El largo viaje ha llegado a su fin. Aryan y su padre, con los demás viajeros, alcanzan exhaustos la frontera. Podrán dejar atrás las barcas hinchables, el sudor en la cubierta, también el sueño, el hambre y la sed. Al menos hasta que la policía los aprese o aloje en un campamento junto a otros refugiados. O les disparen al menor aspaviento. Pero ya no están en Siria, ahora pisan tierras húngaras, un lugar para vivir, puede que también para volar si se lo permiten. Adiós Oriente, bienvenido el exilio. Ya están en Europa.
La métrica mide la poesía, despedaza los versos para que las líneas estén equilibradas desde el principio hasta el final de cada estrofa. El ritmo es musical, la rima igualitaria, así se reparte la belleza en palabras ordenadas. ¿Cuál es la métrica del cine? ¿Cuáles son sus rimas, cadencias, estribillos? Quizás sea la duración del metraje, desde los sesenta minutos hasta las dos horas largas. El soneto de noventa minutos que imponía el cine comercial clásico se alargó hasta los ciento veinte o los ciento cincuenta o incluso ciento ochenta minutos de varios grandes títulos. Queda el tiempo y se olvida el movimiento. Imágenes en movimiento, tal vez eso sea el mayor acto poético del cine. Si es así, Jupiter´s Moon son algo más de dos horas de versos libres, nítidos, deslumbrantes, una revelación tal vez. Una celebración, sin duda.
Hay un trato entre los espectadores y el director porque la película plantea el drama del exilio, de los refugiados que huyen de países en guerra, invadidos, gobernados por dictadores, esclavizados o nada más que pobres. Ese trato no escrito dice que ya sabemos algo sobre el conflicto de las migraciones forzadas por las circunstancias agresivas de otros países. Las noticias aparecen en la prensa, informativos, están en la red, en libros y se oyen por la radio. Por eso el tema de los refugiados es la coartada, el mcguffin, la excusa que propicia con las alas invisibles, al veinteañero protagonista y planta en la tierra al resto de personajes, junto a los que solo podemos mirar cómo Aryan levita, agita sus brazos, camina mientras flota en dirección a la estratosfera. Hasta caer de nuevo al suelo.
No hay creencias que respalden a los ángeles, no en la Biblia, tampoco junto a una estrella de David, ni siquiera rezando por Alá. La espiritualidad no funciona para László, un policía viejo, corrupto, pendiente de una presa que se escapa del rebaño. La religión no le sirve a un médico. Con más alcohol que sangre corriendo por las venas de Gabor, el galeno que trabaja como alcahuete de su destino, aprovechándose del pájaro inocente que tiene en su poder. Las liturgias que convencen son las de la picaresca, el ritual de la calle, la dialéctica del ciego con su Lazarillo en huída constante para llegar hasta la cena, vivos y saciados, aunque sea por medio de timos y engaños. Antes de que surja el afecto, la amistad y los actos leales que los héroes emerjan del barro.
Juego de pares para mostrar y sugerir, ocultar y descubrir. Reír o sobrecogerse. La clave la tiene Kornél Mundruczó, el director, esto es evidente. Un cineasta que moldea hasta el límite la puesta en escena, integrando los efectos digitales, los trucos artesanos como esa sombra nocturna que desciende por los muros de un edificio, un reflejo oscuro que observa los habitantes en sus casas antes de acostarse. La realidad que convive con la fantasía sin cambiar de plano, sosteniendo la secuencia por un trabajo de la cámara en un movimiento constante que no cede ante los obstáculos, ni los figurantes, tampoco ante los chavales que miran al objetivo. Un desplazamiento que respira con la calima que acalora todos, que marca el paso rápido de Gabor entre los ocupantes temporales del campamento. Está claro que el cineasta dirige la película inspirado, entregado a una causa que da mucha más satisfacción al público agradecido, contra los reproches que recibe y recibirá del otro público defraudado, tal vez el mismo que aplaude mundos paralelos con nuevos profetas destinados a salvarnos de sistemas informáticos que quieren dominar la humanidad. O a superhéroes atormentados, prestos a enfrentamientos. En esta luna de Júpiter solo huimos unos europeos de otros, mientras los recién llegados intentan volar, una razón probable para que viajaran desde tan lejos.