A través de entrevistas y de crónicas de sus participaciones deportivas, el director alemán Werner Herzog elabora en El gran éxtasis del escultor de madera Steiner un acercamiento íntimo a la figura del saltador de esquí suizo Walter Steiner. Escultor de figuras de madera en sus ratos libres y uno de los mejores saltadores de su generación, su trayectoria personal y profesional permite al director realizar un muy interesante retrato en este breve documental.
Tomando como base un deporte que depende tanto de la habilidad individual como es el salto de esquí, en el que el escenario enfrenta en solitario al deportista contra su entorno, Herzog explora esa suerte de sensación de soledad y armonía con la naturaleza, tema recurrente en su filmografía y que ilustra a través de bellos planos de saltos en cámara lenta y la ambientación musical de Popol Vuh. Pero este espacio reflexivo e íntimo que logra evocar a través de la práctica del deporte es puesto en entredicho por la propia exigencia de la actividad y la necesidad de estar a la altura de logros pasados, el estrés por mantenerse al máximo nivel en la competición, o el propio riesgo para la vida y la integridad física detrás de cada uno de esos saltos. Un cúmulo de sensaciones contradictorias que conforman el día a día de Steiner, su vía de escape y al mismo tiempo el recuerdo de que no es libre y se arriesga por la validación de los demás.
El sujeto de este documental es ciertamente fascinante. Un hombre con un gran talento, esforzado y competitivo, que constantemente se retrae ante el mismo foco mediático que atrae con sus saltos, que busca el sosiego y la desconexión de todo en su tiempo libre pero que cuando se coloca los esquíes se transforma y se exige como el que más, sobrevolando por encima de sus propios miedos, a la muerte y a la soledad, mientras bate récords que casi le cuestan la vida y logra triunfos deportivos que no terminan de compensar su sensación de vacío e insatisfacción personal.
El gran éxtasis del escultor de madera Steiner podría haber sido una historia de superación, de cómo un deportista logra superar sus limitaciones y convertirse en alguien más grande. Pero en esta cinta la superación no es el objetivo, sino la base. La cuestión es todo lo demás. Qué aporta a Steiner ser uno de los mejores saltadores de esquí del mundo. En qué medida esto satisfizo sus expectativas, mejoró o empeoró su vida o le reportó felicidad y paz interior. Y la respuesta es complicada, porque la relación que este tiene con su trabajo lo es. Porque la conexión que busca consigo mismo se ve lastrada por la exigencia de la competición, porque el apoyo mediático que recibe se transforma en una lucha solitaria con el terreno una vez está en el aire. Él nunca puede separarlo todo, por eso nunca se ve lo suficientemente arropado por los demás, ni lo suficientemente desconectado de todos los que le rodean. Lidia con el estrés y las expectativas al mismo tiempo que lidia con la falta de significado de lo que hace. Y todas estas contradicciones generan a una persona fundamentalmente infeliz e insatisfecha, que busca pero no encuentra un equilibrio en su vida y que tal vez se sienta mucho más realizado esculpiendo tranquilamente en su casa que logrando todo aquello por lo que fue recordado.
El mediometraje termina con un salto perfecto, de nuevo ilustrado con esa bella cámara lenta que acompaña a tantos momentos de la competición, y que ensalza la capacidad de fascinar del deporte y la pasión personal que siente Herzog por este y por su vertiente estética. Al mismo tiempo, un texto que refleja la soledad y las ganas de desconectar de todo de Steiner se sobreimponen a su impresionante logro. La belleza de su salto quedará para la posteridad, pero eso no le hizo sentirse realizado. Tal vez porque estaba buscando la respuesta en el lugar incorrecto, tal vez porque estuvo siempre destinado a no encontrarla. Uno no puede dejar de ver en él una representación melancólica del propio director y su búsqueda constante de algo que no termina de encontrar, un fracaso vital ilustrado a través de la individualidad y de la reivindicación de la naturaleza como espacio para perderse.