A principios de los años cincuenta, el cine negro se hallaba en un interesante punto de inflexión. La época de esplendor que abarcó desde finales de los años treinta y que se alargó toda la década de los cuarenta había llegado a su fin. Así, en el siguiente decenio la fórmula consistente en narrar historias detectivescas o de atracos perfectos desde un punto de vista clásico tanto en su derivada visual como en la conceptual estaba tan explotada que los productos que vieron la luz en estos primeros años de la década carecían de esa frescura y factor sorpresa necesario para satisfacer las necesidades de un público cada vez más entendido y exigente. En medio de este panorama decadente surgió una figura imprescindible para entender la renovación del lenguaje cinematográfico en el género negro. Así, Phil Karlson fue uno de los responsables de esa transición que hubo en es estos años en la que el cine dejó de un lado la inclinación puramente noir tal como se venía explotando desde sus orígenes hacia lo que se denominó el thriller o género de suspense.
Y esta metamorfosis fue llevada a cabo desde las trincheras de la serie B más seminal y emergente gracias a ese talento descomunal que poseía el cineasta americano para extraer todo el jugo a los escasos medios materiales y humanos con los que contaba para forjar sus obras. Sin duda, la figura del autor de Calle River 99 merece por ello una fogosa reivindicación en virtud de su condición de pionero en el abordaje de esa revolución necesaria a la hora de tejer esos relatos sobre el mundillo del hampa y los valores criminales que gracias a ese cambio experimentado en los primerizos años cincuenta permitió edificar el universo del thriller tal como lo conocemos en nuestros días.
El cuarto hombre constituye junto a Trágica información el punto de partida de la época dorada de Phil Karlson. Lo primero que llama la atención del film es sin duda su fuerza visual, obtenida por medio de una puesta en escena virulenta y poderosa que no deja nada a la zaga al más puro estilo de la serie B de fábrica. Así, una plano general que muestra la silueta de la ciudad de Kansas City dará paso acto seguido sin dejar tiempo al respiro —sensación de dinamismo lograda a través de un montaje que otorga a la energía visual, con una sorprendente ausencia de diálogos, todo el poder de fascinación cinematográfica— a la escenificación de la preparación de un robo a un furgón blindado. Karlson pone toda la carne en el asador en este arranque mostrando el rostro desfigurado de un magnífico Preston Foster observando desde la distancia —y mirando constantemente el paso del tiempo representado por los relojes que aparecen y desaparecen mecánicamente en esta secuencia de apertura—, cada uno de los capítulos que engranan la planificación del asalto. Un episodio que será adornado con una música inquietante que ayudará a enardecer el ambiente ya de por sí cargado que estimula la brillante radiografía criminal ideada por el maestro Karlson.
Tras rematar cada uno de los pasos que deben realizarse para la consecución del atraco perfecto, Tim Foster (así se denomina el maquiavélico y magnético personaje interpretado por el legendario Preston Foster) reunirá a los integrantes del equipo de asalto en la habitación de un hotel para ultimar los detalles de la ejecución. Se trata de tres experimentados delincuentes (interpretados por un trío de los mejores villanos de la serie B de la época, nada menos que los imprescindibles Neville Brand, Lee Van Cleef y Jack Elam) buscados por la policía y desconocidos entre sí que serán reunidos por Foster para conseguir culminar con éxito la empresa trazada. Este punto, el desconocimiento de quien se esconde tras la personalidad de Foster, así como entre los propios integrantes de la pandilla, será el punto esencial que debe concurrir para evitar el fracaso del golpe. Para facilitar la ocultación de su identidad, el líder acudirá a la cita disfrazado con una inquietante máscara que envolverá en un halo de misterio su rostro.
Después de una breve descripción por separado del temperamento de los miembros del grupo, Karlson no se andará con rodeos fijando como objetivo para su siguiente escena la conclusión del atraco. Ésta será filmada de un modo seco y abrupto, sin insertar pues esos adornos y fuegos de artificio que sin duda despistan la mirada del espectador hacia rincones no deseados, siendo más esencial e importante para el devenir de la trama la aparición de una furgoneta de reparto de una floristería conducida por un inocente repartidor llamado Joe Rolfe (interpretado por el siempre convincente y vigoroso John Payne) quien se verá envuelto por las circunstancias y fundamentalmente por objeto de la pérfida mente de un Foster que buscaba un falso culpable.
Así, la semejanza existente entre la furgoneta de Rolfe y la empleada por los asaltantes para la puesta en práctica del expolio del furgón dará con los huesos del inocente conductor en la cárcel al ser confundido por la policía con los auténticos forajidos. A través de un montaje en paralelo de un ritmo frenético y asfixiante, Karlson mostrará al cuarteto infractor planificando el reparto del botín. Para ello, Foster —siempre tapado al igual que sus colegas por una máscara amenazadora— decidirá enviar a cada uno de los miembros de viaje para en unas pocas semanas poder reunirse en un apartado paraje con objeto de dividir el resultado del robo.
Una vez descubierto el error, la policía liberará a Rolfe. Pero el daño ya está hecho. La prensa destapará que detrás de la fachada del trabajador se hallaba un ex-convicto. Las sospechas ligadas a su pasado criminal, provocarán el despido de Rolfe de su empleo, generando en el mismo unas ansias de venganza imposibles de controlar. Así, gracias a los contactos que Rolfe aún mantiene con los bajos fondos, un amigo le suministrará una valiosa información relacionada con el caso. Por ende el joven ex-convicto descubrirá que un hampón llamado Peter Harris (Jack Elam) ha decidido viajar a México en extrañas circunstancias. Convencido que se trata de una pista conectada con su lance, Rolfe seguirá el rastro de Harris cerca de la frontera mexicana encontrándose con el delincuente. El valor y fortaleza de Rolfe hará cantar a Harris acerca de su participación en el atraco al furgón, así como de la presencia de otros tres compañeros desconocidos con los que se encontrará en un apartado hotel en México. Sin embargo, en el momento de tomar un avión en el aeropuerto la policía abatirá a Harris —un peligroso criminal buscado por asesinato— tras descubrir su presencia en el aeródromo. Esta circunstancia será aprovechada por Rolfe para adoptar la identidad de Harris con el fin de cumplir su plan de venganza.
