Producida por los hermanos Coen, el film Romance & Cigarrettes es la tercera incursión en la dirección de uno de esos actores americanos contemporáneos que tanto entusiasman a la cinefilia como es John Turturro. Para la ocasión se rodea de muchos rostros conocidos y algunos amigos: James Gandolfini, Susan Sarandon, Kate Winslet, Christopher Walken, Steve Buscemi o mi futura esposa, Mary-Louise Parker (suspiros).
La cinta se presenta como una comedia musical sobre los vecinos de un barrio de trabajadores a las afueras de una ciudad americana tocados por la pasión y el desamor entre números musicales o citas de canciones. Lo cierto es que el inicio resulta prometedor y deja a las claras las herramientas que va a utilizar su cineasta, aupado con unos divertidos momentos musicales y donde todos los personaje se mueven como bailarines gritones con líneas de diálogo tan (pretendidamente en ocasiones) inspirados como surrealistas, con conversaciones donde parece que no se sigue un orden lógico.
Lo cierto es que la dirección de actores puede recordar a ese toque tan Hal Hartley, consciente de su teatralidad y huyendo de cierta lógica. Son un torbellino de pasión, actúan como quinceañeros enamorados por primera vez y gritan sus deseos y miserias. Y esto en un inicio está bien llevado, pero a la larga a Turturro se le escapa de las manos. Los personajes salen y entran de escena e interactúan tan locamente que no es difícil perderse en sus motivaciones. Todas las subtramas acaban olvidándose o dejándose de lado, aunque algunas tengan su buen momento. Un ejemplo es el maravilloso personaje Christopher Walken, que con su sola presencia se come las pocas escenas donde aparece, pero que acaba desaparecido y olvidado sin que entendamos muy bien por qué ni que se nos quería contar su director y guionista.
La historia trata de un hombre, un Gandolfini que necesita muy poco para demostrar porque lo añoramos tanto, que debe elegir entre su fiel esposa (Susan Sarandon) o su ardiente amante (Kate Winslet) mientras a su alrededor el amor y la pasión flotan en todas direcciones en una sucesión de personajes tocados o destruidos por él sin compasión.
Una de las mejores ideas de la película es que no intenta creerse demasiado profunda sobre un tema al que le sienta muy mal la pomposidad y de manera sencilla se nos habla de la vida y la muerte, del perdón, de decisiones, pero encima de todo, del amor, que viene, que va, que vuelve y que destruye.
No obstante el experimento acaba siendo fallido. Ojo, en su mejor sentido de la palabra, no es una mala cinta. Pero la mezcla explosiva acaba por estallarle en plena faena a Turturro y su interesante idea de jugar y retorcer a los personajes acaba no saliendo tan bien como debería. Uno se pierde con ellos. Y sí, creo que en parte es la propia intención de su cineasta, pero se le va de las manos. Sin embargo, acaban tan mareados y perdidos como el propio espectador. Es una lástima porque, como decía al inicio, puede recordar a cierta manera de dirigirlos de Hal Hartley o a cierta manera de enfocar la dirección de actores vista en el teatro, sin filtro, gritando las emociones y sin tapujos, pero que insisto, a medida que pasa el tiempo no encaja tan bien como debería.
Los números musicales son sencillos, con una muy buena elección de canciones, destacando Janis Joplin. ¿Por qué la destaco? Porque es mi cantante femenina favorita, claro. Estos números casan con la idea de los diálogos y la fingida teatralidad que en ocasiones se asoma al relato, resultando hasta cierto punto paródicos, alejándose del musical clásico. Otro de sus logros son esas momentos de ensonación o de flashbacks donde aparecen personajes en escena que no están en ese momento ahí, y que con tan sólo unos movimientos de cámara se les hace entrar y desaparecer.
James Gandolfini era uno de los grandes. Aquí está como siempre, resultando una gran interpretación al igual que las dos mujeres que lo rodean.
Una película arriesgada con momentos divertidos y otros menos conseguidos. Al final la comedia bascula hacía el drama humano, alejándose del Romance del título para acabar en esos Cigarrettes. Hay suficientes detalles y momentos como para salvarla y en conjunto resulta como ese adjetivo tan vacío que tanto se emplean en las pseudocríticas, «simpática».