Justo cuando comenzaba el triste ocaso del cine de géneros en España, que nos sitúa a principios de los años 80, nos encontramos con la singular trilogía de tramas paranormales formada por Viaje al más allá, El Ser y Más allá de la muerte, promulgada por un hombre de cine como Sebastian D’Arbò. Quizá ahora más conocido por su labor de investigador de historias paranormales, D’Arbò, en su salto a la dirección a principios de aquella década (ya había trabajado en otros menesteres en muchas otras películas previas), pareció pretender la inclusión de algún tipo de elemento divulgativo de varios incidentes sobrenaturales de origen real, que siguiendo viejas tradiciones del género el propio director se reservaría una pequeña introducción a modo de prólogo de la película que hoy nos ocupa. Aunque quizá por su ubicación en el tiempo justo en el ya citado decaimiento que el cine fantástico patrio sufría, precedido de una época de auténtico fervor como los pasados años 70 y amenazado por la entonces inminente e inefable Ley Miró, la “trilogía paranormal” de Sebastian D’Arbò vive hoy sumida en un olvido tan solo reprimido por quienes se ahonden en la profunda cinematografía de género del país. Supuestamente basada en una historia real, ocurrida en Barcelona, la trama de El Ser nos presenta a una reciente madre de familia (Mercedes Sampietro), quien ha perdido su marido (José Gras, rostro habitual de la explotación nacional de la época) de una manera inesperada y en el entorno laboral; ahogada por las deudas, la mujer espera cobrar una indemnización por el deceso que permita litigar el dinero debido a la inmobiliaria con la que el matrimonio adquirió su flamante nuevo chalet… Justo en el momento en el que las hostilidades sobre la mujer aumentan debido a este problema (hasta el gerente de la inmobiliaria, para litigar la deuda, le ofrece compensar el adeudo a través de favores sexuales…), inexplicables fenómenos empiezan a invadir la vida de la mujer y sus dos hijos…
Aunque la premisa de la mujer débil y aparentemente indefensa ante un ente malvado o desconocido ya venía siendo constante en el cine de terror de la época (sin ir más lejos, en aquel 1982 se estrenaba El Ente, película comparada constantemente con el film de D’Arbò…) hay que apreciarle a El Ser un constante intento de implementar en la ficción una inventiva visual tan complicada como es la manifestación paranormal, etiqueta que el propio film se da para sí después de un primer tramo de historia que, después de una misteriosa muerte, parece asemejarse más al thriller policíaco. En un esfuerzo por incorporar bajo ciertos clichés del terror una emulación fidedigna de las presuntuosas experiencias paranormales, lugar en el que recae la labor pseudo instructiva de la película, El Ser da fuerza a su historia con una ambigüedad en sus mecanismos que le añaden cierta peculiaridad sobre la historia de fantasmas, tan anexa al cine de terror desde sus primeras muestras, y que D’Arbò, quizá fruto de sus conocimientos en la materia, pretende mezclar con un tipo de investigación científica aquí presentada bajo un parapsicólogo interpretado por la siempre agradable presencia de Narciso Ibáñez Menta. La película también presenta de manera paulatina varias escenas de impacto, degeneradas en su mayoría bajo una artificiosidad algo desmedida, que hacen de ella un experimento ingenuo aunque sí funcional, debido más que nada a un fogoso intento de procrear una cinta de género en los cánones más artesanales. Es este sello de película de terror que, con sus aciertos y desatinos, la hacen ser recordada hoy en día como una dramatización de lo paranormal más ocupada en reivindicar estos fenómenos que de implementarlos de manera adecuada a la ficción, tomándose quizá demasiado en serio así misma en algunos apuntes.
En lo estrictamente cinematográfico, de El Ser cabe señalar a su favor algo respecto a su localización, donde sí que se hace un buen uso del necesario espacio de interiores, lo cual ayuda a alimentar una atmósfera que nace desde su inicio como algo insípida para su temática. Digna de alabanza también se encuentra la interpretación de Mercedes Sampietro, entregada a la causa del drama justo cuando la historia más lo necesita, y más aún siendo una película que premeditamente deja caer todo su protagonismo sobre ella. Como rareza del fantástico patrio, El Ser, así como sus dos películas hermanas de la trilogía paranormal de su director, sí merecen un rescate que vanaglorie en cierta medida el énfasis de algunos productos underground de la época, que vivían los impedimentos propios de entonces a la hora de procrear cine fantástico; en este caso, con cierta índole divulgativa que, creencias a parte, hacen agradecer este tipo de visiones a un elemento tan anexo al terror como la temática paranormal.