Puede parecer que el fútbol y el cine no tengan nada que ver más allá de la consideración que, en algunos sectores tienen, de considerar ambas cosas como meros espectáculos, como entretenimiento para la masas. La pregunta que haría para desmentir tal supuesto es: ¿por qué te gusta el fútbol? O bien, ¿por qué te gusta el cine? En ambos casos la respuesta sería similar: no lo sé. Y es que ambos mundos, la pasión que destilan, puede leerse, intelectualizarse o racionalizarse desde muchos prismas pero al final lo que queda es la (sin)razón de lo pasional. Son cosas que no puedes explicar, se viven o no y eso, de alguna manera, por más cursi que suene, las convierte en algo mágico.
Precisamente de magia y de pasión nos habla El peor equipo del mundo (Next Goal Wins, 2014), el documental realizado por Mike Brett y Steve Jamison, acerca de la que era considerada la peor selección mundial de fútbol, la de Samoa Americana. Una película que se inicia justamente en el momento más bajo, la derrota por 31-0 contra Australia y que marca el récord mundial de derrotas más abultadas de la historia. Con semejantes mimbres se entiende que hay una historia jugosa ahí, un territorio a explorar que contiene exotismo, drama y la tan cacareada historia de superación a punto para ser explotada.
Y aquí está la clave de todo, que una vez nos adentramos en el documental comprobamos que todos estos elementos están ahí, con el recorrido por paisajes y costumbres de la isla, con los dramas de equipo por su precariedad y las historias personales de sus jugadores y todo el proceso de evolución llevado a cabo por un entrenador, Thomas Rongen, que en si mismo ya es casi un personaje que haría las delicias de cualquier guionista.
Con todo ello se podría pensar que estamos ante un producto monótono cuando menos o destinado a lo lacrimógeno como recurso fácil de impacto. Y sin embargo sus directores se las apañan para otorgarle dos elementos claves que le dan otro color: el humor y la humanidad. Ambos se despliegan de forma complementaria, buscando por un lado desdramatizar la situación hasta donde sea posible y por otro hacernos conscientes de que nos hallamos ante personas, ante seres humanos que aunque no tengan nombres conocidos, ni sean estrellas del deporte, asumen su pasión por el fútbol y buscan en este una suerte de redención deportiva y también personal.
Imposible pues no emocionarse, de la manera correcta, con el viaje propuesto en el documental. Y ese es el gran mérito, convertir pulsiones aparentemente ajenas en una corriente de simpatía inmediata. Es a través de las personas que consigue convertir al espectador en un seguidor irredento de esta selección. Algo irracional, como decíamos al principio, pero que al contemplar los diversos partidos que se nos muestran, acabes animando y sufriendo por el resultado. Fútbol y cine, magia, pasión, irracionalidad. Y al igual que no siempre se disfruta, ya que puede haber un mal partido o una mala película, también sabes cuando algo es realmente bueno basado no en la técnica sino en el sentimiento que genera y, en el caso que nos ocupa, podemos decir que este documental es un golazo por toda la escuadra.