Jesús siempre se encuentra a la vuelta de la esquina para mostrarnos el camino sacrificado de la supervivencia retórica. Es una cuestión de fe o fantasía, pero sin duda es un recurso útil para reforzar cualquier ficción. Y ahora estamos con la cinematográfica, porque todo lo que ocurre en Jesus Shows You the Way to the Highway te lo cuentan y no te lo crees. Al menos eso busca Miguel Llansó.
Llansó, ese cineasta al que recordaba que, con razón, compartió con el mundo una reflexión sobre las ayudas al cine en este nuestro país, algo en lo que le dejaban a un lado por el mero hecho de haber creado su primera película un poco fuera de aquí, como si buscarse la vida para trabajar en lo que uno cree allí donde encuentra la oportunidad fuese un delito patriótico. Burocracia, papeleo, tecnicismo, delito contra la Humanidad. Pero la queja también es una invitación a conocer su debut, que se podría considerar un símbolo: Crumbs es una puerta abierta a horizontes desconocidos, en este caso a la compleja mente creativa de este director que sabe convertir lo conocido y mundano en un puro espectáculo distópico. Ya sé, aquí venimos a hablar de Jesus Shows You the Way to the Highway, pero realmente no se aprecia igual su imaginería sin conocer cuáles fueron los primeros pasos. Las películas son hermanas a partir de la cultura popular y los hitos —ahora coleccionables— con los que crecimos. Donde en una las Tortugas Ninja eran dioses, en la otra su protagonista —un bien compartido con el nombre de Daniel Tadesse— adora por encima de todo las pizzas; los superhéroes por todos conocidos a través de los cómics y la televisión reformulan su utilidad para la sociedad; tanto allí como aquí, la bella amada es su “pajarito”; meros ejemplos de lo que un día fue y hoy se aprovecha como un guiño para darnos una lección de narrativa… no, espera, que hasta aquí hemos llegado por la promesa de espectáculo.
Jesus Shows You the Way to the Highway es todo aquello con lo que ha crecido Miguel Llansó, una búsqueda perpetua por el Santo Grial de la ciencia-ficción y el espionaje, un experimento donde no lo apuesta todo por un único resultado, siendo más bien el interés de probar todas las opciones y después, si nos apetece, elegir tres o cuatro fórmulas para llegar a un resultado satisfactorio. Es delito, acción y confinamiento —electrónico— que, aunque no lo parezca, nos lleva de la distopía de los juegos arcade (ya desde los títulos iniciales nos confirma que ese es el paradigma a perseguir) a la utopía que se compromete a dar un sentido a su nombre.
Yo lo entiendo más como un coleccionable de cromos, donde vas recopilando méritos al recuperar en tu memoria alguna de las cientos de miles de referencias que aparecen en pantalla, una pantalla-matrioska que nos remite a múltiples nuevas pantallas para descubrirnos a su vez nuevos mundos: el real, el virtual, el limbo, el cacao mental, el programa televisivo, el sueño, el holograma; puede que si lo pensamos bien fuesen todos los mundos.
La película funciona con una energía arrolladora en sus inicios, rememorando la caspa que todos hemos amado en algún momento de la serie B —si hasta nos quiere recordar a los italianos, ¡que le ha metido doblaje discordante!—, la sci-fi de salón —porque donde se reconoce la verdadera identidad de un autor es en la inventiva a la hora de crear futuros imposibles—, los recursos telemáticos pasados de moda, las personas moviéndose como píxels —ese homenaje interno a la posicionalidad entre un ordenador que no carga tan rápido como debería y el ‹stop motion›—, los efectos especiales rebuscadamente toscos y el catálogo de personalidades pop, ya sean actores icónicos del cine americano, o personalidades políticas y sociales controvertidas de ayer y hoy. Con todo esto expuesto solo queda pasar por el efecto embudo y dejar que la imaginación participe del mismo modo que la virtualidad del film, para que, con su crítica lasciva, su veneración reiterativa y su ingenio nos sirva para lo más sencillo que ha generado el séptimo arte: es la hora de plantarse frente a tu dispositivo favorito y disfrutar de la diversión.
Desconociendo si la pretensión era de crear un revulsivo a la complejidad, o dificultar la linealidad explicativa, Jesus Shows You the Way to the Highway requiere de muchos fuegos artificiales para resultar tan desproporcionada como espera, pero sin duda te conseguirá atrapar en alguno de sus paralelismos para reconocerle a Miguel Llansó que es único a la hora de crear emocionantes aventuras con recortes del ayer.
Donde puedo ver esta maravilla del cine?
Estuvo recientemente en el D’A vía Filmin, pero al haber terminado el festival ya no se puede visionar online, así que supongo que habrá que esperar al estreno.