad fría y calculadora, siendo capaz de convertirse en una informadora de primer orden justo en aquellos momentos de la Primera Guerra Mundial donde el bando alemán aún no tenía un engranaje de espionaje establecido. De imponente belleza e incuestionable inteligencia, de ella se decía que no había hombre que no cayese rendido a sus encantos y que tenía la habilidad innata de analizar a quien veía con instantáneos resultados. La interensatísima biografía de la apodada como Fräulein Doktor y Mademoiselle Docteur incluye un relevante protagonismo en el bando alemán, para el que realizó importancias acciones como la creación de una “agencia de mujeres de espías” y un “manual de espionaje”, además de una rivalidad vehemente con la más popular Mata-Hari, conformando un capítulo tan desconocido como apasionante de la historia reciente.
Inspirándose en esta figura, en pleno final de la década de los 60 se estrena esta superproducción dirigida por Alberto Lattuada, experto del melodrama italiano en la que bajo el protagonismo de una preciosa Suzy Kendal se nos presenta la figura de una espía bisexual adicta a la morfina que servirá sus servicios al ejército alemán aprovechándose de su belleza y astucia. Con un entramado que abarca algunos de los aspectos más trascendentales de la Primera Guerra Mundial, donde se visitarán países como Rusia, Gran Bretaña o España, el film deja caer su peso en la actriz protagonista, sólida en su habilidad por dotar de cierta ambigüedad moral a su personaje y donde su cristalina belleza, arma inquebrantable de sus habilidades para el conflicto, jugará un papel trascendental en el desarrollo de las acciones. Fräulein Doktor se compromete con las particularidades propias del subgénero ‹spy›, de trama confusa y paranoia perenne, más encauzados sus desarrollos al melodrama venido del sello personal de su director, y que deja para el recuerdo en este aspecto un sector del argumento clave, como es la relación de la Fräulein Doktor con una lesbiana, diseñadora de gas venenoso.
La película, de guión algo atropellado y argumento confuso en algunos de sus ámbitos, algo que, dicho sea de paso, no debería por qué ser elemento discordante en una película de este género, salvo en esos tramos donde el ritmo se convierte en algo innecesariamente frenético y el personaje principal ocupe por momentos un segundo plano poco eficiente. Pero, a pesar de ello, la cinta se apoya en su ampuloso diseño de producción y la espectacularidad de algunos de sus escenas clave (y, donde, en un intento de abordar la crueldad de la guerra, dejará incluso algún momento de inesperada visceralidad), además de un reparto sólido capitaneado por una Suzy Kendal que, justo antes de convertirse en uno de los rostros más exquisitos y elegantes del cinemabis italiano, aquí se crece en su protagonismo y aguanta perfectamente el peso de la película. En el abanico actoral también se encuentran unas sentidas interpretaciones como las de Kenneth More como jefe de la inteligencia británica, la estoica presencia de Nigel Green como cabeza visible del bando alemán o Capucine, ese icono erótico francés aquí dramatizando a la partenaire femenina de la protagonista.
Sin ser una película que vaya a encabezar los más altos puestos de calidad respecto a su género, de Fräuelin Doktor cabe destacar la amoralidad implementada en su mensaje, sus querencias por retratar la Guerra como un escenario tan hostil como mugriento y reaccionario, consiguiendo por ello inquietudes artísticas que han ido más allá de la propia relevancia del género de espías. Fracaso comercial en su época, su ampulosa producción se llevaría a cabo durante casi 6 meses en un rodaje que abarcó localizaciones tanto de la entonces Yugoslavia como de Hungría, en una película con los suficientes valores intrínsecos que tapan los posibles agujeros que la alejan de ser una pieza perfecta.