El ocaso de una estrella puede considerarse, o al menos eso piensa el que escribe esta reseña, uno de esos primeros biopics modernos sobre estrellas de la música (muy en la línea marcada por la pionera Quiéreme o déjame), en esta ocasión nada más y nada menos que la diosa del blues y del jazz Billie Holiday. Lejos del almíbar que destilaban los biopics del Hollywood clásico como Profundamente en mi corazón, Tu mano en la mía o Noche y día, filmes más interesados en los aspectos musicales y románticos que en los demonios de los artistas representados, aquí con patrocinio de un gran estudio como la Paramount se fue un paso más allá interesándose no solo en la vertiente musical de la homenajeada, sino indagando en aspectos algo más turbios de una vida que sirve asimismo para establecer una radiografía social de la primera mitad del siglo XX en unos EEUU en los que los derechos civiles de los negros aún estaban por conquistar.
De esta película bebieron aclamados biopics más modernos como por ejemplo Tina o fundamentalmente Ray, cinta con la que encuentro numerosos paralelismos con la dirigida por Sidney J. Furie. Sin embargo, a pesar del tremendo éxito comercial y de crítica que ostentó El ocaso de una estrella en el momento de su estreno en cines (incluyendo 5 nominaciones a los premios Oscar) y el hecho de haber sido el debut en la pantalla grande de la portentosa Diana Ross (que a su vez cosechó fantásticas críticas que le valieron una nominación a la estatuilla de mejor actriz) que por aquellos tiempos tras su separación de The Supremes se había convertido en la solista femenina de mayor éxito de los setenta y estrella de la Motown (compañía que a su vez participó en la producción), la cinta ha caído en un olvido incomprensible siendo muy poco mencionada tanto en revivals de éxitos del cine americano de los setenta quizás eclipsada por ese nuevo hollywood que arrasó ese decenio en el país norteamericano, como también en listados de un género tan vigente en estos momentos como es el biopic musical.
Y es que esta no es una película que pueda ser considerada una obra del nuevo hollywood, sí un biopic sujeto a la polémica por el hecho de haber olvidado ciertos aspectos de la vida de la diva del jazz Billie Holiday que a los fans de la cantante seguramente no les gustó que se pasaran por alto (como su ejercicio de la prostitución en sus inicios en Nueva York o su bisexualidad). Es este motivo, el recorrer la vida de la cantante de un modo que se decanta más por el interés cinematográfico que por el biográfico puro, el que posiblemente haya relegado a la película al desván del olvido al menos de los fanáticos más acérrimos de la Holiday. Pues la película pasará de puntillas por la desafortunada infancia de la artista, eludiendo su pronta violación o el anteriormente comentado ejercicio se la prostitución, pero vertiendo ciertas pinceladas que muestran el ambiente de depravación en el que tuvo que crecer la cantante. Las relaciones familiares y personales (bastante turbulentas algunas de ellas) también son tocadas levemente por el film, decantándose por el romance que la estrella mantuvo con el mafioso Louis McKay (interpretado por la estrella Billy Dee Williams) quien aparece como un ángel de la guarda de Holiday si bien en realidad parece que su romance estuvo también salpicado de una violencia que para nada se insinúa en el film y declinando hurgar en las turbias relaciones que la cantante mantuvo a lo largo de su vida con otros hombres (y mujeres).
A pesar de estas licencias de guion, la película funciona a la perfección resultando un film perfectamente construido gracias a una robusta y encantadora ambientación que refleja con mucho tino una época convulsa y tremendamente atractiva. En este sentido, el film se beneficia de una estupenda fotografía que apuesta por colores fríos envueltos en sombras azules y negras como si de un gran teatro de la vida se tratara, siendo esto especialmente relevante pues cada escena parece envuelta en una atmósfera que recrea una actuación en un humeante club de jazz.
La película arranca con en una especie de extraño y falso flashback que muestra a Holiday en una celda de un manicomio presa del mono de la heroína, para posteriormente en una especie de catatonia epiléptica dar paso al escenario de los primeros años de la estrella. En la primera media hora de la película la historia se centra en la juventud de Holiday, mostrando a una caracterizada Diana Ross como una víctima testigo de las depravaciones que sucedían en el prostíbulo que era su hogar (aquí es donde parece representarse un intento de violación por parte de un obsceno y viejo cliente) así como la partida de la cantante hacia Nueva York donde empezará el auge de la diva, exhibiendo las dificultades que tuvo que pasar primero trabajando como limpiadora de un prostíbulo en Harlem para posteriormente huir hacia los clubs neoyorquinos en busca de la oportunidad perseguida.
No será hasta pasada media hora cuando nuestros oídos serán regados por las canciones de Holiday interpretadas por la Ross. A partir de este momento la película viajará en dos hábitats. El primero el del ascenso y caída de la estrella empujada a la oscuridad por su adicción a las drogas y fundamentalmente la heroína, pasando igualmente por el hostigamiento que sufrían los negros a manos del KKK, así como su marginación en guetos aislados del bienestar de la mayoría blanca, y el romance que mantuvo Holiday con el mafioso McKay que será el eje romántico articulado por el guion del film sin entrar demasiado en este sentido en aspectos negros o negativos. El segundo las maravillosas interpretaciones ejecutadas por Ross de las canciones de la genio del jazz, siendo este aspecto uno de los grandes triunfos del film gracias a no escatimar en intercalar canciones en el desarrollo del metraje como medio de avance de la historia para goce del espectador.
Es cierto que el film puede ser tachado de explotar ciertos clichés que se sabe de antemano que funcionan de cara a la taquilla. Pues la narración se apoya en el auge y declive de una estrella, tocando esos aspectos escondidos entre bambalinas algo sensacionalistas que tanto encantan al público, sobre todo las adicciones de un astro luminoso que se apaga lentamente por el consumo de esas drogas que todo lo destruyen y la posterior recuperación de la luminaria apoyada por aquellos amigos que bien la quieren y el amor incondicional de un amante que pase lo que pase estará siempre del lado de la caída en desgracia y que gracias a sus consejos y cuidados conseguirá recuperar un brillo que sin embargo no logrará relucir del mismo modo.
Todo ello convierte a El ocaso de una estrella en un estupendo biopic, no solo dirigido a los fanáticos de Billie Holiday, sino que igualmente disfrutable para aquellos que simplemente quieran ver una película sólidamente construida, muy elegante tanto en el fondo como en sus formas, dirigida de un modo eficaz por el artesano Sidney J. Furie y muy bien interpretada por una Diana Ross que se luce tanto en la parte dramática como en la musical del personaje, dando un estilo propio a las canciones de la dama del jazz evitando en todo momento comparaciones odiosas, sino tratando de homenajear al portento, y asimismo por toda una serie de actores afroamericanos muy de moda en la época destacando un Richard Pryor siempre estupendo en sus interpretaciones alejadas de la comedia. Y es que este es un biopic modelo, entretenido y bien ejecutado y por tanto es una de esas obras a rescatar del olvido.
Todo modo de amor al cine.