La tierra tiembla y el mundo, junto con el apartamento de Rick —interpretado por Christian Bale— parece que comienza a colapsarse por completo. Lo que nos presenta así Terrence Malick como excusa argumental en Knight of Cups (2015) es a un exitoso guionista de Los Angeles en una crisis existencial. La película toma inspiración y cita literalmente fragmentos de El progreso del peregrino de John Bunyan, el Himno de la perla de los evangelios apócrifos de los Hechos de Tomás, El relato del exilio occidental del filósofo persa Sohrevardi y hasta de la segunda temporada de la serie Twin Peaks. Con una estructura dividida en episodios que van tomando de título el nombre de una carta del Tarot, la película crea una especie de flujo de conciencia combinando una amalgama de memorias, sueños, proyecciones y experiencias del tránsito de su protagonista por distintos lugares y tiempos de su vida. Se nos presenta en fiestas, decorados desiertos, calles de la ciudad… interactuando con personas de la industria cinematográfica y del espectáculo, lidiando con el hedonismo decadente que le rodea, la falta de autenticidad de las relaciones, el complicado vínculo con su padre y su hermano o su imposibilidad para construir conexiones emocionales duraderas con las mujeres que conoce.
La narrativa fragmentada a través del montaje —y con distintos formatos de grabación desde cámaras HD a 65 mm— permite capturar la alienación de Rick, aislado y distanciado de los demás, ajeno al valor del éxito, con una insatisfacción crónica y que reconsidera sus decisiones y acciones del pasado. Una colección de rostros conocidos se deslizan de fondo mientras un puñado toman puntualmente el control del relato en una serie de digresiones que suponen la aparición de los personajes de Imogen Poots, Freida Pinto, Cate Blanchett, Teresa Palmer, Natalie Portman o Isabel Lucas, que desafían y cuestionan su forma de reprimir emociones, de no vivir el momento o no ser capaz de valorar lo importante para, en el proceso de introspección, ayudarle a alcanzar su liberación. Un vacío interior es la causa que empuja a explorar su propia identidad perdida (o nunca encontrada), emulando al personaje del Himno de la perla: el hijo de un rey en cuya búsqueda de la valiosa perla resulta engañado para beber un brebaje que le deja sin memoria. Su padre, el rey, le envía una carta para recordarle quién es y así es capaz de reencontrarse con su misión. La propuesta espiritual de efervescente misticismo que emana el film subyuga por completo cada uno de sus planos y secuencias al servicio de su discurso. Lejos de neutralizar el significado de las imágenes, las provee de una arrebatadora dimensión poética.
Mientras ese vacío que siente en su interior el protagonista le atormenta, para el personaje de Antonio Banderas supone una bendición. Tonio representa su opuesto. Un hombre que abraza la pérdida de uno mismo, lo fluido y fugaz del momento, el dejarse arrastrar por las circunstancias y sublimar cada placer a su alcance sin preocuparse del mañana, adaptándose al caprichoso devenir futuro. Algo que para Rick es insuficiente para compensar el sufrimiento y el desamor que ha experimentado. El uso sistemático del gran angular con primeros planos de Bale o en grandes panorámicas de planos generales en las localizaciones distorsiona los espacios pero también proporciona un sentido perturbador de irrealidad a todo lo que se nos muestra, de una consciente ambivalencia simbólica con múltiples interpretaciones. Los montajes musicales, los contrapuntos de acciones saltando en la línea temporal y contrastando situaciones, la búsqueda constante de composiciones de movimientos —que entrelazan tanto el metraje como toda la cosmovisión que construye Malick— no dejan ni un momento de respiro al espectador, subrayados por un uso insistente y apabullante de la banda sonora. Un riesgo calculado, tan buscado como coherente estética y formalmente con los elementos básicos que sustentan la obra cinematográfica de Terrence Malick desde la magnífica The Tree of Life (2011).
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.