Al llegar al hotel donde sucederá el reparto, Rolfe será recibido por los dos compañeros de fechorías de Harris, Boyd Kane (Neville Brand) y Tony Romano (Lee Van Cleef), quienes simulan gozar de un retiro vacacional. El trío será consciente del auténtico motivo que les ha llevado a arribar al centro vacacional. Sin embargo, ninguno de ellos sabe quien se oculta tras el rostro del cerebro del plan. Un Foster que observará desde una posición privilegiada las andanzas de sus compinches moviéndose como pez en el agua entre las bambalinas del hotel gracias a la prerrogativa que le supone formar parte de esa clase respetable y honorable de la pujante burguesía americana así como el conocimiento de la estampa de sus respectivos colegas. Pero todo se complicará cuando advirtamos que las verdaderas intenciones de Foster no serán las de repartir el botín —compuesto por unos billetes de fácil localización por parte de la policía— sino que su plan realmente consiste en delatar a los integrantes de la banda con objeto de cobrar la recompensa que la aseguradora del banco ha fijado para localizar a los ladrones y así recuperar el expolio.
A esta intrincada trama de suspense se unirá una sub-trama romántica con la aparición de la hija de Foster en la residencia vacacional. Una bella joven que sentirá una instantánea atracción ante la presencia de un Rolfe cuyas indagaciones acerca de la identificación del cerebro del crimen irán poco a poco desmenuzándose a medida que profundice en la personalidad del padre de su pretendiente, un policía retirado del servicio por su participación en un sombrío caso, que parece esconder en cada paso que muestra un pelaje sospechoso.
Con este complicado engranaje, Karlson tejió un thriller fogoso y trepidante que encierra bajo su máscara de puro entretenimiento hardboiled una intrincada trama de traiciones y denuncia referente al carácter achacoso y putrefacto de una sociedad americana totalmente absorbida por la corrupción y la falta de valores morales. Una ausencia de valores mostrada por un Foster carente de escrúpulos que no dudará en conspirar en su propio beneficio. Karlson exhibe así, el menoscabo de valores evidenciado no solo en la clase media, sino del mismo modo en esos bajos fondos que ya no se rigen por los códigos de honor de los viejos tiempos. En este sentido, Karlson radiografía una nación temerosa y frívola en la que no existe lugar para la redención y el perdón, sino que es guiada por el vicio y el sensacionalismo.
A este revestimiento de denuncia social se añade una puesta en escena vibrante en continuo movimiento, donde no queda hueco para el reposo y el aburrimiento. De este modo, Karlson se apoyará en una fotografía académica que desata ese ambiente malsano y enfermizo merced a un montaje áspero y escabroso empleado para tensionar la trama de manera magistral. Una edición que recuerda a las películas de acción y cine negro de Raoul Walsh o Michael Curtiz por ese instinto que convierte lo difícil en algo sencillo, generando así intriga sin necesidad de recurrir a efectistas trucos fotográficos. Ello emparenta a la misma con esa manera de hacer cine negro del montador oficial de Walsh en sus mejores años, quien no es otro que el maestro Don Siegel.
Pero lo que más me gusta del film es sin duda su capacidad para engendrar suspense desde elementos cotidianos. Puesto que al más puro estilo Alfred Hithcock, Karlson renuncia a hilar su cinta en base al descubrimiento de la identidad del criminal. No. Desde el primer plano el espectador conocerá quien ostenta dicha condición. Y es que a través del recurso del falso culpable —otro elemento Hithcockiano que será deformado por Karlson para esbozar una incipiente propuesta de cine de venganza— el autor de Los hermanos Rico construyó una especie de epopeya que toma prestados ingredientes de géneros tan diversos como pueden ser el de las road movies, el melodrama romántico y también el cine de historias cruzadas, logrando alcanzar el cenit de su propuesta a partir de la mitad del recorrido del metraje al forjar un microcosmos de suspense, juegos de traición y situaciones en ese paraje para la explosión de los instintos más bajos del ser humano que detentará con la confluencia de los diferentes protagonistas en el hotel donde en principio tendrá lugar el reparto del fruto del robo. Ello se cosechará gracias a un elenco protagonista que da muestras de su pericia para radiografiar esos temperamentos esquizoides y temerosos presentes en los moradores de los bajos fondos. Así, el quinteto de intérpretes que sustenta el devenir argumental está sencillamente espectacular, rematando cada uno de ellos el carácter egocéntrico y astuto de Foster, el temperamento vigoroso e intrépido de Rolfe, la naturaleza inestable e intranquila de Harris, el talante suspicaz y violento de Romano y finalmente el estilo vehemente y apresurado de Kane.
Todos estos personajes chocarán en un embrollo magníficamente llevado por Karlson fraguando una obra nerviosa, violenta y ambigua, donde nada será lo que parece. Una cinta que vertebra un poderoso negativo sobre el carácter rastrero y vil que ostenta ese ser humano que ha abandonado los auténticos valores humanistas para abrazar la adoración al dinero y el poder como únicos motores de vida. Un sendero que únicamente podrá ser conducido desde esa violencia presente en una sociedad americana en la que apenas queda ningún vestigio de esperanza para hacer brotar de nuevo la creencia en la regeneración del ser humano.
Todo modo de amor al cine.