La abuela cibernética es una perfecta carta de presentación para todo aquél que quiera inmiscuirse en el personal universo de ese genio checoslovaco de la animación y la cultura en general que fue el maestro Jirí Trnka. Como los aficionados a este cineasta único conocerán, Trnka fue uno de los mejores ilustradores europeos del siglo XX, el cual comenzó su carrera en el cine en el mundillo del cortometraje de animación checoslovaco compartiendo aventuras y generación con otro emblema como fue Karel Zeman. Si bien el talento y el carácter sumamente subversivo y crítico de Trnka, incitó a que el cine de este genio fuera poco a poco desembocando en un universo más oscuro y tenebroso, dirigido principalmente al público adulto, apostando por desarrollar historias de un alto contenido simbólico que denunciaban la esclavitud que imponía a los ciudadanos checos la tiranía del régimen comunista que gobernaba con mano firme los designios de su país. Así, a Trnka le interesaban los temas con un marcado componente trágico y fatalista, empleando para reflejar las miserias que afectaban directamente a su generación un lenguaje narrativo que mezclaba con talento y sapiencia el realismo mágico que aportaban las marionetas diseñadas por este mago de la imagen, adornado con unas maravillosas gotas de surrealismo revolucionario que expresaba la rebeldía de un cineasta inconformista y comprometido que construyó con su liderazgo una escuela cinematográfica propia ajena a toda influencia existente (de ahí que el apodo que se le imputó a Trnka que le calificaba como el Walt Disney checoslovaco sea un auténtico delirio de algún sabiondo sin sabiduría).
Trnka es, por tanto, un perfecto ejemplo de que los titiriteros pueden transformar el mundo con sus historias y su fuerza para remover las adoctrinadas conciencias de los espectadores que aún contemplamos con ojos alucinógenos el carácter visionario de un cineasta que plasmó hace más de cincuenta años las principales miserias vigentes aún en nuestros días en las deshumanizadas y progresistas sociedades occidentales contemporáneas. Todo ello a través del mecánico y magnético movimiento de sus marionetas insertas en espacios minimalistas exentos de los adornos pictóricos, y presentes en el dibujo animado oriundo de otras geografías que apuestan más por la espectacularidad visual que por la esencia filosofal.
En este sentido se mueve uno de los mejores cortometrajes de la historia del cine checoslovaco, y uno de los últimos firmados por el autor de La mano, que es esta obra cumbre del cortometraje de animación titulado La abuela cibernética. La cinta es una espléndida y romántica sátira repleta de gotas surrealistas que ya quisiera para sí el mismísimo Luis Buñuel, donde retrata esa incipiente deshumanización que empezaba a emerger a principios de los sesenta del siglo XX, consecuencia de la fascinación del ser humano hacia la tecnología y la mecanización de tareas, no solo laborales, sino igualmente aquellas esenciales para el desarrollo de la vida humana. Como ya habían anticipado en años precedentes Chaplin y Jacques Tati, Trnka se muestra crítico hacia esa querencia del ser humano de diseñar rutinas asfixiantes que esclavizan el desempeño diario y que por tanto anulan conciencias para reducir todos los actos de la vida a simples procesos de programación de protocolos, rutinas y conocimientos, siendo esta la única opción posible en detrimento de la intelectualidad, la reflexión, el debate, la dialéctica y por tanto la comunicación entre los seres humanos; un hecho que provocaría la reducción de la existencia a las doctrinas de la robótica, ajena por tanto a los sentimientos y la emoción que en principio marca la diferencia entre el homo sapiens y el resto de entidades que conforman el planeta Tierra.
La cinta arranca presentando a una abuela en compañía de su nieta en plenos juegos en medio de la naturaleza. Sin embargo, ambas acabarán arrastradas sin oposición hacia un mundo dominado por la tecnología y los dogmas de la ingeniería informática. De este modo, la niña será separada de su amada abuela a la vez que marcada con un número de identificación por una inquietante máquina que la transportará a su vez a un recóndito mundo subterráneo en el que únicamente la acompañará su sencilla pelota roja. En este tenebroso inframundo sometido a la automatización y la memorización irreflexiva de conocimientos, la niña tendrá que luchar contra unas oscuras fuerzas que tratan de lavarla el cerebro a base de avasallar su inocencia con datos y más datos con objeto de aniquilar todo signo de infancia aún presente en el rostro de la infante… Y, de repente, un robot con voz de anciana tratará de suplir el cariño inmaterial que ofrecía la abuela a la niña. Este robot con alma de anciana (una marioneta que toma el diseño directamente del legendario autómata de Planeta Prohibido), pretenderá jugar con la pelota roja de su víctima, pero la ausencia de sentimientos y de ternura provocará un desastre… hasta que al final la resistencia a la dictadura del protocolo triunfará en el momento en el que la abuela de la niña acuda a su rescate, retornando por tanto el universo infantil que jamás debió ser desatendido.
Con un bello diseño de marionetas y un carácter más pulcro en cuanto a la presentación de los escenarios en los que tiene lugar la acción en relación al resto de su obra fílmica, Trnka filmó uno de los más bellos y tenebrosos cuentos, en principio infantiles, que jamás he visto. Con un carácter ciertamente pesimista al que no le falta ese humor tan oxigenador típico del checo, el maestro nos brindó una fábula repleta de simbolismo identificando en una humilde y destartalada pelota roja esa infancia que trata de ser derrotada por los sátrapas del lugar y cuya rebeldía permitirá salir victoriosa ante el feroz apetito regulador de la sociedad occidental. El genio plasma a la perfección dos generaciones separadas por el tiempo, representadas por una abuela y una nieta, pero unidas por el cariño y el amor que jamás será quebrantado mientras que sigamos luchando por la dignidad y los valores que nos han permitido vivir en libertad a pesar de los esfuerzos de nuestros gobernantes y los poderes que mueven los hilos del mundo en la oscuridad de sus despachos por instaurar la cultura del miedo y la esclavitud consentida de forma inconsciente en nuestro día a día. Basta ya de palabras, y disfruten de esta auténtica pieza de arte titiritero ideada por un brujo de la cultura europea y universal: Jirí Trnka.
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Todo modo de amor al cine.