Kauwboy (ganadora del premio Discovery en los Premios del Cine Europeo y el premio al mejor director debutante en la pasada Berlinale) es el primer largometraje del prometedor director holandés Boudewijn Koole, reconocido en el campo de los cortometrajes y documentales para la televisión holandesa. Una cinta que nos cuenta la historia de un niño de 10 años que encuentra una vía de escape para apaciguar su creciente vacío emocional a través de una inusitada relación con una cría de grajo abandonada que encuentra en el campo. La amistad entre un animal y un niño, y la ausencia de la figura materna son dos temáticas muy recurrentes que han sido llevadas a la pantalla infinidad de veces, aunque pocas veces con la sutileza y el buen gusto de la cinta holandesa, que sale airosa del sentimentalismo empalagoso que suele acompañar a un tema tan peligroso en el cine, especialmente cuando viene a través de la factoría Disney.
Jojo vive con un padre inseguro dominado por unos cambios repentinos de humor y propenso a tener arrebatos violentos, más preocupado por recrearse en su propia depresión antes que mostrar cariño y cuidar de su hijo; mientras que su madre está siempre ausente (supuestamente de gira musical lejos de su hogar), con la cual se comunica por teléfono. Un día, caminando por el bosque, se encuentra con una cría de grajo abandonada que está tirada en el suelo y aún no ha aprendido a volar, a la que decide darle cobijo. El niño tiene constancia de que su padre no aceptaría que tuviese un animal en casa por lo que se las ingenia para esconderlo como buenamente puede. El vacío de su existencia sólo parece llenarlo parcialmente con su nuevo compañero volador, una nueva amistad con su joven y bella vecina masticadora de chicle azul, y algunos éxitos en el waterpolo que exagera cuando se lo cuenta a la madre. Tras ser descubierto con el ave su padre le obliga a deshacerse de él escudándose en que criar a un animal de esas características en el ámbito doméstico suele traer consecuencias trágicas para el animal, con el correspondiente disgusto de quien lo cuida, pero Jojo no parece muy por la labor de olvidarse de su nuevo colega.
Kauwboy es un modesto, tierno e inmersivo relato iniciático próximo a la fábula, con ligeros tintes sociales existencialistas no exentos de cierto lirismo, sobre la madurez, la inadaptación, el desamparo, la frustración y la soledad provocados por el dolor que supone la ausencia de un ser querido para un niño dominado por las ilusiones inherentes de la infancia, que son desarrollados de una manera tan sincera que atraerá al público infantil a pesar de algún momento cruel en la parte final (presentado como una moraleja metafórica muy interesante sobre la aceptación de los traumas por muy dolorosos que estos sean), y debido a su profundidad emocional también seducirá a los adultos en igual medida.
La cinta se sustenta principalmente por la ternura e ingenuidad provocadas por la estupenda actuación del pequeño Rick Lens y el delicado aire de su peculiar amistad con el grajo, logrando unas escenas entre ambos cargadas de emoción a pesar de su ingenuidad y simpleza. Da la sensación como si el niño volcase todo ese amor desmedido porque ve reflejadas en el pájaro sus propias carencias de afecto provocadas por su desamparada situación. Sin embargo, cuando no está con el ave Jojo se pasa la mayor parte del tiempo muy cabreado, poniendo unos “morritos” muy peculiares y simpáticos durante los múltiples desencuentros con su progenitor, un personaje menos desarrollado que el del pájaro. Koole recurre a los planos cortos y cerrados, con cortes en el cuerpo del padre (al más puro estilo Lanthimos) que sirven para señalar el frío desapego existente entre padre e hijo mostrado a través de sus silencios, colocando la cámara muy cerca del crío, y a su altura para mostrarnos todo desde su perspectiva.
En el plano formal destaca una puesta en escena espontánea, honesta e intimista, sin grandes alardes, acompañada de un ritmo pausado no exento de agilidad narrativa y un uso exquisito de la fotografía que se decanta por la autenticidad por encima de la ostentación, consiguiendo un excelente uso de los espacios, ya sean los del interior de la vivienda, los de los exteriores urbanos o las bellas localizaciones naturales que son presentados con el color del verano, con una luz intensa y una tonalidad azulada y verdosa. El director holandés se hace valer de recursos estilísticos como la cámara ralentizada, e incluso algunas situaciones donde la imagen se congela propiciando la aparición de instantáneas. También destaca el excelente uso del agua de la piscina como lírico y recurrente lugar de reflexión para los problemas personales del imberbe protagonista.
El filme lleva a cabo una especie de mezcla entre las películas que utilizan la lucha interna de un niño que se refugia en su propio universo fantástico como distracción para hacer frente a la triste realidad que le rodea (Donde viven los monstruos, Tideland, o El laberinto del fauno) con el cine más concienciado de sus vecinos Dardenne (El niño de la bicicleta) pero sin el grado de severidad en el tono y la trascendencia de los temas tratados por los hermanos belgas; aunque no termina de sacar partido a las 2 vertientes y se queda a medio camino de ambas. Se le puede achacar al filme holandés cierta irregularidad bien avanzada la trama por la búsqueda de giros previsibles, el discutible cambio de actitud redentor del padre o lo cargante que acaba resultando la banda sonora por darle tanto espacio al Country, y una sensación de falta de profundidad en lo expuesto y cierta ligereza en la parte final, que contrasta con su atractiva presentación de los hechos, aunque no enturbian la breve experiencia cinematográfica (81 minutos) y se enmiendan con un bello epílogo tras los títulos de crédito finales.