Cuando parecía, por la deriva tonal de sus últimos trabajos, que la tendencia futura de Lanthimos era la de abandonar gradualmente el estilo de sus primeras obras (Canino, Alps… Langosta si apuramos), el cineasta griego retoma su fértil colaboración con el guionista Efthymis Filippou para asestar una nueva y demoledora estocada a la sociedad moderna, cuyo utilitarismo y sed de poder terminan engendrando monstruos —punto de partida, por otro lado, nada ajeno a las querencias temáticas y estilemas del director—.
La alteración en Kinds of Kindness en contraste con otras colaboraciones con Filippou descansa en su estructura en forma de tríptico, decisión pertinente en dos direcciones: en el sentido que permite agilizar el ritmo de una película que dura en suma 165 minutos, y en una apuesta por acentuar el juego/baile de máscaras del film, en el cual sus cuatro protagonistas intercambian personajes y personalidades, alimentando así un siempre buscado desconcierto. La excusa aquí es observar las dinámicas de dominación que se dan entre cuatro sujetos en diferentes ambientes, desde la depuración arquitectónica y esterilizada de la primera historia hasta la mugre de carretera de la última.
No recuerdo (disculpen la mala memoria) otra obra de Lanthimos en la que el cineasta muestre tan rápidamente sus cartas: antes de arrancar las tres ficciones, durante el desfile de las productoras que colaboran en el filme, empieza a sonar atronadoramente Sweet Dreams, mítico ‹techno pop› ochentero de Eurythmics que anticipa aquí todas las tesis de la película, a saber: que todo el mundo actúa interesadamente y que la vida se divide entre aquellos que abusan y aquellos que son abusados. De nuevo, nada nuevo (valga la redundancia) para quien se haya acercado alguna vez a la obra del griego.
Dijo Lanthimos en la presentación de Kinds of Kindness que Buñuel era una de sus grandes inspiraciones, dimensión que atraviesa toda su filmografía desde Kinetta y Canino, y que está por supuesto muy presente en el tríptico. Sin embargo, si en aquellas obras había algo de la estilización imperfecta de Pasolini, aquí se volatiliza en favor de otra de las voces más originales de la cultura italiana: Pirandello. El hálito del escritor se palpa, además de en el uso del relato corto lleno de abstracciones, imbricaciones y situaciones absurdas, en una apuesta contundente por el relativismo conductual y por hurgar en las contradicciones y vacilaciones del comportamiento humano.
Claro que el visionado de Kinds of Kindness es antipático: la falta de compasión de Lanthimos con sus personajes lo ubica de forma ostensible como miembro destacado del cine de la crueldad. A veces recuerda al sadismo inconsciente de los niños pequeños, capaces de torturar a un pequeño insecto que atraparon en el jardín sin ser conscientes del dolor que provocan. En este caso, pero, lo sádico y lo trágico adquieren una dimensión hilarante, y las relaciones desiguales entre Emma Stone, (un divertidísimo y oscuro) Jesse Plemons, Willem Dafoe y Margaret Qualley conforman un grotesco fresco de la naturaleza humana. No se pliega jamás Lanthimos ante sus marionetas: las humilla, las aprisiona, las hace desconfiar, cercena sus miembros, revuelve sus miserias hasta llegar al límite: ahí es dónde nos enseñan de qué son capaces. Si la raza humana está podrida hasta el tuétano, ¿por qué no reírnos un poco con ello?