Uno de los géneros más prolijos en enfocar la atención en el delincuente es el cine negro. El ‹noir› nos ha ofrecido oscuros personajes con los que amoldar una historia diferente de supervivencia, al margen de lo considerado aceptable por la sociedad. Hombres con firmes convicciones que representan el fracaso, ya sea por su proximidad a los bajos fondos o a las peores compañías. Es el caso de Asesinato por contrato, una de esas películas donde dejarse fascinar por un protagonista que busca el triunfo en la vida y los negocios por la vía rápida, aunque esta implique muertes y mentiras. Vemos así nacer en la piel de Claude (impecablemente interpretado por Vince Edwards tras su paso por el Atraco perfecto de Stanley Kubrick) a un asesino a sueldo que desea prosperar en un angosto negocio con un claro objetivo, al considerar que una vida honrada no le permitirá alcanzar las mismas metas.
Sin alardes ni circunloquios, Irving Lerner nos describe a un hombre meticuloso, delicado y certero. Es inteligente y seguro de sí mismo, su dedicación es impecable y atractivo su aspecto, es el hombre que nos seduce a pesar de su inquietud principal. El director no tiene la necesidad de mostrar acciones, los detalles son capaces de formular su propia historia. Las acciones disponen todo tipo de apuntes para que el espectador sea capaz de completar el relato de cada escena sin necesidad de manchar las manos del ejecutor, y es ahí quizá donde radica esa extraña belleza que destilan las oscuras hazañas del asesino impasible.
No hay un detenimiento en formular una vida para este joven del que percibimos una escalada sin tregua, hasta que Lerner decide frenar el tiempo en seco y deleitarnos con la construcción de un detallado crimen. El protagonista se envuelve en una calma que se contrapone al estado de nerviosismo creciente de sus compañeros, ofreciendo de nuevo un esbozo distinto de tan elaborado trabajo. Es momento de contar los días, de explorar el territorio y de forzar la intriga, ante un recién llegado que parece dominar la situación sin siquiera conocerla. Es así como el avance del metraje en el que se observa al hombre no confirma poder conocerle mejor, puesto que la atención nos lleva a lo excéntrico de su comportamiento (igualmente impecable como hasta ahora) y la contrariedad de sus acompañantes.
Un nuevo cambio de ritmo conseguirá que su elaborado talento se convierta en trabajo de orfebrería al enfrentarse a contrarreloj a todo tipo de contratiempos. Nos acercamos entonces a los clásicos estereotipos del ‹noir›, sin duda ninguno de ellos falta a la hora de la verdad, incluidos los personajes femeninos que meten en problemas a su protagonista que, aunque parezcan algo secundario, dan pie a tener en cuenta lo impredecible. Es así como se enarbola una historia cuya finura en su ejecución explosiona en un creciente y eficaz final. Asesinato por contrato tiene un carisma único, sabe combinar los extremos, desde el silencioso y metódico trabajo del asesino, donde se fija más en el retrato del detalle y la angulación del escenario para recrearse en la anticipación y no en el hecho ‹per se›, hasta las elaboradas conversaciones sobre cómo llevar a cabo el delito y sus posibles consecuencias, de modo que siempre nos mantenemos firmes ante la expectación y la motivación y perdiendo por tanto la atención por la propia ejecución del delito para el que ha sido convocado Claude. Es el misterio y la precisión lo que alimentan el film, por encima de cualquier posible final. Una joya para los fanáticos del crimen.