El cine tiene algunos buenos ejemplos de películas en las que, para el desarrollo de todo su argumento, se encierra en un mismo escenario a todos los personajes para que se enfrenten entre sí y resuelvan conflictos o descubran al culpable de algún delito. Marie-Octobre, de Julien Duvivier es uno de estos filmes.
En su momento, Duvivier, de fuerte influencia teatral, fue uno de los directores franceses más originales por la manera de abordar el realismo mágico y por su cuidadoso y novedoso estilo narrativo. También destacó en las corrientes fantásticas, religiosas y de crítica social. Lamentablemente, su producción ha sido relegada por el paso del tiempo pese a contar en su haber con interesantes planteamientos cinematográficos.
En Marie-Octobre, filmada en 1959, Duvivier crea una atmósfera sustancial para recrear al enfrentamiento humano. Para ello, se sustenta en un excelente guion, adaptado de una novela de Jacques Robert, que reseña como, tras 15 años, ex miembros de un grupo de la resistencia francesa (en plena Segunda Guerra Mundial) se reúnen para una cena, organizada por Marie Octobre, única mujer integrante de esta red, y cuya intención es informar a los invitados que se ha descubierto que uno de ellos los traicionó en 1944 al delatarlos ante la Gestapo alemana, hecho que derivó en el asesinato de uno de sus miembros. El objetivo de esta cita será descubrir quién fue el culpable.
La película contiene excesivos diálogos pero, paradójicamente, son éstos los que sostienen la tensión y suplen eficazmente la falta de acción. El discurso que maneja cada uno de los actores se constituye en sus señas particulares que les da identidad propia. La narración del filme no es más que la composición de un juego de acusaciones mutuas, de interrogatorios, de intimidaciones y de acorralamientos. Los testimonios permanentes aparentan resolver la duda central de quién es el culpable, pero al poco tiempo se desvanece esta idea cuando surgen aclaraciones y el direccionamiento hacia nuevas pistas.
Las inculpaciones son mutuas, nadie defiende a nadie y las coartadas asoman con diferente grado de credibilidad. Cualquiera puede ser sospechoso de la traición, incluso quien organizó el encuentro. Las candentes conversaciones derivarán incluso en descubrir la existencia de otros delitos, como el robo de dinero de la víctima. Y es que la trama de Marie-Octobre busca confundir, crear falsos culpables y que la curiosidad sea quien dé cabida a un creciente suspense.
Esta cinta contó con la participación de grandes actores del cine francés de la época como Lino Ventura, Serge Reggiani, Danielle Darrieux, Paúl Meurisse y Bernard Blier. Todos, con su estilo, dotan a esta producción de un corte aristocrático y de crítica al comportamiento humano y social.
Otro acierto del filme es su diseño de la escenografía, una casa suficientemente grande y sobriamente adornada para no asfixiar, metafóricamente hablando, la omnipresencia de los personajes. Hay el suficiente espacio para que ellos ocupen ubicaciones estratégicas que den soporte estético y geométrico a la narración de la historia. La fotografía además ayuda a crear un impacto visual atrayente por su nitidez y encuadre. Este aspecto llega a ser valioso para contrarrestar una posible monotonía por los continuos diálogos de los actores.
El estilo teatral hace que esta obra carezca de acción, pero Duvivier se las ingenia para que un aparato de televisión cree un contrapeso escénico y así, mientras duré la larga discusión de los personajes, se transmita una contienda de lucha libre por el título europeo. Lo que trató es de crear un paralelismo entre los golpes, llaves y las escenas circenses que caracterizan a este deporte con las “colocadas entre las cuerdas” a varios de los integrantes del grupo de invitados a la cena.
Para dar mayor realismo a esta compaginación argumental, se caracteriza a Lino Ventura como un ex luchador que está retirado y dedicado a manejar un club nocturno. Él será el encargado, con la complicidad de otro actor que raya lo cómico, de involucrar este espectáculo greco-romano dentro de una trama que le es totalmente ajena a su ámbito. Recordemos que Ventura fue en la vida real un luchador profesional del ring.
Marie-Octobre se alza como uno de los filmes cumbre de la narración cinematográfica limitada en espacio. Su historia se construye a través de estructurados diálogos y de efectivos duelos actorales. El uso del misterio es esencial para que se convierta en una propuesta interesante.
La pasión está también en el cine.