La alternativa | El incomprendido (Luigi Comencini)

Comencini es más conocido por su incursión en la afamada comedia italiana, trabajando con los actores más conocidos del cine clásico de Italia, pero también puso el foco en un cine dirigido al público infantil con la película Heidi (1952) o con productos televisivos como Las aventuras de Pinocho (1972). En el caso que nos ocupa firma esta película adaptando una novela de Florence Montgomery en la que los protagonistas son dos niños que pierden a su madre después de una larga enfermedad. El director impregna de una melancolía casi constante el tono de la historia, roto en alguna ocasión con escenas de humor vistas desde la mente infantil que disipan momentáneamente este drama conducido a la tragedia inevitablemente.

Las películas con presencia de niños pueden no llegar a buen puerto, ser cargantes, estar supeditadas a actuaciones poco profesionales y forzadas. En este caso los dos hermanos resultan creíbles, sobre todo el mayor, Andrea, que asume desde el inicio un rol responsable y protector del pequeño, aunque aún sea un niño él también. Comencini aporta un aire en apariencia idílico con esas pinturas clásicas de los créditos iniciales, para después sucumbir ante la devastación de un padre inerme por la muerte de su esposa. Su objetivo es evitar el sufrimiento del pequeño Milo, forzando a la madurez precipitada del primogénito Andrea, al que dedica menor atención. Su trabajo como cónsul británico en Florencia y el dolor por la ausencia de su joven esposa le impiden atender a sus hijos, que viven en una mansión enorme al cuidado de una nueva institutriz que sustituye a la anterior que tanto disfrutaban.

La película se desarrolla con una puesta en escena con escenas dolorosas y lúdicas entre espacios lujosos interiores y exteriores vistos desde la mente de los hijos. La memoria perpetua materna en un cuadro del salón y la ausencia paterna hacen mella en Andrea que reclama mayor atención buscando complacer eternamente a su padre mientras mete la pata de forma constante y es testigo de la atención y protección sólo de Milo. La historia se desarrolla de forma delicada, pero algo previsible, perdiendo fuelle en continuas escenas de tiras y aflojas entre hermanos y con el cónsul que permanece en un estado inalterable e indolente hacia los gritos callados del primogénito que va desmoronándose poco a poco.

La película fue presentada al Festival de Cannes donde, haciendo alusión a su título, fue bastante incomprendida, quizá por ser una historia “menor”, más intimista y centrada en la mirada infantil hacia la pérdida y sentimiento de desarraigo. Quizá un final algo abrupto y lacrimógeno no fuera del gusto del público y crítica. Un epílogo dilatado en el sufrimiento de un padre impotente y ciego ante Andrea que intenta ‹in extremis› poner remedio y compensar la desprotección se ve algo forzado y con menor credibilidad. Sin embargo, la película tiene otros momentos disfrutables como los narrados en torno a la figura del tío paterno, un señor inglés irónico, con un sentido agudo del humor que supone el reverso de su hermano, un ser oscuro y difuso.

Un relato intemporal que adolece de una delgada línea entre lo sensible y la sensiblería si no se observa con ojos pueriles, pero que refleja de forma acertada la melancolía, la sensación de vacío, de invisibilidad y vulnerabilidad de un chico obligado a madurar abruptamente.

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