Uno de los productos surgidos a raíz del periplo italiano de la Cannon fue este célebre Hércules de Luigi Cozzi, cineasta eternamente situado a la sombra de Dario Argento, con el protagonismo de un Lou Ferrigno en pleno apogeo de popularidad gracias a su televisiva dramatización de Hulk. Siempre considerada como uno de los tótems del «trash» italiano de los años 80, El desafío de Hércules retoma el interés de la cinematografía trasalpina por este mitológico personaje, causante de la eclosión del peplum en el país en los ya lejanos años 50 con un Steve Reeves como seña de identidad del género. El film de Cozzi no parece pretender de ninguna manera un resurgimiento del peplum ni tampoco trazar ningún tipo de conexión intencionada con las películas que lo nutrieron durante décadas, sino que sus maneras se acercan más a la concepción del entretenimiento de Menahem Golan y Yoram Globus, que ataca e intenta asociar las maneras de los grandes éxitos de taquilla de entonces. Una técnica de explotación que casa perfectamente con las habilidades de reciclaje que alimentaron el cine de consumo popular italiano desde décadas atrás al estreno de este film, momento en el que la cinematografía de género de entonces estaba a punto de vivir sus últimos coletazos. Aún así, la película sí que se nutre, como un acercamiento ligero, de algunas constantes del peplum clásico, nacidas aquí de la premisa de reactualizar a uno de sus mitos más representativos. Podemos citar en referencia a esto la misión del héroe de nadar a contra corriente de los incesantes impedimentos nacidos de un villano de maldad exagerada, o la utilización de la fuerza bruta por parte del protagonista como principal y simbólico recurso.
Por tanto, llama la atención como en su concepción del personaje, Cozzi (posiblemente preceptuado por Golan y Globus), se toma grandes libertades a la hora de su recreación. Aún conservando algunos aspectos interesantes de su mitología clásica, estos se desarrollan en un universo fantástico que recorre un camino destinado al derroche de los efectos especiales y los set-pieces heredados, reincido, en las piezas clave del entretenimiento de primer nivel de la industria norteamericana, infundidos por el arrollador éxito de Star Wars (Cozzi estaba aún más influenciado por esto en su previa Star Crash, choque de galaxias) o el Superman de Richard Donner. Ambas asentarían las pautas por los que circularían algunas producciones de la Cannon en los años posteriores con Masters del Universo (con la que El Desafío de Hércules goza de no pocos puntos en común) como ejemplo más claro. Hasta Pino Donnagio, uno de los compositores italianos más célebres de la época, ve aquí su talento prostituido a favor de un score que recuerda a la épica de John Williams.
La película apuesta por un espectáculo visual en el que se apoya en la muestra incesante de muchos de los precarios medios que fueron utilizados para desarrollarlo, mostrando un espíritu totalmente ligado al cine «trash» de la época con todo tipo de efectos visuales chuscos, maquetas clamorosas o escenarios que a todas luces huelen a reutilización. Carencias formales que no juegan en contra por componer un espíritu totalmente ligado al consumo popular y al encanto y la inocencia del bajo presupuesto, bajo el cual hay que asumir la película dentro de su clara falta de pretensiones artísticas que no van más allá de preservar la materialización de un «mainstream» de segunda fila y su anexa perspicacia autoral y falta de rubor a la hora mostrar todas sus (pobres) armas estéticas. Cozzi, experimentado en la época en este tipo de producciones (después de un altamente reivindicable giallo llamado La Sombra del Asesino, realizaría la previamente citada Star Crash, choque de galaxias y un sci-fi encantador como Contaminación: Alien invade la tierra), muestra una dirección bastante ágil que apuesta por la fuerza de las set-pieces para así disimular las carencias narrativas del libreto, que presenta a los personajes y situaciones anexas a la historia de Hércules con una pobre unidad argumental. Por ello, acerca su obra a un espíritu fiel a la cultura pulp y al entretenimiento de bolsilibro, de ahí el extraño y peculiar acercamiento del mito hercúleo a la ciencia ficción que hace lidiar al héroe con sorpresivas batallas contra robots y extraños androides.
En el cuadro interpretativo la figura de Hércules recae en una dramatización de Lou Ferrigno que tiene una previsible y justificada precariedad de diálogos, en la habitual tónica del héroe Cannon tan afín al one-liner, técnica bajo la que habitualmente se apoyan dramáticamente a los héroes del peplum. Será el monumental físico del actor en el que se ciña su protagonismo, secundado por habituales de la Serie B italiana como Gianni Garko, William Berger, Bobby Rhodes o Franco Garofalo. Es en el plantel femenino donde en el film sí se pueden observar otras reminiscencias del peplum clásico, por la manera con la que se traza una extraordinaria sensibilidad estética hacia las bellezas de la icónica actriz del exploit Sybil Danning (que luce, como es habitual en ella, espectacular), Ingrid Anderson (fugaz actriz televisiva que aquí fue todo un descubrimiento) o el popular rostro de Mirella D´Angelo.