El nombre de Jia Zhang Ke continúa sonando con fuerza, y es que desde su explosión definitiva con aquella Naturaleza muerta que le reportara el León de Oro en Venecia, al cineasta chino no le han faltado voces dispuestas a reivindicar un cine que, incluso labrando su carrera desde el terreno del largometraje documental y el cortometraje —algo que sucediera desde Naturaleza muerta (2006) hasta su siguiente encuentro con la ficción, Un toque de violencia (2013)—, ha logrado captar la atención internacional y estar en grandes certámenes —como sucediera con su documental Ciudad 24, que luchó por la Palma de Oro en 2008—. Desde entonces, Jia Zhang Ke no ha faltado a una cita —la ‹cannoise›, primero en 2010 con Historias de Shanghai, que participó en Un Certain Regard, más tarde con la citada Un toque de violencia y la presente Más allá de las montañas, ambas compitiendo de nuevo por la Palma de Oro y la primera incluso haciéndose con el galardón a Mejor guión— que sin duda le consagra como uno de los grandes autores del presente, y que ha dejado tras de sí un sello característico que se dilucidaba ya en sus primeros trabajos. Así, y si cintas como Platform —de la que ya hablamos con motivo del estreno de Un toque de violencia— o El mundo funcionaban como un eje vertebrador de su cine, capaz de exponer tanto un carácter como unas virtudes indisociables del cine de Zhang Ke, el título que precisamente las separa en el tiempo —Placeres desconocidos, que fue rodada en el lapso de tiempo entre ambas y además supuso su primera nominación a la Palma de Oro— se erige en cierto modo como una ruptura con una obra que en pocas ocasiones ha mostrado el carácter autoconsciente e incluso irónico de su tercera incursión en el largo de ficción.
No se debe entender, no obstante, esa ruptura como un alejamiento de los temas e inquietudes habituales en el cine de Jia Zhang Ke: sus ideas sobre un futuro inaccesible a través de un pasado inexistente o la omnipresencia de lo material como eje para sostener y labrar ese futuro continúan siendo algunas de las cuestiones a través de las que el autor de Naturaleza muerta aborda un film en el que lo formal es proyectado a través de una dimensión distinta. El discreto pero poderoso libro de estilo que conectaba así dos títulos —las ya citadas Platform y El mundo— con tanta consonancia formal como tonal, se difumina en Placeres desconocidos a través de una cámara que ya no busca aquella perspicaz lejanía, y que se empapa de un ambiente guiado por esa cámara que se pega a los protagonistas, siguiéndolos incesantemente como si la descripción de ese marco fuese fundamental como nunca en el cine de Zhang Ke.
De este modo, el contexto y todo lo que lo circunda se antoja esencial en un titulo donde las puntadas que da el cineasta al tejido social de los distintos relatos que ofrece añaden un elemento a través del cual seguir comprendiendo y expandiendo los límites de esa China que avanza sin hacerlo. No es casual pues el papel inevitable de una cultura —e incluso perspectiva— que, si bien Jia Zhang Ke no muestra como invasiva, es imposible no percibir de otra forma: el dolar, esa (ya mentada) cultura, la percepción de otro modelo… todo lleva a buscar inconscientemente una huida que en realidad nunca llega; hay avance, pero no solución; hay senda, pero el camino a recorrer se antoja inconcluso, como si por mucho que se intentase progresar los pasos diesen como resultado un estancamiento del que resulta difícil salir.
Partiendo desde esa perspectiva podría incluso decirse que nos hallamos ante el film de Zhang Ke más firme y compacto en cuanto a una mirada no única, pero sí definitoria. Y, no obstante, la sensación de letargo de un drama que recorre el fuero interno de sus personajes es menor, no se agrava con sus actos o movimientos. Algo, por otro lado, siempre presente en su obra: ese drama soslayado, pero que en Placeres desconocidos adquiere además otra magnitud, disipando de ese modo un ambiente que encuentra en esa extraña distensión, en ocasiones en forma de humor, en ocasiones mediante esa ya citada autoconciencia e incluso referencia, un habitáculo distinto para centrar su foco.
Placeres desconocidos es así uno de esos nexos necesarios para comprender la capacidad y dimensiones de una obra que continúa dejando, más allá de discursos definidos y mensajes concisos en esa dispersa —tanto como lo son las vidas retratadas e incluso la deriva de un gigante— y ya característica narrativa, imágenes impregnadas con una desnudez y verdad únicas que van más allá de la comprensión y el entendimiento.
Larga vida a la nueva carne.