El cine peruano ha sido uno de los más destacados de la cinematografía latinoamericana en las últimas décadas. Una de las claves de su impulso ha sido el saber innovar en sus temáticas y atreverse a abordar, en algunos casos, corrientes usuales del cine comercial norteamericano, obteniendo resultados de diversa calidad y acogida del público.
En este andarivel, el director Javier Fuentes-León se atrevió, en 2014, a inmiscuirse en un complejo thriller psicológico llamado El elefante desaparecido, en donde la intriga está presente de inicio a fin en un argumento que puede parecer enredado o, en su defecto, muy elaborado.
El osado Fuentes-León se arriesga bastante al construir una película que se sustenta en dos historias paralelas que están apenas divididas por una muy delgada línea de comprensión.
El elefante desaparecido es una estructura de rocas en el mar que se ha derrumbado por un terremoto y un artista ha querido preservar su memoria a través de una obra artística hecha con fotografías. Un novelista de historias criminales observa el cuadro que parece servirle para inspirarse en una de sus obras o para descifrar su vida real, que ha quedado vacía por la pérdida de su novia años atrás.
Y este es el dilema que llena todo el film, descubrir cuál es la vivencia externa del escritor y cuál es su sentir interno: qué es lo ficticio y qué es lo real. La inclusión de una voz en off del protagonista, reflexionando y explicando sus conductas, no ayuda mucho a armar el rompecabezas.
Así, cualquier indicio que conduzca a revelar el veraz contexto de los hechos y su incidencia en la vida de los personajes del filme, termina siendo una pista que se desvanece por sí sola o que hay que desecharla porque no encaja en el avance de la historia. Lo único cierto es que se deberá terminar de ver la película y analizarla en todo su conjunto para descubrir su mensaje.
Y si comprender el contenido del film resulta complejo, igual o más será el aclarar el auténtico rol que cumplen cada uno de los personajes que intervienen en la trama, que pueden resultar ser reales o también vivir solo en la imaginación del afamado escritor, que ha llegado a tal nivel de dependencia de su oficio haciéndolos parte esencial de su atormentada vida… ¿o de su desquicio mental?
Javier Fuentes-León se dio a conocer en el mundo del cine, en 2003, con su largometraje Contracorriente, que alcanzó algunos premios internacionales, en donde abordó temas relacionados con la discriminación a personas que son o piensan diferente a un determinado estándar.
Para El elefante desaparecido, Fuentes-León penetra en el mundo interno de las personas para ahondar en el poder o influencia que pueden ejercer sus pensamientos y de cómo estos pueden moldear una existencia o incluso provocar daños irreparables.
En la película, que contiene momentos que pueden parecer “kafkianos”, se muestra una investigación policial de hechos criminales que se entretejen en un mundo con elementos conspirativos. No será fácil de digerir para algunos espectadores, pero será agradable para aquellos que buscan historias que inciten al esfuerzo y al ingenio para descifrar diversas situaciones. El final del film permitirá deducir que la obra de arte que representa al elefante perdido, destruido tras el terremoto, ha sido reemplazado por una portada de novela negra en la que la víctima de la destrucción es su propio autor.
Pese a las diversas reacciones que pueda generar esta realización, El elefante desaparecido sirvió para mantener al cine peruano en el foco de la atención internacional y ha quedado como parte del prudente repertorio cinematográfico que le ha dado prestigio e identidad propia a la nación inca.
La pasión está también en el cine.