La primera secuencia de Bala blindada arranca en una expresiva y recurrente cámara lenta. En ella, una multitud de periodistas se agolpa en torno a una habitación. Dentro, se cierra una bolsa para cadáveres, en la que se encuentra Creasy, nuestro protagonista. De esta forma, Creasy pasa a narrar, en primera persona y en forma de flashback, la historia que le llevó a esta situación.
Tras esta contundente declaración de intenciones, la narración se traslada al pasado. Creasy, un ex-agente de la CIA, trabaja ahora de guardaespaldas aceptando un encargo rutinario: proteger a una chica de una familia acomodada en Italia. Para su sorpresa y confusión, su protegida es una niña de doce años, lo cual le trae recuerdos incómodos, expuestos mediante un breve y efectivo flashback. Desde ese momento, trata de mantener las distancias frente a una niña que, a su vez, intenta romper la barrera que se crea entre ambos. Samantha, o “Sam”, ve compensados poco a poco sus esfuerzos y logra que éste se abra, construyendo una historia de amistad y necesidad mutua —uno por su falta de lazos emocionales, otra por la frialdad de su relación con la familia— en la que la película se recreará durante un intervalo de tiempo inusualmente largo, hasta que, repentinamente, Samantha es secuestrada en un asalto en el que el guardaespaldas es tiroteado. A partir de entonces la historia sufre un cambio de sentido radical, centrándose en la fría y cruda venganza ejecutada por Creasy en su camino para intentar liberar a la niña.
El argumento de Bala blindada no es, pues, nada esencialmente novedoso. Un personaje a quien le es arrebatado lo que más aprecia resurge como un vengador dispuesto a aplicar su propia justicia. Pero la forma de narrar este proceso sí es, cuanto menos, interesante. Llama la atención, en primer lugar, el escaso metraje dedicado a la acción y la venganza en una historia inequívocamente asociada a éstas. Parece recrearse en intentar construir y hacer entender, lentamente, la relación que se crea entre Creasy y Samantha, la cual, gracias en gran parte a la encantadora actuación de Jade Malle en sus intentos por seducir al estoico Scott Glenn, logra transmitir sensaciones que recuerdan a la posterior Léon de Luc Besson. Son estas interpretaciones tan bien medidas dentro de sus limitaciones las que construyen con efectividad el trasfondo emocional de la historia.
Tras el repentino giro argumental del secuestro, se revela un lado oculto de Creasy. El filme abandona su tono afable y de tanteo y se introduce en una espiral de violencia que sorprende por su crudeza y frialdad. En este proceso el ex-agente, motivado por una furia incontrolable, se adentra en un infierno moral del que parece imposible regresar. En la narración se recalca una ambigüedad construida desde esa primera secuencia; en la que la muerte de Creasy es, al parecer, inminente. Por este detalle se intuye que el rescate no resultará, añadiendo un elemento pesimista de inevitabilidad. El guión, sin embargo, lleva la ambigüedad hasta las últimas consecuencias, en un final deliberadamente confuso y construido sobre la base de una elipsis que no esclarece por completo lo ocurrido. A partir de ese momento la interpretación corre a cargo del espectador.
El tono de la historia es en su mayor parte seco y sin demasiados efectismos, construyendo una atmósfera bastante inmediata con sus personajes, incluso en los excesos de su segunda mitad; y resaltando al mismo tiempo la dificultad de una perspectiva emocional en un personaje tan frío y hermético como Creasy. Esta sensación, que de alguna forma se transmite bien en toda la cinta, es sin embargo obstaculizada por la que es probablemente la carencia principal de la cinta: el abuso de la cámara lenta. Escenas que deberían tratarse con un tono más sobrio, acorde con el resto, se transforman de repente en momentos adornados y artificiosos que parecen pertenecer a otra historia. Y justo esa descompensación es la que contribuye en gran parte a que la narración resulte irregular; sensación acrecentada por otro lado por un montaje algo confuso e incoherente en ocasiones que afecta sobre todo al desarrollo de la amistad de Sam y Creasy, en particular en un clímax que llega demasiado repentinamente, impidiendo asumir el cambio en la relación que surge entre los dos personajes con la inmediatez requerida.
Asimismo, es bastante desalentadora la forma en que la película desaprovecha a sus secundarios por el enfoque exclusivo en los dos protagonistas. El caso de Joe Pesci es especialmente escandaloso, ya que en su personaje parece adivinarse una relación estrecha con Creasy y una comunión con su forma de pensar y sus motivaciones, que termina siendo olvidada, permaneciendo éste en un segundo plano. Por otro lado, encuentro bastante forzada la escasa implicación de los padres de Sam en la trama una vez confirmado el secuestro, y tal vez incluso un poco tramposa y artificial, en su intención por dedicarse únicamente a hablar de la perspectiva de Creasy. Por supuesto, estas situaciones quedan justificadas por la naturaleza subjectiva del flashback, pero aún así da la impresión de que se desaprovechan escenarios y personajes a los que se podría sacar bastante jugo.
En cualquier caso, Bala blindada es, a nivel global, una historia consistente dentro de su género. Con un argumento sencillo y muy visto, y una correcta ejecución aunque no exenta de fallos, conforma una experiencia algo errática pero en último término satisfactoria y por momentos memorable.