Algunos países, tras haber participado en un conflicto bélico, rinden homenaje a los soldados caídos que no pudieron ser identificados o ubicados a través de un simbólico monumento: el del “soldado desconocido”. En España, hay una particularidad al respecto. Existe una tumba real de alguien llamado falsamente William Martin, quien no era ningún militar, aunque le hicieron pasar como tal.
Se trataba de un “civil desconocido” cuyo cadáver tuvo un papel protagónico en un suceso ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, en 1943. Fue el “hombre que nunca existió” o, mejor dicho, el soldado que nunca existió y que, en la vida real, era un civil inglés que falleció a causa de una bronconeumonía y cuyo cuerpo fue utilizado por el alto mando militar para una misión secreta llamada Operación Mincemeat.
Su involuntaria e inconsciente participación permitió engañar a los alemanes y hacer que los aliados tuvieran más facilidad para apoderarse de Sicilia, que estaba en poder del ejército nazi. Su historia fue contada en un libro, publicado en 1953, por Ewen Montagu, justamente el oficial de inteligencia que ideó y ejecutó el inverosímil plan. Este relato fue adaptado al cine, tres años más tarde, por el director británico Ronald Neame, quien colocó en las actuaciones estelares a Clifton Webb, Gloria Grahame, Stephen Boyd, Josephine Griffin y Robert Flemyng.
Una de las virtudes del filme es la construcción de su contenido. Posee una limpieza narrativa que otorga orden y concreción a los hechos relatados. La película está compuesta por dos partes fundamentales.
En la primera, se describe todo el proceso de creación del plan, en donde sobresale la interpretación de Clifton Webb en el papel de Montagu. Certeros diálogos van tejiendo la curiosa y cautivadora historia. El eje principal consiste en conseguir un cadáver que cumpla ciertos requisitos. Una vez alcanzado este objetivo habrá que olvidarse de su real identidad y otorgarle otra: se llamará William Martin. Para dar total credibilidad a este nuevo hombre, se le vestirá con un impecable uniforme de alto rango militar británico, se le llenarán los bolsillos con una serie de documentos oficiales y personales, y también se le dotará de un maletín que contiene cartas firmadas por altos oficiales ingleses. El fin será convencer a Alemania de que los aliados atacarían Grecia y no Sicilia.
La idea continúa con colocar el cuerpo en una playa española con presencia de representantes del régimen nazi, aparentando que se estrelló su avioneta en el mar y que murió ahogado. Los alemanes logran revisar sus pertenencias pero son cautos en lo descubierto y optan por dejar que su servicio de inteligencia efectúe las investigaciones del caso.
Es aquí en donde comienza la segunda parte importante del film, donde su historia muta a una trama de suspenso y asume el protagonismo Stephen Boyd en el papel del espía alemán que llega a Londres para investigar sobre la vida de William Martin. Él se encargará de indagar si en realidad compraba camisas de determinada marca, si iba a clubs sociales, si tenía una cuenta bancaria y, sobre todo, si era real la relación amorosa que mantenía con una mujer, de quien conservó una emotiva carta de amor.
La película fue filmada con el sistema CinemaScope y a todo color, es decir, contó con los elementos técnicos adecuados para lograr un impacto sensorial. Sin embargo, es limitada en el uso de recursos visuales. Esto ayudó, en cierta medida, a generar un aire de misterio.
La interesante realización de Ronald Neame trata de rendirle cierto tributo al personaje principal, es decir, el ciudadano desconocido, pero esto no es suficiente para evitar la polémica del hecho verídico de que se usó el cuerpo de un hombre muerto para fines militares y que el reconocimiento patriótico nunca se hizo a la persona real (que no hay certezas de quién fue) sino a un nombre falso, es decir, a un hombre que nunca existió.
La pasión está también en el cine.