Jinetes de la justicia podría pasar perfectamente como una de esas películas intrincadas, con venganzas, gánsteres y violencia en las zonas más bajas de nuestra sociedad. Películas que, al estilo del primer Guy Ritchie, retratan ambientes sórdidos, trapicheos baratos pero que acaban degenerando en orgías de sangre por vía del malentendido. Y todo pasado por un tamiz de humor entre lo grotesco, lo patético y lo esperpéntico. Una estilización de los bajos fondos tan superficial, como, por qué no decirlo, divertida.
Pero no, el film de Anders Thomas Jensen, es mucho más que esto. De hecho, más allá de una temática de venganza contra unos criminales de baja estofa, el film se presta a indagar en otros aspectos mucho más serios. La violencia y sus efectos como forma de vida, el desarraigo, la inadaptación, la soledad (incluso en compañía de otros) forman parte del ‹corpus› temático de la obra. Un retrato que podríamos calificar casi como desesperado sobre un grupo de personas que necesitan imperiosamente dar sentido a su vida, salir de su (auto)marginación ni que sea a través de conclusiones erróneas.
Lo más interesante quizás, más allá de su trama, es que a pesar de su drama y su patetismo no está exenta de un humor soterrado. Un humor que, sin embargo, no proviene de la parodia del arquetipo sino más bien de la confrontación especular que se produce entre intenciones y resultados, entre percepciones personales y realidades que aparecen a través del diálogo entre unos y otros. Puede que Jensen sea cruel, a veces, en la descripción, incluso bordeando la parodia, pero no cabe duda de que estamos ante un retrato tan descarnado como cariñoso. Imposible no sentir empatía por unos personajes tan dañados, defectuosos, antipáticos incluso, pero que en su dolor encierran más humanidad y más veracidad que en supuestos tratados del cine social.
De hecho, Jinetes de la justicia juega con una ambigüedad calculada. Desde el título que, a pesar de las apariencias, es el nombre de la banda criminal a la que se enfrentan los protagonistas, pasando por los borrosos límites del concepto de la justicia, hasta su desenlace donde el concepto de redención no queda como una campaña de Mr. Wonderful sino que, como todo lo mostrado en el periplo anterior, muestra unas aristas a las que es difícil sobreponerse. De hecho, estamos ante una película brillante en cuanto a la idea del juicio moral y de las acciones a tomar al respecto. Puede que juegue con las expectativas del espectador, puede que, como decíamos antes, muestre cariño, pero desde el desarraigo y el dolor, y siempre desde una calculada distancia, desde una escala de grises que permite a quien ve el film evaluar en todo momento lo visto.
Así pues, Jinetes de la justicia se convierte en un thriller de apariencia convencional cuya principal baza es precisamente romper esa convención de género, pero no a través del artificio sino jugando en el otro lado del espectro: poniéndose seria, bajando al “fangar” de la humanidad desamparada, de la no salida del fracaso personal y, en última instancia, de la locura como último lugar donde asir cierta racionalidad, cierta compasión y ser el último reducto de la esperanza.
***1/2 JINETES DE LA JUSTICIA, Anders Thomas Jensen, 2020
Sórdida, conmovedora, desconcertante.
Entre el thriller y el drama familiar, con un tono de comedia negra que impregna todo el metraje, esta película danesa dialoga en torno a la incomunicación social y dibuja el final de una espiral de violencia particular, aquella que termina generando una venganza desmedida.
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