Durante una fiesta estudiantil, Mariam conoce y se marcha con Youssef, un joven misterioso. Lo siguiente que sabemos es que, en algún punto, Mariam ha sido violada por unos policías y Youssef la convence de ir al médico y a denunciar lo sucedido, iniciando con ello un camino de burocracia incesante, vejaciones y amenazas cada vez menos veladas que acrecientan todavía más la pesadilla. En Beauty and the Dogs, la directora tunecina Kaouther Ben Hania se inspira en un caso real indignante, realizando con ello una película de una tensión insoportable y llena de rabia hacia las instituciones de su país, en especial de una policía corrupta y despiadada, dada a las venganzas personales y erigida en una torre de privilegios y opresión sobre los ciudadanos.
Estructurada en nueve capítulos, con cada uno de ellos integrado por un plano secuencia, la obra no deja espacio para respirar desde que sabemos de lo sucedido, llevándonos de la mano de Mariam a un viaje asfixiante y sin una luz al final del túnel. La estructura mencionada permite que sigamos con mayor cercanía la espiral de violencia psicológica a la que se ve sometida la protagonista, evitándonos mostrar lo físico —la violación no sucede en pantalla— pero acrecentando la sensación de terror y paranoia provocada por aquellos que en teoría deberían tutelar y proteger, en un intento de silenciar un caso que afectaría a su reputación y les obligaría a tomar medidas contra sus colegas.
Este nivel de amedrentamiento, sin embargo, no es la única llaga en la que hurga Beauty and the Dogs. También, y de una forma tal vez incluso más sangrante, habla del machismo imperante en la sociedad, que se transmite a todos los estamentos y sectores e incluso es interiorizado por una Mariam que tiene miedo a contar su caso, no solamente por las consecuencias para ella sino por los juicios de los demás y la amenaza de deshonra que cae frente a su familia. Todo el metraje, a través de los diferentes personajes, es un manual de argumentario sexista para culpar a la víctima y responsabilizarla de su trauma, cuando no negarlo de la manera más salvaje: qué estabas haciendo con Youssef, qué hacías con este vestido, te debería dar vergüenza tu actitud, estás mintiendo. Una policía que aparenta empatía, y se convierte en el único resquicio que le queda a una Mariam cada vez más consumida por el abuso institucional que le rodea, termina vejándola y llamándola “puta” a la primera contrariedad. Nos habla esta cinta no solamente de lo concreto, de personas o incluso instituciones corruptas, sino de una realidad social que deja a las víctimas desprotegidas, a merced de juicios impertinentes y, lo que es todavía peor, constantemente violentadas, culpadas y anuladas emocionalmente, incluso en espacios que se presumen seguros.
Hay pocas películas tan irrespirables como esta, y sin embargo todo en ella resuena con fuerza porque lleva a la mente miles de situaciones similares. Es, desde su segundo capítulo, una experiencia que no cesa de crecer en su intensidad y que deja un horrible sabor de boca. En este sentido, es una verdadera maravilla la interpretación de Mariam Al Ferjani, en su rol como la víctima a quien seguimos durante toda la cinta, y cuyas respiraciones agitadas, su rostro descompuesto y sus constantes muestras de pánico reflejan un estado emocional completamente brutalizado. Aún con toda la carga de crítica social y la violencia estructural de esta historia, la película es ella y es ella quien hace que todo funcione y se transmita de esta manera.
Beauty and the Dogs es cine de denuncia social y de indignación, que remueve el avispero no solamente para ilustrar este caso concreto sino para concienciar de todo lo que está mal y ha permitido que ocurra. Es una excelente película que golpea con saña y sin piedad, pero con un sentido de la justicia y una empatía inapelables, incluso a nivel cinematográfico en unas elecciones sobre qué mostrar y cómo mostrarlo que respetan en todo momento a Mariam, en un contexto en el que todo lo que la rodea no lo hace. Por esto último, y por todas sus otras cualidades discursivas y de énfasis, conforma un viaje horrible y descorazonador del que no se puede despegar la vista y, al mismo tiempo, una historia llena de humanidad y comprensión que trata a su protagonista con la dignidad que merece y que le es negada sistemáticamente.