En 1991, el animador ruso Garri Bardin ganó el Gran Premio y el Premio de la Audiencia del Festival de Annecy con una llamativa y original revisión del que es tal vez el cuento de hadas más famoso y reinterpretado de la historia.
Recreado con animación de plastilina o claymation, y estructurado como un musical, El lobo gris y Caperucita Roja es en realidad una versión muy libre del cuento. Desafiando la narración tradicional, en esta ocasión el lobo y Caperucita comparten protagonismo en dos subtramas respectivas que confluyen sólo en la escena del primer encuentro y en el tercio final. De este modo Bardin muestra la dinámica de los dos personajes de manera independiente. Así, mientras la inocente Caperucita se prepara para el largo viaje a casa de su abuela, el lobo arregla su dentadura para volver a acechar a sus presas.
El terror dramático de la historia original es sustituido aquí por una farsa consciente de sí misma en todo momento. El guión juega con los elementos que forman parte de la narración y les da la vuelta, expone los roles tradicionales, agujeros argumentales y situaciones inexplicables que se dan en el cuento y los referencia de manera burlesca. Así, la joven Caperucita es una niña espabilada que no se deja engañar fácilmente y que se pregunta cómo la han dejado ir sola por el bosque, y el feroz lobo se convierte en esta ocasión en un simpático canalla que no cesa en su empeño compulsivo de engullir viva a toda criatura que se encuentre.
Detalles como la expresión de resignación del conejo frente al lobo dispuesto a comérselo no hacen más que poner énfasis en el tono burlesco e irreal que otorga Bardin a la historia, y a pesar de ello el cortometraje logra evocar un encanto genuino con su visión del cuento, construyendo interacciones divertidas y entrañables que llegan a su punto culminante en la maravillosa secuencia del primer encuentro entre los dos protagonistas, una verdadera danza de seducción con el pastel como telón de fondo.
Cargada de gags visuales, de divertidas referencias (como los cameos de Los tres cerditos y los enanos de Blancanieves y los siete enanitos de Disney) y envuelta de un trasfondo político de decadencia y cambio incipiente, en la víspera de la caída de la Unión Soviética, El lobo gris y Caperucita Roja es una de esas obras que no define claramente a quién va dirigida, y que puede ser disfrutada tanto por niños, que hallarán un filón en su humor y en sus caricaturizados personajes, como por adultos, que encontrarán más que rascar en el juego irreverente y autoconsciente del cortometraje. En cualquier caso, es una curiosa producción que logra hacerse hueco en la ya extensa imaginería contenida en el mito de la Caperucita Roja.