El cuento clásico de Aladino, en el que un joven pobre encuentra una lámpara mágica de la que surge un genio que concede deseos, logrando con ello grandes riquezas y casarse con una princesa, es probablemente el más conocido de Las mil y una noches, con varias adaptaciones cinematográficas a lo largo de la historia, incluido el clásico animado de Disney y su ‹remake› en acción real. En 1954, como parte de un paquete de producciones basadas en cuentos para la BBC, la directora alemana Lotte Reiniger realizó su propia versión.
Aladín y la Lámpara Maravillosa es una producción habitual de la autora. Realizada con la técnica de ‹stop motion›, presenta el característico estilo de animación utilizando sombras chinescas, en el que los personajes aparecen como siluetas de perfil en escenarios sorprendentemente sofisticados, aunque en esta ocasión incorpora una técnica diferente en las apariciones del genio, que suceden como una capa de pintura difuminada. Por lo demás, no cabe duda de que este cortometraje lleva su sello, y la maestría de su técnica es de nuevo difícil de discutir, permitiéndole jugar con las formas y con ello elaborar narraciones visuales complejas y expresivas por medio de figuras sin rostro sobre fondos monocromáticos.
El estilo de animación de Lotte Reiniger es aún a día de hoy algo impresionante en su elaboración y en su expresividad única, y no es difícil ver sus obras con admiración hacia una técnica que nació en su propio terreno y por la que no pasan los años. La autora de la magistral Las aventuras del príncipe Achmed ofrece otro trabajo sólido en su estética habitual con Aladín y la Lámpara Maravillosa, capturando la magia y la aventura del cuento.
Sin embargo, no creo que estemos ante una de sus mejores obras, y esto es así no por su técnica de animación sino por el escaso atractivo del resto de elementos que la componen. Los catorce minutos escasos que dura se sienten insuficientes y descompensados, la narración es demasiado esquemática y en ciertos puntos desaprovecha la tensión narrativa; tampoco los personajes son excesivamente empáticos, puesto que son tratados como arquetipos básicos. Esas pinceladas leves de personalidad que permiten definir a dichos personajes a un nivel muy elemental, apoyadas por la voz en off que indica el transcurso de los acontecimientos y decisiones, conforman una ejecución del cuento que es eficaz en su brevedad pero inevitablemente de escasa compenetración emocional. En una historia que ha sido versionada tantas veces, siento que más allá de su siempre llamativo estilo visual ésta simplemente se conforma con un enfoque servicial, que no aporta nada nuevo pero tampoco quita nada esencial al cuento.
No puedo hablar de este cortometraje como una obra maestra, no desde luego en el conjunto de la obra de su directora que conforma uno de los estilos más característicos y atemporales del medio. Pero como obra aislada es hermosa, visualmente sofisticada; conserva, en resumen, los rasgos que hacen de Reiniger una autora tan admirable e inequívoca. Por eso, aunque está lejos de la fascinación que me ha llegado a provocar en otras ocasiones, la solidez de su identidad artística continúa perfectamente marcada aquí, y con esto basta para recomendarla sin tapujos.