La llegada a nuestros cines de una cinta nepalí con dos años de retraso desde su estreno debe considerarse como un extraño suceso de esos que salpican la cartelera de tanto en tanto, otorgando colorido a la triste realidad de la hegemonía estadounidense y fugaces presencias patrias. O como decía un amigo, sirve para adornar la colección de banderitas en las estadísticas personales de Filmaffinity.
Por otro lado siempre se ha mencionado, aunque es más difícil de probar, la presencia de obras audiovisuales que parecen ser creadas para un recorrido festivalero efímero, donde destacan por su condición de rareza y visionadas con una cierta actitud paternalista por parte de Occidente. Incluso que son productos camuflados de raritos pero, al fin y al cabo, creados para el consumo del espectador o crítico occidental, donde todo debe estar bien claro para que nadie se pierda en la realidad desconocida que muestra. O dicho de otra manera, se habla en más de una ocasión de esa película de algún lugar remoto que más parece un capítulo de viajeros por el mundo para nuestro consumo que otra cosa. Eh, que tampoco hace falta irse a la Conchinchina, sólo tienes que darte una vuelta por algunas de las últimas películas patrias más afamadas internacionalmente para descubrirlo.
Kalo Pothi acaba siendo mucho que una simple película de una cinematografía desconocida. La cinta de Min Bahadur Bham es una muestra más de ese cine regionalista que no peca de pagar un peaje para su comprensión universal, que no quiere darlo todo mascado a un espectador idiotizado y que sobre todo, sigue fiel a la mirada de su creador. Lo curioso del caso es constatar que este tipo de historias puede funcionar a la perfección en Katmandú, donde se entienden los códigos, los recovecos y los matices de la historia como algo propio, pero de igual manera puede funcionar en París, Jerusalén o Soria.
Sí, no podrá entenderse igual sin el contexto de estar embutido en la idiosincrasia nepalí o en el conflicto armado entre maoístas y monárquicos que duró una década, pero en líneas generales, la historia se entiende. Los matices se van pincelando, hasta encontrarnos con varias cesiones por parte de su cineasta para obtener una comprensión más profunda, pero ojo, sin subrayar demasiado.
Kalo Pothi nos lleva hasta una aldea perdida donde la autoridad la sigue rigiendo un anciano del pueblo, en una sociedad marcada por la diferencia sociales provenientes de la tradición de las castas. Dos amigos, de diferentes estratos sociales, buscan la manera de conseguir una gallina, con la intención de vender sus huevos y así obtener el dinero necesario para sufragar los gastos de la escuela.
Una historia mínima, esbozada de manera sencilla, pero complicada por todo el contexto que rodea a los dos pequeños amigos. La guerra civil se cierne en el horizonte. El desprecio a los parias por la casta dominante, la pobreza, la sencillez de la gente, etc… todo envuelve el relato. Así pues, la gallina es tan solo el pretexto que hace a los amigos ir de un lado a otro, mientras a su alrededor todo comienza a desmoronarse.
Min Bahadur Bham, el cineasta, tenía 30 años cuando finalizó su primer proyecto como director, aunque ya había trabajado en la producción de otro largometraje nepalí. A pesar de su corta edad, demuestra una soltura con la cámara y la composición que asusta. Utilizando luz natural en todo momento, captura a la perfección el pulso y la vida del pequeño pueblo, salpicando al relato principal de pequeños trazos de historias que vienen y van en segundo termino. Una imagen limpia y pulcra que en todo momento persigue mostrar la dignidad de todas las personas, donde además no toma partido por ninguno de los bandos ideológicos que aparecen, recreándolos como grupos de personas que viven en otro mundo al margen del poblado, pero al fin y al cabo como parte natural del paisaje.
Su responsable nos regala escenas de gran belleza, como aquella donde el pequeño Prakash tiene un momento de ensoñación y se nos muestra en cámara lenta todas los matices posibles que conforman la sociedad nepalí, desde soldados, cristianos, musulmanes, comunistas o monjes budistas.
En la historia no dejan de suceder pequeñas historias a nuestro alrededor. Puede que el motor principal, la búsqueda de la gallina, no tenga toda la fuerza necesaria para captar nuestra atención y sólo es hacia el final cuando este arco argumental despegue, entrelazándolo con la amistad de los amigos y la propia guerra. Pero es de agradecer los dos enfoques que su responsable utiliza para contar su historia.
En primer lugar juega con pequeñas historias que cualquier persona puede entender, desde la amistad, la pérdida de una persona querida —único flashback de la cinta, ahora sí, un peaje cultural que se paga para la mirada foránea— o la dignidad de las personas más humildes. Por encima de los personajes, sobrevuelan historias más grandes, desde guerras civiles o conflicto de clases, que aunque no se profundicen, no es realmente necesario. Al fin y al cabo se sobreentiende en la mirada de Min Bahadur Bham su crítica a estos conflictos, en contraposición con la sencillez de los niños y su historia.
Es complicado terminar diciendo si una cinta como Kalo Pothi es una obra producida para el consumo y gusto occidental o no. Además, siempre podemos pecar de no entender la influencia de la cinematografía India en el lugar, o de otras más orientales. En última instancia y aunque el debate resulta pertinente, lo cierto es que Kalo Pothi se muestra como una pequeña sorpresa, cándida, sencilla, llena de un humanismo, con una mirada enfocada en la infancia en un mundo adulto que se hunde y del que sólo pueden venir enseñanzas terribles. Hasta la propia hermana mayor del protagonista toma un camino devastador para la tranquilidad del poblado cuando decide actuar como adulta y no como la niña que todavía es.
Agradezco además que no utilice un discurso cursi o blando, que maneje los tempos a la perfección y que capture a las mil maravillas esa pequeña amistad entre los dos amigos, que acaba dando significado a toda la cinta.
Kalo Pothi puede ser entendida como ese film exótico que de vez en cuando se asoma por las carteles de los cines comerciales. Pero si fuera así estaríamos dejando pasar por alto un relato salpicado de vida en forma de pequeñas historias.