Como respuesta a la serie de films protagonizados por James Bond (Sean Connery), producidos por Metro-Goldwyn-Mayer, La Twentieth Century-Fox decide crear su propia franquicia, basada en la figura de un agente secreto similar al ideado por Ian Fleming. Surge así Flint, Agente Secreto (Our Man Flint, Daniel Mann, USA, 1966), en la que se intenta crear un agente secreto netamente norteamericano al que da vida un genial James Coburn, en uno de sus primeros papeles como protagonista. Curiosamente, se le encarga el trabajo a Daniel Mann, un realizador perteneciente a la “Generación de la Televisión” surgida a principio de los años 60 (Stanley Kramer, Robert Altman y Robert Mulligan, Sidney Lumet, Martin Ritt, Arthur Penn o John Frankenheimer), especialista en dramas intensos, realizados con eficacia y solvencia, (Vuelve pequeña Sheba, La Rosa Tatuada, Mañana Lloraré, La casa de té de la luna de agosto, Una mujer marcada) que nunca había dirigido films de acción y muy pocas comedias (El tercer hombre es mujer). Resulta por tanto bastante extraño que un proyecto de las características de Flint —una arriesgada combinación entre los films de James Bond y la comedia pop— se le encargará a un realizador tan “serio” como Mann. Sin embargo, lo cierto es que nos ofrece un film entretenido y a ratos divertido, que consigue bastante bien su propósito, aunque se eche de menos un toque de más locura o de surrealismo.
Aunque el tono general de la cinta bascula entre la comedia y la parodia de 007, la principal novedad que ofrece reside básicamente en el tratamiento del personaje de Flint (James Coburn) que se nos muestra como un agente individualista, que no acepta normas y que va por libre; además posee una inteligencia increíble, un encanto irresistible para las mujeres y es absolutamente pluscuamperfecto e infalible. Posee su propio sistema de claves de comunicación y acepta la misión porque le apetec, no porque se lo ordene su jefe. Vive en un lujoso apartamento con cuatro hermosas mujeres de diferentes nacionalidades (una francesa, una japonesa, una italiana) y un pastor alemán ejerce las funciones de mayordomo, recibiendo a las visitas. De igual modo, posee sus propios gadgets (un mechero multiusos, por ejemplo), su propio jet privado y es capaz de parar las pulsaciones de su corazón mientras duerme. Como karateka no tiene rival.
Comparado con otros célebres agentes o investigadores de comedia, como el Inspector Clouseau, Austin Powers, Frank Drebin o Maxwell Smart/SuperAgente 86, la diferencia es clara y evidente: la comicidad de éstos reside en que, a pesar de su torpeza y su tendencia a crear el caos allá por donde pasan, consiguen salir airosos de sus misiones o superar todos los peligros a los que ven expuestos. En contraste, todos los gags de Flint se basan en situaciones cómicas provocadas precisamente por su infalible perfección o por su inagotable capacidad para resolver los conflictos en los que se ve envuelto con rapidez y eficacia, gracias a un mechero que posee más de ochenta usos posibles, sus habilidades como karateka o de una patente vocación de MacGyver, personaje televisivo del que Flint resulta una especie de precedente.
Pese a todo, Daniel Mann consigue una comedia bastante sobria, en la que todo está perfectamente medido y controlado, que nunca se desmadra ni cae en la astracanada ni el mal gusto. Ni siquiera el personaje de Flint resulta demasiado caricaturesco, sino más bien un simpático y eficaz action-man al que Coburn presta una presencia y un atractivo innegable. No sucede así con los secundarios —Un histriónico Lee J. Coob como jefe de la organización Z.O.W.I.E (emulando al siempre malhumorado Herbert Lom de la serie de films sobre La Pantera Rosa), o el trío de mad-doctors que trabajan para Galaxia (Rhys Williams, Peter Brocco y Benson Fong)—, quienes evidencian un tratamiento claramente paródico e incluso naif de sus personajes.
Sin embargo, Flint, agente secreto parece estar más cerca de Charada o Arabesco en cuanto a desarrollo y puesta en escena —por ejemplo, la banda sonora de Jerry Goldsmith imita descaradamente la compuesta por Henry Mancini para estos films— que de la saga de la Pantera Rosa, orquestada por Peter Sellers y Blake Edwards. La única diferencia reside en que mientras en el díptico de Stanley Donen se le daba bastante importancia a la trama, en el film de Mann, ésta se limita a seguir de manera rutinaria y poco interesante el esquema de cualquier película de 007 sirviendo como excusa para enlazar situaciones cómicas siempre al servicio de Coburn, quien protagoniza además, con su solvencia habitual, unas secuencias de acción excelentemente coreografiadas y resueltas de manera impecable.
Aunque en su momento se convirtió en un éxito de taquilla y Flint se hizo bastante popular, hasta el punto de inspirar dos novelas posteriores, una serie de comics y hasta una secuela (F de Flint), lo cierto es que la mezcla entre cine de acción y comedia no llega a empastar del todo lo que se traduce en un film de interés desigual y que pierde fuelle sobre todo a partir del momento en el que Flint se introduce en la base secreta, oculta en el interior de un volcán, en la que Galaxia planea el fin del mundo. Aunque este bloque es el que más claramente parodia las misiones de 007, lo cierto es que —a pesar de sus excelentes secuencias de acción— no hay manera de tomarse nada en serio y las pretensiones que son muchas y muy ridículas y contradictorias (todo el segmento en el cual Flint intenta que “las mujeres no sean sólo un mero objeto de placer”), quedan al descubierto descaradamente tornándose en un film bastante kitsch y en ocasiones hasta infantil y grotesco. Se echa en falta una mayor capacidad de riesgo, menos elegancia y cursilería. En su lugar, me habría gustado que el apetecible planteamiento inicial hubiera optado más claramente por el esperpento o la farsa alocada al viejo estilo Frank Tashlin, algo que el film está pidiendo a gritos.
Queda eso sí, el personaje de Flint, del cual James Coburn hace una autentica creación y que potencia muchísimo el interés de la película ya que su presencia lo llena toda y consigue un sujeto divertido pero sobre todo con mucho carisma. Sin Coburn el film sería mucho peor.